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El sector de los parques de atracciones y temáticos sigue inmerso en su particular montaña rusa provocada por la pandemia de la covid-19 y la crisis económica generada por la misma. Si en 2020 sufrió una caída casi en picado, con un recorte en la facturación cercano al 80% –unos 480 millones de euros menos que en 2019, su último año 'normal' y eso solo en ingresos directos–, este año toca remontar el vuelo.
De hecho, las previsiones que maneja la patronal ya indican un crecimiento respecto al último ejercicio, lastrado por los confinamientos de la primavera y los cierres territoriales del otoño, al estimar que en 2021 registrarán entre un 40% y un 50% menos de las cifras de negocio y visitantes que tuvieron en 2019. Esto es, llegarían a tener entre 13 y 15 millones de visitantes. Pero buena parte de ellos ya perdió la campaña de primavera ya que solo pudieron abrir en algunas comunidades y sin clientes del resto.
El más madrugador fue Puy du Fou que, gracias a sus casi 30 hectáreas de espacios abiertos y su carácter eminentemente teatral (su oferta se centra en espectáculos, exhibiciones, restauración y compras), reabrió a finales de marzo. Situado en Toledo, no recibió hasta el fin del estado de alarma llegadas de otras comunidades, aunque prevé acoger hasta 600.000 visitantes en los seis meses de su campaña anual. En el extremo contrario está Terra Mítica.
300 millones de euros es lo que dejaría de ingresar este año el sector a nivel nacional y solo en facturación directa si se confirman sus previsiones de caída de un 50% respecto a 2019, su último año 'normal'.
Sus puertas abrían este sábado tras meses cerradas y solo para las dos áreas que concentran su oferta de entretenimiento. Prefieren ser cautos ante el descenso del turismo extranjero (hasta mayo, un 89% menos que en 2019 a nivel nacional). Y es que Benidorm, situada muy cerca y casi una colonia británica en otros períodos estivales, ha acusado mucho las restricciones del Reino Unido hacia otros países.
El Parque Warner y el Parque de Atracciones de Madrid también fueron de los primeros en volver a reunirse con el público tras un 2020 en el que sufrieron las mayores caídas de afluencia de su historia, aunque las campañas de Halloween y Navidad no les fueron tan mal como temían. Peor fue el caso de PortAventura, líder nacional y sexto parque más visitado de Europa, pues desde octubre tuvo que echar el cierre por la normativa regional (Cataluña prohibió entonces las aperturas de parques de atracciones).
El mayor complejo de ocio del país reabrió a finales de mayo y lo hizo, como la mayoría, con dos ausencias sensibles para el público en general: sin desfiles ni espectáculos de fuegos artificiales.
La máxima general en el sector es evitar en lo posible las concentraciones, por lo que, además de reducir aforos (sobre todo en espectáculos en recintos cerrados), se pide mantener la distancia de seguridad y llevar la mascarilla puesta, aparte de las medidas de higiene habituales y las desarrolladas por las empresas. Según la Asociación Española de Parques de Atracciones y Temáticos (AEPA), han invertido más de diez millones de euros en ello.
Este esfuerzo y el mantenimiento en general del empleo (85.000 puestos) tras los ERTE, aunque sí ha bajado la contratación de eventuales, ha llevado a la patronal a insistir en que se les rebaje el IVA al 10% como al cine y al teatro. «También formamos parte de la cultura –se quejan–, además de ser un motor para el turismo». Además, por bien que les fuera este año, no prevén salir de la crisis hasta 2023, «al menos».
Asimismo, los parques acuáticos han entrado en la nueva normalidad reabriendo desde finales de junio. Como en las playas, la mascarilla no es necesaria para tomar el sol, bañarse o probar un refrigerio. En su caso, con menos tiempo y restricciones de aforo toda la campaña (al 50%), la merma de ingresos aún será notable respecto al período prepandemia.
Y es que los parques principales sí esperan recobrar niveles más altos de aforo, incluso cercanos al 100%, a finales de verano si las autoridades lo permiten. Dependerá mucho de la aparición de nuevos brotes –en los parques no se han registrado en 2020 ni 2021–, algo que preocupa porque la incidencia de la covid-19 está subiendo con fuerza entre la población de 20 a 40 años, que representa buena parte de su clientela. Por eso no bajarán la guardia sanitaria en estos meses.
A nivel internacional, la incertidumbre tampoco termina de despejarse. El informe TEA/AECOM, verdadero referente mundial del sector, ha pospuesto su edición de 2020 ante la complejidad de hacer cualquier comparación por los cierres de muchas instalaciones durante meses.
En California, donde están los grandes parques temáticos de Disney y Universal, entre otros, se esperaba eliminar ya buena parte de sus restricciones. El emporio del ratón Mickey, que retornó a los beneficios en su segundo trimestre fiscal (aunque hasta marzo aún estimaba un impacto adverso de 1.200 millones de dólares en la división de parques y experiencias por la pandemia), reabrió Disneyland París en junio.
Han sido, sin duda, de los colectivos peor parados por la crisis que ha provocado esta pandemia. Feriantes, orquestas y circos. Ninguno pudo trabajar en 2020 por las restricciones sanitarias y este año algunos solo empezaron a hacerlo a finales de primavera y con cuentagotas, casi en experiencias piloto que les puedan servir para este verano.
Dependen fundamentalmente de las contrataciones de las administraciones locales, pero la normativa sobre la covid-19 es regional. Y en esa incertidumbre territorial el sector apenas logra ver aún la luz al final del túnel. Una de las alternativas que han planteado varios ayuntamientos es la creación de pequeños parques de atracciones temporales, normalmente en los recintos feriales de los municipios o en espacios similares, aunque muchas fiestas continúan suspendidas.
Esa alternativa podría valer para circos (con limitación de aforos y otras medidas) y feriantes, pero estos se han encontrado con vetos a los negocios ambulantes de hostelería –esto es, los puestos de comida de toda la vida–pues los consistorios pretenden evitar aglomeraciones. A su vez, las orquestas han de actuar en pabellones o similares con el público sentado, es decir, lejos de su tradición y con menos aforo.
El problema es la falta de uniformidad por territorios, a veces con cambios de reglas incluso entre ayuntamientos cercanos. Se quejan de estar discriminados respecto a los parques de atracciones oficiales y piden ayudas públicas, dado que bastantes (el 80% son autónomos de temporada) han subsistido solo con trabajos 'de parche' en otras actividades.
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