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Una persona rinde homenaje a los muertos en el huracán María que arrasó parte de Puert efe
Lo que el agua se llevó

Lo que el agua se llevó

Los puertorriqueños afincados en Florida llevan clavadas las humillaciones de Trump tras el huracán María y prometen pasarle factura en las urnas

mercedes gallego

Orlando

Sábado, 17 de octubre 2020, 19:17

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Hay cosas que no se olvidan. A lo largo de la interestatal 4 que atraviesa el centro de Florida, la imagen de Donald Trump lanzando rollos de papel de cocina a los damnificados del huracán María es una espina que los puertorriqueños llevan clavada muy hondo. Para medio mundo fue una prueba más del racismo y la falta de empatía del mandatario. Para los puertorriqueños, un doloroso recordatorio de que siempre serán ciudadanos de segunda en Estados Unidos, pese a los tratados que unen a la excolonia española como territorio no incorporado a EE UU. ¿Se acordarán todavía a la hora de votar?

«¡Claro que sí!», apuesta Carlos Suarez, un puertorriqueño que dirige el master del Centro de Estudios Latinoamericanos y el Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Florida. «Cuando se supo que había contraído el Covid-19 llegaron por las redes mensajes de '¡Que te mejores!' escritos en rollos de papel de cocina». En la calle tampoco hay dudas. Al preguntarle a Nilda Gonzalez qué es lo que le gusta de Joe Biden, suelta el sandwich y se lo piensa un momento. «Que no es Trump», ataja.

El Partido Demócrata sabe que en ese rencor tiene una importante cantera de votos, pero hay que minarla. Para eso ha comprado los datos de cien millones de números de teléfono que empiezan con el prefijo 787 asignado a la isla caribeña, como los que conservan la mayoría de los que se mudaron al continente después de que el huracán devastara la isla. Las cuadrillas de voluntarios peinan la I-4 desde Daytona Beach hasta Tampa, concentrándose en la zona de Kissimmee que el mes pasado visitó el propio Biden con las estrellas que los boricuas ven por televisión: Ricky Martin, Eva Langoria y Luis Fonsi.

Los demócratas confían en que ese bloque de votantes compense el de los cubanoamericanos, venezolanos y nicaragüenses del sur del estado, tradicionalmente más conservadores y adscritos a cualquier presidente que ofrezca mano dura contra los dictadores de los que vienen huyendo. Nadie tiene dudas de que los puertorriqueños tienden a votar demócrata.

El censo confirma que en los últimos años la población puertorriqueña de Florida ha crecido hasta 1.190.000 personas y supone el 27% de la población, frente al 29% que representa el exilio cubano. «Y lo más importante, señala Carlos Vargas Ramos, investigador del Centro de Estudios Puertorriqueños de Hunter College: 871.000 tienen mas de 18 años y son elegibles para votar». Los evangélicos seguirán a Trump, porque el aborto es el único tema que les importa, pero una pequeña fracción de estos votantes sería suficiente para inclinar la balanza en el estado en el que, según los cálculos de Sharon Austin, profesora de Ciencias Políticas y editora de The American Political Science Review, los dos candidatos llegarán a la noche electoral con una diferencia de entre el 1% y el 2%

Las encuestas fallan

Solo hay un problema: «Los puertorriqueños no votan», observa Daniel Smith, investigador político de la Universidad de Florida y experto electoral. «He visto una y otra vez cómo el resultado de las encuestas con esa población no se traduce en votos». Su escepticismo se probó cierto en 2016, cuando solo participaron en las elecciones el 62% de los registrados para votar, costándole a Hillary Clinton el estado por apenas 112.000 votos y Pensilvania por 44.000 –el segundo destino de los refugiados puertorriqueños, también clave en el camino a la Casa Blanca-. Para cuando se celebraron las elecciones legislativas de 2018, con las ofensas de María aún frescas, los dos condados del área de Orlando con mayor concentración de puertorriqueños no sólo no habían registrado ningún incremento de votantes censados, sino que miles fueron purgados por llevar demasiado tiempo inactivos.

Era cuestión de prioridades. Les preocupaba más encontrar trabajo y poner comida en la mesa que registrarse para votar, algo que solo pueden hacer los que residan en alguno de los 50 estados de la Unión. «A mí ninguno de los candidatos me va a pagar las facturas», se defiende Jorge Rivera, que a los 56 años, después de toda una vida en EEUU, admite no haber votado nunca. «¿Para qué? ¿Para que ganen más chavos con mi voto? ¡Hasta Barack Obama salió rico de la Casa Blanca!».

Jack Hopkins, que organiza a las bases demócratas en el área de Orlando, admite que el partido no ha hecho un buen trabajo en movilizar ese voto, pero cree que esta vez puede ser diferente. Y no solo porque el rechazo a Trump genere el entusiasmo que le falta al exvicepresidente de Obama, sino porque el partido ha entendido que tiene que trabajarse esos votos.

«Queremos identificar a los refugiados de María que se vieron obligados a mudarse al continente», contó en teleconferencia de prensa Tom Perez, secretario general de la formación. Vargas-Ramos anticipa que tres años después muchos de esos refugiados se habrán vuelto a casa, pero el esfuerzo puede ser muy efectivo entre quienes les acogieron en Florida o se movilizaron para socorrer a Puerto Rico durante la tragedia.

Estados clave

La victoria de Biden pasa necesariamente por ganar al menos uno de esos dos Estados en los que se asienta la población puertorriqueña, Florida y Pensilvania. «No es exagerado decir que el futuro de nuestro país depende de que los hispanos tengan las oportunidades y herramientas que necesitan para tener éxito», les dijo el propio candidato demócrata cuando los visitó.

Al ritmo de la música les prometió perdonar la deuda a la isla e invertir en infraestructura para que el Gobierno local pueda levantar cabeza, porque «pese a llevar cuatro años en el poder el presidente Trump no parece entender que los habitantes del pueblo de Puerto Rico son ciudadanos estadounidenses». A los tres días el mandatario vio la amenaza y anunció 13.000 millones de ayudas que, luego se ha sabido, tenían trampa, porque incluyen una partida de 9.600 ya aprobados por el Congreso que no se había dotado de fondos.

Suárez piensa que no les ha engañado, aunque siempre cae algún ingenuo. Como la madre de Joanna Gómez, una dominicana que este año se ha naturalizado estadounidense. «No se atreva usted a votar por Trump», le advirtió a su madre. «Es que ha dado ayudas...», balbuceaba ella. «¡No ha dado nada!», la interrumpió su hija. «Bueno, pues no voto por ninguno», resolvió la anciana. «De eso nada. El 3 de noviembre (día de la votación) la llevo yo misma». Puede que Biden no entusiasme a muchos, pero las ofensas de Trump amenazan con pasarle factura en este juicio final que se celebra en las urnas.

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