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PEDRO REYES
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Domingo, 24 de enero 2021, 00:00
Con 65 años dedicados a la lucha canaria en todas sus facetas, a José Ruano Pérez, más conocido por Pepín Ruano, se le seguía viendo cada semana en los terreros disfrutando del deporte al que le está eternamente agradecido. «No entiendo a los luchadores veteranos que no ayudan a los equipos, aunque sea acudiendo a los terreros. Son muy pocos los que lo hacen cuando a muchos de ellos, la lucha se lo dio todo y es una manera de devolverlo», dice al pide de la playa de Salinetas, donde ahora vive.
Sus inicios en el vernáculo deporte se los debe a su padre. «Me llevaba al Estadio Insular a ver las grandes luchadas y desafíos que se hacían para ayudar a la UD Las Palmas a poder pagar los viajes, además que en San José donde vivía, los veía entrenar cerca de casa. Cuando el club amarillo lo necesitó, ahí estuvo la lucha y a lo mejor es hora que sea al revés. Me gustaría que algún día pudiera tener un equipo, como ya tuvo en su tiempo secciones de natación, atletismo o baloncesto femenino».
Comenzó con 15 años en el Adargoma. «Duré unos pocos meses, ya que para entrenar teníamos que usar la ropa usada de los veteranos, hecha de sacos de caña de azúcar de Cuba, y eso no me gustaba, por lo que decidí dejarla. Jugué al futbol en el Rehoyano y el Sporting San José, pero regresé a la lucha con 18 años, en el Vencedor, donde estuve buena parte de mi carrera. Por problemas con la directiva, dejé el club y pasé al Unión Sardina, Los Guanches de Arucas, Mogán y me retiré en el Adargoma».
Su lesión de menisco le impidió alargar su etapa de bregador, que duró hasta los 33 años. «Me operé de menisco con el doctor Ojeda, el médico de la UD Las Palmas, y volví a los terreros, pero ya mi rodilla no era la misma. Hay dos Pepín Ruano, antes y después de la operación, pues a partir de ahí, seguí con problemas, ya no era el de siempre y me tiró gente que no debía hacerlo, por lo que decidí retirarme».
En su etapa de luchador, también hacía las veces de mandador. «Como era el capitán, hacía también asumí esa responsabilidad», recalca.
Fue uno de los mejores luchadores en los finales de la década de los sesenta. «En Gran Canaria los tres mejores éramos Santiago Ojeda, Molina y yo. De hecho, fuimos a un programa en TVE en Madrid llamado 'La Unión hace la fuerza', lo presentaba Miguel Ors, por ser los más importantes luchadores, aunque el mejor era Santiago Ojeda, sin duda. Era el campeón, el santo y seña. Al menos tuve el privilegio de llevarlo a la arena un par de veces».
La manera de luchar de Pepín Ruano era la misma que los hombres de estatura, pero con una particularidad. «Los altos tenemos como mejor maña la cadera, pero yo también era contrista, partía muy bien las burras y las pardeleras. Hacía buenos cangos, defendiéndome bien de las cogidas de muslo. También utilizaba una contraburra que hizo célebre Cándido Matoso, yo hacía sus contras».
Aunque en la actualidad, a sus 80 años, no se desvincula de la lucha, cree que hay mucha diferencia entre cómo se luchaba y ahora. «Antes se iba a luchar como lo hace, por ejemplo, el Caniche, Juan Alberto Ramírez. Se iba a luchar, a tirar al contrario, ahora se va a no caer. En mi época, los luchadores vivían del público, no teníamos ficha. Ahora se vive de la ficha, de cuanto me pagan. Los veo haciendo pesas y otras actividades físicas de fuerza y eso me da repelús. En mi tiempo era todo técnica y ahora van a empujones, a tronchar. A muchos de los luchadores les falta conocimiento de las mañas».
No entiende como la técnica está cada vez más olvidada. «Hay que ir a luchar, aprovechar la fuerza del contrario, a desequilibrarlo. Veo lastimoso que hasta los juveniles cobren dinero. He visto luchadores cadetes a los queel mandador le pide que aguante y salen separados. No entiendo que se les digan a dos niños que se separen y encima se les felicite por ello. Si no se les inculca lo de ir a derribar al contrario, mal vamos y por desgracia eso es bastante habitual en la actualidad y es lo que nos diferencia. La mentalidad ha cambiado. Se debería volver a normas del pasado para evitarlo, que, si se separan, vuelvan a agarrar de nuevo al final. Es lastimoso que te echen por no luchar, pues solo importa obtener el punto como sea ya que es lo que justifica la ficha. La Federación debería buscar una solución a las separadas pues hacen mucho daño a nuestro deporte. Es algo que no puede ser decisivo, por eso habrá que buscar algo para remediarlo. Al menos, así lo sugiero desde mi entender».
Sobre alguno de sus mejores momentos como luchador, recuerda uno en especial. «Fue un día que luchamos contra el Santa Cruz y tiré a cinco luchadores del equipo tinerfeño, que era una auténtica selección. Carampìn vino de Venezuela y luchó contra Abel Cárdenes y al final de la luchada dijo que Las Palmas no tenía nada, solo Abel Cárdenes y al muchacho ese. Ese chico era yo. El Santa Cruz tenía un equipazo, era una selección pues metía a los luchadores a trabajar en la refinería y todos los buenos entraban ahí. En esos años, los luchadores buscaban un trabajo y por eso hay muchos policías y bomberos que fueron bregadores antes de emplearse, tras su retirada, en otras labores también destinadas al servicio de la sociedad».
«De los luchadores actuales, además del Caniche, los puntales que más me agradan son Miguel Hernández, El majorero, y Eusebio Ledesma, pero me impresiona lo que ha hecho Mamadou Cámara», dice. A lo largo de la historia, tiene claro quiénes son sus favoritos. «Los mejores luchadores que he visto son Alfredo Marín, el Palmero, que era técnica pura y Manuel Marrero, el Pollo del Buen Lugar, que además de técnica tenía una potencia impresionante. Fue la mejor persona que he conocido en la lucha canaria», concluye, emocionado, en su repaso a figuras que fueron y que, para él, siguen siendo grandes.
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