Aston Martin ya es el último de la fila

Ver a Fernando Alonso y a Lance Stroll en las últimas posiciones no es una forma de hablar: literalmente fueron penúltimo y último. Un desastre que nadie tenía previsto, especialmente después de que el canadiense, que se ha confirmado por el inesperado líder del equipo, obtuviese un más que decente quinto puesto en la caótica carrera ak sprint del sábado. Sin hacer ruido, solo esquivando los problemas, Stroll ha sabido maximizar las escasas oportunidades que se le han brindado este año y, pese a su evidente carencia de talento, ha sido capaz de llevar todos los puntos que tiene la escuadra que preside su padre.

En el otro lado está Fernando Alonso. El bicampeón asturiano se ha topado este fin de semana con infinidad de problemas, desde el kamikaze Liam Lawson -que hasta en el desfile de coches de Lego estuvo zumbando a su lado-, pasando por una estrategia más que defectuosa por parte de su muro o un fallo propio de conducción que le hizo trompear este mismo domingo. No era tan habitual como es ahora ver a Alonso fallar como lo está haciendo.

La debacle es pública y notoria, y ya se hace muy difícil incluso para sus más acérrimos y militantes acólitos pensar en que este año se va a obtener ya no un resultado positivo o un podio, sino apenas un mínimo exigible para un piloto de su categoría. Cinco fines de semana, siete oportunidades para puntuar (cinco domingos y dos sábados de sprint) y cero puntos es un botín imposible de justificar acorde con sus expectativas. La espera hasta que llegue el coche creado por Adrian Newey en 2026 se está haciendo demasiado larga.

No se puede justificar solo porque el AMR25 sea digno de los motes que circulan en redes sobre él: Tractor Martin, Alsa Martin, Lento Martin… El trompo de Alonso del domingo es una punzada en los que le veían como un piloto infalible carrera a carrera, una fama ganada y merecida a pulso vista su trayectoria prácticamente sin mácula en este sentido. El problema es que, como pasó con el accidente de Lawson del sábado, Alonso y Aston Martin en general no se merecen estar peleando con el ínclito neozelandés del anteriormente conocido como Toro Rosso o con Ollie Bearman, el talentoso novato de Haas.

«El trompo no cambió nada. Perdí cinco segundos y diez vueltas después alcancé al mismo grupo de coches y seguía en el mismo lugar», reflexionaba Alonso después de la carrera, cuyo diagnóstico iba más allá. Y es que puntuar no es algo que entre en sus planes en términos normales. «Coger puntos pasa porque haya caos o una bomba atómica y eso pasa una vez cada diez o doce carreras», se resignaba el español. Intentando sacar el titular optimista para vender el pollino, el reportero de la televisión con los derechos de retransmisión en España le cuestionaba a Alonso sobre las piezas nuevas que Aston Martin llevará en Imola, la siguiente cita del campeonato del mundo. Alonso zanjó el asunto: esa narrativa ya solo se la creen los incautos que piensan que solo el equipo donde milita el asturiano es el que trabaja por mejorar.

«Llegarán piezas nuevas, pero llegarán para todos. Normalmente solo hablamos de las de Aston Martin como si los demás estuviesen descansando. Todos mejoran el coche, lo que llevemos para Imola también lo llevarán nuestros rivales, todos traerán paquetes aerodinámicos. Intentaremos que el nuestro sea más grande, pero es lo que hay. Intentaremos mejorar como equipo todo lo que podamos y que la próxima vez que suceda algo extraño no fallar», suplicó el español, que con la llegada de nuevos aires europeos se aparten los nubarrones que le persiguen desde que comenzó esta temporada.