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Una insultante falta de fútbol que ya empieza a preocupar

Una insultante falta de fútbol que ya empieza a preocupar

Acarició la UD la victoria, aún sin merecerla, hasta el último minuto del partido. Los gallegos asestaron una puñalada letal en un Gran Canaria que acabó cabizbajo. Las Palmas terminó jugando con una defensa de cinco y pidiendo la hora.

Jueves, 1 de enero 1970

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Cuando se anunció el nombre de Manolo Jiménez, todo el mundo sabía que se iba a ver menos fútbol que el estaba acostumbrado a disfrutar por el recinto de Siete Palmas. Pero lo que nadie se imaginaba era que se iba a jugar tan poco. Y es que en doce jornadas de liga, la UD es un espejismo del equipo que podría llegar a ser. Hay materia prima para tocar el cielo. Jugones para combinar en corto, extremos para desbordar por fuera, delanteros para perforar y una defensa para salvar el fuerte con solvencia. Pero ni con esas. Cuesta la vida misma ver a Las Palmas trenzar jugadas en el balcón del área rival. La primera mitad de anoche fue un dolor a la vista de los más puristas del deporte rey.

No combinaba la Unión Deportiva ni por asomo. Tan solo cuando Sergio Araujo conectaba en la zona de tres cuartos parecía que podía pasar algo diferente. Insistió el técnico andaluz en el once que goleó al Numancia y con el que casi asalta Son Moix, con la única novedad de Deivid, que sustituía al lesionado David García. Lo que sí modificó fue el dibujo. Del 4-4-2 con bandas pasó al 4-4-2 en rombo, con Timor de ancla, Javi tirado a un lado, Galarreta al otro y Araujo de mediapunta. El Deportivo fue superior en el primer envite. De hecho, no hubo señales alentadoras del conjunto amarillo, que se fue a los vestuarios sabiendo que solo una acción individual podía cambiar el porvenir del duelo.

Y así fue. Dicho y hecho. Fuera Rubén Castro y dentro Tana. La primera acción del centrocampista insular acabó en gol. O mejor dicho, en golazo. El de San Cristóbal se la puso a Ruiz de Galarreta en la frontal del área y el vasco no se lo pensó dos veces. Armó el cañón y fusiló a Dani Giménez, que nada pudo hacer ante semejante zapatazo. Fue un buen golpe en beneficio local.

Un tanto que ayudó a que, por momentos, Las Palmas tocase. Un misil teledirigido que no debe maquillar ni esconder las carencias de un equipo que, por plantilla, galones y calidad debería ser dueño y señor de los partidos. O, al menos, proponerse a dominarlos. Con Tana sobre el terreno de juego todo fue a mejor. Nunca se esconde. Siente el fútbol y busca siempre alguien con quien asociarse. Aun así, no es suficiente. Sobre el verde hubo un equipo que quiso jugar al fútbol y otro que racaneó hasta el último minuto del choque.

Y eso fue lo que pasó. Las Palmas se adelantó y quiso jugar con el tiempo, ya que con el fútbol no podía competir con el Dépor. Tuvo el segundo en varios contragolpes muy mal finalizados. Se perdonó a un rival que luchó sin cesar y que acabó dejando sin palabras a la hinchada isleña. Los gallegos empataron sobre la bocina. Fue una auténtica puñalada en el corazón amarillo. Y un claro mensaje a Manolo Jiménez: en casa no se puede encerrar atrás. La Unión Deportiva es mucho más que eso. Aún hay tiempo para entenderlo y salir a matar en cada partido.

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