Los Rubios de Telde, una saga tan heterogénea como diferente
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José Navarro fue uno de los mejores luchadores de principios del siglo XX | Su hijo y su nieto siguieron su estela en este deportePedro Reyes
Las Palmas de Gran Canaria
Sábado, 3 de febrero 2024, 17:19
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Uno de los mejores luchadores canarios de final del siglo XIX y principios del siglo XX fue el teldense José Navarro, más conocido como el Rubio que, con su hijo y su nieto, formaron una saga de lo más peculiar y heterogénea que se recuerda, ya que fueron totalmente diferentes en todos los aspectos.
El primero fue un gran puntal de la época entre finales del siglo XIX y principio del siglo XX. Era fuerte y poderoso, con poquísimas agarradas perdidas durante su vida deportiva. Su hijo José sacó toda su sapiencia, la que vivió en los terreros de lucha, aunque fue un bregador que nunca compitió de manera oficial. Se dedicó más a enseñar a su hijo, ya que se le consideraba un erudito de la lucha canaria. El tercero, su nieto Pedro, fue un estilista reconocido de los 80-90 del pasado siglo y al que le llamaban en ocasiones, el Rubio II.
En el libro Historia de la lucha canaria, Telde 1870- 1985, de Santiago Henríquez, se pueden extraer, al igual que de algunos periódicos de la época, episodios de su vida: José Navarro el Rubio de Telde nació el 5 de abril de 1870 en San Juan -Telde- y comenzó desde muy niño a practicar la lucha canaria. Su gran corpulencia física y sus particulares mañas, como la cadera, levantada y desvíos, le hizo destacar a muy temprana edad.
Luego se fue a Cuba y tuvo grandes luchadas contra los herreños que allí habían llegado, llevando cientos de aficionados a los desafíos que se celebraban. En su mayor apogeo, el Rubio demostró que era un luchador astuto y con amplios conocimientos de técnicas de la lucha canaria, además de la preparación física y las dietas alimenticias de los deportistas, por lo que fue un adelantado de su tiempo y que se veía reflejado después en el terrero.
El Rubio, contado por él mismo, confirmaba que fue uno de los luchadores que menos agarradas perdió de la historia, hasta ese instante, ya que hizo alrededor de 60 desafíos y solo cayó en uno, con el galdense Miguel Cabrera Mandarria. Los famosos luchadores herreños de su tiempo, Ramón Méndez y Martín Hernández, también fueron derrotados en los desafíos realizados ante el teldense, demostrando el nivel que atesoraba.
La prensa de esos años llegó a decir en que el Rubio «dominó a Ramón Méndez como si fuera un muñeco», sin intención de ofender, puesto que era un luchador de fama reconocida y de gran fortaleza y eso fue lo que más extrañó a los asistentes al desafío, la facilidad con que había salido victorioso ante semejantes figuras luchísticas.
En su regreso a Gran Canaria, el Rubio se encontró que en los famosos duelos norte-sur que se realizaban en la isla, en el norte había un luchador que causaba grandes estragos en las filas sureñas, el Pollo de Reina. Así, el Rubio se dedicó a prepararse y les lanzó un desafío a cinco agarradas a un gran y fantástico bregador como el guiense.
Dicho desafío tuvo lugar el 16 de junio de 1906 en el Circo Cuyas, a beneficio de los niños pobres, dentro de un choque de selecciones norte y sur. El Rubio dio las tres consecutivas al norteño después de una brega reñida.
Recuerdan viejos aficionados de la época los desafíos en el Campo Canario contra el temible Francisco Machín de Lanzarote, que pesaba 130 kilos y tenía gran estatura y luchaba con el norte. Después de la misma, Machín retaba al Rubio y perdía por 3-0, después de haberlo vencido en la luchada, al igual que había hecho con Tabletas y Juan Castro, el tridente del conjunto de la selección del sur de la isla.
A finales de 1906 realizaba otra hazaña. Llegaba con retraso a la luchada entre las selecciones de Gran Canaria y El Hierro. Los herreños habían batido a los luchadores grancanarios. El Rubio saltó al terrero, animado por toda la afición de manera estridente y tumbaba a todos los componentes del conjunto herreño.
Se retiraba de la lucha en 1910, aunque siguió ligado al mundillo luchístico, haciendo de comisionado en las luchadas.
En septiembre de 1957 se le hizo un gran homenaje, en un encuentro que CANARIAS7 resaltó en el dominical del 15 de agosto de 2021 y que resultó todo un éxito, con un lleno en el Campo España, en un choque norte-sur. Fallecía tres años más tarde en su ciudad natal, a la edad de 90 años.
Pedro Navarro, que aunque no fue un puntal como su abuelo, fue un buen luchador, pero estilista y al que le llegaron a llamar el Rubio II, ya que su padre no luchó de manera oficial. Con papeles, recortes de periódicos, fotos y algunos trofeos llegaba a la cita el ya exluchador para la realización de este reportaje.
Cuestionado por la razón por la cual su padre, que no aparece en los libros luchísticos, no competía aseguró «luchaba muy bien, y era un sabio de la lucha. Tenía grandes conocimientos de la misma porque se la había inculcado durante muchos años mi abuelo. Él no se encontraba físicamente con la altura y peso adecuado para competir, y más siendo hijo de quien era, por lo que solo luchaba en encuentros benéficos o de homenajes a otros luchadores, pero jamás en competición oficial ni en ningún equipo. Era un amante de la lucha, la vivía intensamente. Todo lo que aprendí se lo debo a él. Después de cada luchada, me cogía en casa y me corregía los fallos que había tenido y me enseñaba cada día más».
Ya que José Navarro hijo no tenía cuerpo de luchador, pero sí una mente privilegiada para la lucha, se dedicó toda su vida a enseñar a su hijo Pedro y a seguirlo por donde luchara. «Era todo un fuera de serie de la lucha, conocía muy bien este deporte. Sabía enseñar y, de hecho, todo lo que demostré en el terrero fue obra suya. Siempre estaba en la grada ayudándome y dándome indicaciones de lo que tenía que hacer para derribar a mis adversarios», relata. De ahí que José hijo no tuviera el apodo de Rubio II que sí le fue puesto al nieto, Pedro Navarro.
El tercero de la saga, Pedro, comenzó a luchar a los seis años y fue el máximo tumbador en infantiles en Telde. Estuvo durante 20 años en el Castro Morales, además de un año en las Huesas. Fue un reconocido estilista y ya en juveniles ganó con Castro Morales el campeonato de Gran Canaria. «En los 80 y 90 era estilista y tiré a puntales C y B. Por abajo era muy técnico y nadie me tiraba, por lo que los equipos tenían que sacar a sus puntales A para poder llevarme a la arena. Ya que a los B y C los podía tirar yo. Se me consideraba peligroso por mi sacón de sobaco, el traspiés, pues a pesar de que era un hombre de 75 kilos, la técnica que me enseñaron me ayudó con luchadores de mayor peso y envergadura».
Tiene otro familiar que también luchó. «En la familia hay un sobrino que fue luchador, Kiova, que luchó en el Castro Morales y en el Adargoma, llegando a ser destacado», cuenta orgulloso.
Se mostraba satisfecho con que su lucha era prácticamente única. «La gente me decía que mi sacón de sobaco con media cadera y traspiés, poca genta la había hecho. Juan Suárez fue el que me la enseñó. El propio Juan me dijo que el día que tiré a varios luchadores del Roque Nublo que me doblaban en peso, que lo que hice, jamás se lo había visto hacer a nadie, ya que eran muy superiores en envergadura, peso y altura, pero con mi maña pude con ellos. Esta fue mi mejor luchada y uno de los mejores momentos en un terrero, porque no la gané yo, la ganó mi padre desde la grada. Todas las noches al acostarme lo veo allí. Recuerdo las ovaciones».
Tuvo otros instantes sublimes. «En la final de la Liga Regional, ante el Rosario de Valle Guerra, fui el único que pudo darle una lucha a Isaac Cabrera de Tenerife y en la televisión comentaron, que habían sido una de las agarradas más espectaculares que habían presenciado, tanto Pitti como Pepín Ruano que la estaba comentando. Empatamos la luchada, pero perdimos el título por las amonestaciones».
No recuerda malos momentos. «Fui subcampeón de Gran Canaria en mi peso y siempre destacaba. Las lesiones importantes me respetaron y no tuve nada grave, por eso no me puedo quejar».
Siempre ha estado a la sombra de su abuelo y la gente mayor le decía medio en broma, medio en serio, que no era la sombra de, José Navarro el Rubio. «Mi respuesta es que, a pesar de ello, tire tantos hombres como mi abuelo y entre ellos a puntales, ya que en cada luchada no tiraba menos de tres adversarios, pero yo con mi peso y mi envergadura no me podía comparar con la fortaleza de mi abuelo, pero me quedo satisfecho con lo que hice en la lucha. Con el poco peso que tenía atacaba a la voz de pito y me daba en cuerpo y alma a la lucha. En el 93 estuve en la elección de Canarias en la Aldea y me consideraban un comodín, que nunca fallaba me sacaran en cualquier silla».
Su gran ídolo es Loreto IV. «No he visto luchador como Antonio González Loreto IV, el que más me ha impactado y del que aprendí solo de verlo, su cogida de tobillo y la media cadera», concluye.
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