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I. S. ACEDO
Las Palmas de Gran Canaria
Viernes, 4 de septiembre 2020, 01:00
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La carrera de Tana, ahora marcada por un despido que le pone en la diana, ha estado marcada siempre por los extremos. Niño prodigio en la cantera de la UD, cuando sobresalió a nivel nacional en el torneo alevín de Brunete en 2002, pasó de ser bendecido por los expertos a transitar sin pena ni gloria por un sinfín de equipos en edad formativa (Acodetti, Unión Viera, categorías inferiores del Real Valladolid, Unión Viera, Villa de Santa Brígida y Vecindario) antes de regresar al club amarillo por gentileza y generosidad de Miguel Ángel Ramírez y Tonono, quienes le dieron una segunda oportunidad y le brindaron condiciones y entorno para enderezar su camino.
En 2012 se le hizo hueco en el equipo C, entonces entrenado por Santi Calvo. Debutó con la UD el 31 de agosto de 2013 frente al Éibar en el Gran Canaria y de la mano de Sergio Lobera, iniciando una trayectoria en la elite irregular y que únicamente arrojó luces en el etapa de Quique Setién en Primera División. Su golazo al Madrid en el recordado 3-3 en el Bernabéu, rompiéndole la cintura a Ramos con un quiebro genial, o su espuela en El Madrigal para el gol de Boateng y tras iniciar Viera con una parábola una jugada de museo y que dio la vuelta al mundo, dieron muestras de su talento descomunal... Pero a diferencia de Viera o de Vitolo que terminaron rompiendo el cascarón y alcanzaron la internacionalidad absoluta, Tana se quedó en el detalle, en la acción aislada de un partido, en una secuencia concreta y sin continuidad alguna. Así se explica que haya terminado como ahora, luego de que su estrella se fuese apagando desde aquella campaña 2016-17 que fue, con diferencia, la mejor de su vida. El posterior descenso a Segunda, sus deseos de irse, finalmente cumplidos una estancia que fue un fiasco en China, y el goteo interminable de desafortunados capítulos en su vida privada que trascendieron y le dieron pésima fama le han sepultado. Ni las palabras de Jonathan Viera señalándolo como su sucesor lograron revertir la caída libre de un Tana que jamás podrá quejarse de no disponer de oportunidades para levantarse cuando se cayó.
Estos últimos meses, marcados por su rol residual y estrella decreciente, han sido una metáfora de lo que estaba por venir. Porque a pocos pilla de sorpresa un desenlace traumático pero que se intuía por lo ocurrido en años precedentes. El despido fulminante cierra un ciclo en la UD que anunciaba grandes tiempos y se quedó en lo que se quedó: en lo que pudo ser y no fue.
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