Los goles en Riazor deben ser el inicio
Se presentaba la UD en Riazor con muchas urgencias. Las cinco derrotas pesaban en la espalda como una mochila de piedras y la ansiedad podía jugar una mala pasada a los pupilos de Ayestarán. Pero, como siempre, en tiempos de crisis, Las Palmas tocó fondo y se levantó con orgullo.
Kevin Fontecha y La Coruña - Enviado Especial
Viernes, 27 de octubre 2017, 21:47
El representativo aguantó el empuje de los blanquiazules y creció acariciando el esférico. Había insistido Ayestarán desde su llegada que quería que la UD volviera a sus orígenes y ya se empezaba a dudar de que pudiera hacerse realidad, pero en La Coruña la escuadra grancanaria dio pinceladas que invitan a creer en su resurrección. El doble pivote al fin funcionó, con la ayuda de un Jonathan Viera que, siendo líder del equipo, se siente como pez en el agua. Javi y Vicente se entendieron, se ayudaron y tejieron puentes entre la defensa y la zona de tres cuartos.
Fundamental fue también la figura de Víctor Machín. El extremo recordó, aunque aún está bastante lejos, al Vitolo de las tres finales de la Europa League con el Sevilla. Le sigue faltando esa chispa que se gana con el ritmo de competición, pero el 20 canario fue un puñal por ambas bandas. Era lo que se esperaba de él cuando se confirmó su vuelta a la isla y, pasaba el tiempo, mientras que el hijo pródigo no parecía ser la bala que fue siempre. Pero el jueves despertó la bestia. Envió un balón al palo, forzó faltas, desbordó y no paró. Cuando no estaba en la izquierda o en la derecha, caía por la zona central del campo para crear juego y desatascar el encuentro. Hiperactivo y descarado, credenciales inmejorables para el renacer de la UD.
Con el toque de balón en la medular, de un lado a otro, el Deportivo se abría y Las Palmas comenzaba a mandar. De Vitolo nació el primer gol del partido, también el segundo. En ambas jugadas fue decisivo. Al igual que Momo, quien no solo aportó goles, sino que participó en la creación y se sacrificó en defensa como nunca. «Sacrificio y unión», premisa que pedía y exigía el preparador guipuzcoano a los suyos. Y sus hombres respondieron. Lo hicieron cuando más lo necesitaban el pulmón amarillo. Cuando parecía que no lo llegaba el aire a la UD, la unidad regaló una vida extra. Una bombona de oxígeno que espantaba los fantasmas y mostraba el camino hacia la tranquilidad a la plantilla canaria.
Con el marcador a favor, la presión bajo y Las Palmas se encontró así misma. Dani y Simón volaban en sus bandas. Vitolo conectaba con Viera. Vicente y Javi se cubrían las espaldas. Bigas y Lemos frenaban a Lucas. Momo a lo suyo, dando un recital, y Tana descolocando a la defensa rival con sus continuos movimientos.
Especial fue también el partido de Raúl Lizoain, actor principal de la victoria en Riazor. Debutaba esta temporada y cuajó uno de sus mejores encuentros en el primer equipo. Salvo el cabezazo de Lucas, lo paró todo. Y, además, sus intervenciones fueron estelares. Cuando más achicaba el Dépor, Lizoain se empeñaba en reivindicarse. O si no, que le pregunten a Fede Valverde. El debate en la portería parecía zanjado. Pero los 12 goles en los tres últimos choques de Chichizola y la actuación del canterano puede que le hayan abierto la titularidad. El lunes, en Liga, ante el mismo rival, Ayestarán deberá decidir si da continuidad al once que asaltó Riazor o si introduce novedades. Y la portería estará, sin duda, en el punto de mira.
Otra de las claves de la mejoría del equipo fue la pegada. El ataque aprovechó las oportunidades que tuvo y no se conformó con vencer por la mínima.