Eric Hobsbawm, al hablar de «la invención de la tradición» (1981), sugiere como muchas tradiciones que, a priori, se toman como algo muy antiguo y enraizado, en «en realidad se han forjado recientemente, a menudo como respuesta a una nueva situación o un tiempo de crisis». Sin embargo, también pueden darse casos contrarios, cuando algo que todos sabemos de su relativa juventud, de su aparición como respuesta a una situación y a una necesidad clara de progreso, se instituyen en una verdadera tradición, en algo auténticamente identitario de una comunidad y de un lugar determinado, incluso en un auténtico hito comunitario que induce a la acción, al aglutinamiento comunitario, a la presencia y acción de ritos y rituales contemporáneos (Segalen, 2014).
Y esa presencia, esa fuerza, esa ilusión, forma parte de un tiempo y de un espíritu de progreso de esa sociedad, algo que nos recuerda aquella reflexión de Domingo J. Navarro (1895) sobre el progreso de la capital grancanaria, a finales del siglo XIX, cuando señalaba como «La ciudad de Las Palmas de Gran Canaria ya se halla hoy a inmensa distancia de lo que fue desde su fundación hasta casi fines de este siglo. Apareció como naciente oruga que había de crecer con precaria lentitud, para dormir después dilatados años convertida en inactiva crisálida. Hoy es una espléndida mariposa que llena de vida se eleva luciendo sus brillantes galas y su exuberante energía».
«Es una tradición que se alza para mirar al futuro, para hacer del deporte identidad y sentimiento»
Si hablamos de 'hito' se puede ir mucho más allá de una mención a un elemento pétreo, que señala algo de interés común, para adentrarnos en la representación de «persona, cosa o hecho clave y fundamental dentro de un ámbito o contexto»(DRAE, 2001). Así, hoy, 75 años después de aquel inolvidable lunes 22 de agosto de 1949, se puede afirmar, sin mayor duda, que la Unión Deportiva Las Palmas es uno de los grandes hitos de Gran Canaria en el siglo XX y en el actual. El equipo que, en su devenir, ha instituido verdaderas costumbres y rituales contemporáneos, que marcan y definen el acontecer de la vida cotidiana local, conlleva un bagaje simbólico muy rico, que habilita su tradición en setenta y cinco años que son verdadera memoria insular y objeto de legítima conmemoración. En nuestro tiempo la UD Las Palmas, más allá de lógicos vaivenes y resultados deportivos, constituye todo un «hecho clave y fundamental» en el seno de la sociedad grancanaria, a la que aporta identidad, formas de ser y estar, así como un halo de trascendencia que normaliza un sentido de orgullo propio, incluso no siendo socio o seguidor del equipo.
Una inquietud, una ilusión, una esperanza que ya emanaba de las palabras del primer presidente del Club, D. José del Rio Amor, en la asamblea constituyente, celebrada a las 20 horas en un brillante atardecer estival isleño, en los salones del antiguo edificio del Real Club Náutico de Gran Canaria, en el corazón del Puerto de La Luz, cuando afirmaba, según crónica periodística del día siguiente, como «… con la valiosa ayuda de los elementos que componen la Junta, héroes del futbol canario por la labor titánica realizada en sus respectivos clubs en esta difícil época que atraviesa el deporte en Canarias, llegará a las metas ansiadas para el más brillante porvenir del equipo recién creado. Espera de ellos todo y él estará –dijo- siempre en el primer puesto para hacer realidad el anhelo entusiasta de sus colaboradores». El primer presidente, como también resaltaba la prensa, era «un viejo deportista, persona muy conocida en la población por sus valores personales y culturales, con capacidad intelectual suficiente para coronar con el mayor de los éxitos la obra deportiva que se iniciaba».
Una tradición y un enraizamiento que también debe mucho a la entrega generosa y decidida –pese a los muchos inconvenientes y hasta dificultades económicas que debieron asumir entonces- de los clubes que resolvieron aunarse, entregando su protagonismo en el fútbol canario y su posición en primera línea deportiva, para que aflorara un equipo que, remedando a Domingo J. Navarro, fuera «una espléndida mariposa que llena de vida se eleva luciendo sus brillantes galas y su exuberante energía». Por ello son clubes que no se pueden olvidar en este 75 Aniversario, el Marino C.F., el Atlético Club, el Real Club Victoria, el Arenas Club o C.D. Gran Canaria, este último no dudó en entregar su propia sede social, en la Plazoleta de Luis Antúnez, donde quedó fijada la sede social del nuevo club, y que están presente en el propio escudo de la UD Las Palmas, para cuya concepción se remitió el 1 de septiembre de 1949 una carta al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, redactada por el primer administrativo de la entidad, D. Lázaro Guerra Pérez, pidiendo autorización para utilizar como escudo el propio de la ciudad y como colores los de la isla, azul y amarillo, que se han mantenido a lo largo de toda su historia, contribuyendo simbólica y efectivamente a esa identificación profunda del equipo con su tierra y sus gentes.
«Si hablamos de 'hito' se puede ir mucho más allá de una mención a un elemento pétreo»
Una gran ilusión que, desde el primer momento, iba incluso más allá del mismo futbol, tal como se desprende de una crónica firmada por el entonces popular columnista Quico, para la que «Gran Canaria, bajo la sombra de sus atletas, está bordando una bandera deportiva que debe pasearse orgullosa y triunfante por el mismo camino que siguen los fuertes, los más hábiles, los de más hondo nervio. Hemos de ver en el nuevo y potente equipo canario la revalorización de nuestro fútbol como primer eslabón de una cadena labrada a fuerza de golpes de triunfos de todas nuestras actividades deportivas. No lo hagamos por el fútbol, por el boxeo, natación, lucha, baloncesto, tenis, etc.; hagámoslo por lo que nos hace suspirar muy hondo: por la tierra en que nacimos, por Canarias», un testigo que en la actualidad ha recogido la Fundación de la UD Las Palmas que apoya eficazmente a otros muchos deportes y deportistas.
Si tras aquel primer entrenamiento de la UD Las Palmas, el viernes 16 de septiembre de 1949 se pudo afirmar «…que las cosas van mejor, muchísimo mejor, que hasta hace una semana y los que no creían en el proyecto, lo mismo aficionados que jugadores, al ver el entusiasmo reinante el viernes en el Estadio, han hecho pública adhesión al deseo de la mayoría», hoy, 75 años después, se puede decir que van definitivamente mejor y que la UD Las Palmas es pasión grancanaria, que es una tradición que se alza para mirar al futuro, para hacer del deporte identidad y sentimiento.
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