
Pedri: la melodía perfecta del alumno aventajado
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El tinerfeño orquestó todo el fútbol del Barça en su primer partido en el Gran Canaria como rival. Se marchó ovacionado y con reconocimientosSecciones
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El tinerfeño orquestó todo el fútbol del Barça en su primer partido en el Gran Canaria como rival. Se marchó ovacionado y con reconocimientosHay personas que dejan una huella imborrable en la vida de los demás. Que tienen aura. Gente a la que solo le puedes desear el bien. Claramente estamos hablando de Pedri González, que empezó su carrera hacia la gloria en el Gran Canaria, vestido de amarillo -y lo bien que le quedaba esa camiseta-. Se marchó dejando un pastizal en las arcas de la UD y con la gratitud del que se siente en deuda. Estuvo en la grada, con su familia, en el derbi del playoff de ascenso a Primera División contra el CDTenerife. Pero, por lesiones, jamás había jugado como enemigo en el recinto de Siete Palmas.
Pedri es, y siempre fue, ese alumno aventajado al que no le hacía falta aprenderse de memoria el tema entero. Ese crío al que el tiempo parecía no pasarle por encima. Menudo, fino. A veces, cuando quiebra entre muslos de elefantes y tipos de 190 centímetros, incluso hay quienes piensan que puede romperse. Su piernas son elásticas y sus tobillos de goma. Baila sobre el césped con una maestría que asusta.
Muestra la pelota y la esconde. Enseña el caramelo para dejar con las ganas. Para que creas que puedes robársela. En esa milésima de segundo, su cabeza va a más y busca el espacio exacto para hacerte daño. Para subir la marcha. Para dejar atrás a todos. Es la melodía perfecta. Y un privilegiado que vio crecer el Estadio de Gran Canaria y que a día de hoy es uno de los mejores futbolistas del mundo.
Capaz de flotar sobre el barro. Apto para hacer y deshacer a su antojo. Un virtuoso. Alguien especial que puede hacer fácil lo difícil. Que mejora a todo el que tiene a su alrededor y minimiza a los rivales. El tinerfeño es uno de esos jugadores por los que el aficionado de la UD sonríe con satisfacción. Porque sin su paso por Gran Canaria, seguramente, el mundo del fútbol se hubiese perdido todo el talento que desborda.
Todo pasa por sus botas y es normal. Aporta una clarividencia absoluta. Su superioridad es notoria. Probablemente sea, ahora mismo, el mejor centrocampista del momento. El balón va siempre a su zona. Unas veces porque sus compañeros le buscan, otras porque está en el sitio exacto en el momento que pide el partido. Cuando Las Palmas quiso romper el encuentro, que se basara en idas y venidas, el de Tegueste cogió el timón para bajar el ritmo. Cuando al Barça le interesó meter nervio al asunto, Pedri elegía siempre el pase perfecto para romper líneas.
Seguramente no fuera su partido más vistoso. Es más, Javi Muñoz, su sombra durante toda la noche, lo amarró todo lo que pudo. Se jugó siempre a lo que Pedri González quiso. Es el termómetro perfecto. Pocos miden la temperatura de un enfrentamiento como el internacional con España. Bajó a recibir cuando fue necesario, aceleró cuando intuyó las debilidades de Las Palmas y temporizó cuando el líder FC Barcelona se puso por delante.
Lo más bonito es saber que la UD catapultó a Pedri hacia la gloria. Y que, probablemente, sin esa oportunidad estas líneas no serían posibles. El deporte y el Barça se habrían perdido semejante joya. En el 84 Flick le sustituyó. Sabía el alemán lo que le esperaba: miles de personas en pie coreando su nombre. Ovación atronadora. Al César lo que es del César y, a Pedri, lo que es de Pedri.
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