García-Page, condenado a obtener la mayoría absoluta para continuar

En 2013, el PP de María Dolores de Cospedal llevó a cabo una reforma electoral, blindada en el Estatuto de Autonomía, que rebajó el número de diputados de la Cámara legislativa desde los 49 hasta los 33 actuales. Los populares creían que la modificación les beneficiaría. Y lo hizo. Sirvió para situarles en los comicios de 2015, con 16 escaños, por delante del PSOE (14) en lugar de por detrás, con 20 frente a 21. Pero eso no fue suficiente, porque, a pesar de que el cambio favorecía el bipartidismo, Podemos logró superar la elevada barrera resultante para tener representación (3) y Ciudadanos, con un 8,49% de los votos, se quedó fuera. En 2019 ocurrió a la inversa.

Ahora, todo apunta a que el tercer partido del Parlamento será Vox. Sin embargo, los socialistas confían en que ni siquiera unida la derecha pueda vencerles. Y ahí está una de las claves de la enorme distancia que García- Page no duda en escenificar respecto Sánchez; sobre todo, respecto a su política de alianzas con Podemos y, especialmente, con ERC y EH Bildu, más que en lo que se refiere a su gestión.

La sociología de Castilla-La Mancha es particular y, pese a los triunfos socialistas, en los que ha tenido gran importancia el perfil de sus líderes regionales –José Bono, José María Barreda y, ahora, García-Page–, posee un sesgo conservador que suele apreciarse en generales. Si en las autonómicas de 2019 el PSOE venció al PP y Vox juntos con el 44% de los votos frente al 39,8% de estos, en las legislativas que tuvieron lugar en noviembre de ese mismo año Casado y Abascal lograron en la región el 49% frente al 42,7% del Sánchez y Pablo Iglesias.

La proximidad a Madrid hace además que el electorado castellano-manchego sea muy sensible a los debates que se suscitan en este territorio vecino que, a su vez, suele estar más influido por las dinámicas de la política nacional. Eso ocurre de manera especial en las provincias colindantes, en las que existen núcleos residenciales de población en la práctica madrileños, lo que los socialistas llaman «los vomitorios» de Madrid. Es ahí donde más pudo percibirse hace seis meses, en los seguimientos demoscópicos, el impacto de polémicas como la de la ley del 'solo sí es sí', la derogación de la sedición y la reforma de la malversación (estas dos últimas cesiones a Esquerra).

Más que el PP, a García-Page le inquieta Vox. Las peculiaridades de la ley d'Hont (que logra un reparto proporcional de escaños si la circunscripción es grande, pero mucho menos plural en caso contrario) hacen que sea el crecimiento de la ultraderecha lo que amenace su continuidad, porque su distancia respecto al popular Paco Núñez, todavía mucho menos conocido que él, le ofrece un colchón suficiente para que las ganancias que éste pueda tener no sean a costa de escaños del PSOE. El «con Bildu ni a la vuelta de la esquina» que espetó este domingo en el único mitin que compartirá con Sánchez en toda la campaña se explica en ese contexto.