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Bolt hubiera ganado con alpargatas

Bolt hubiera ganado con alpargatas

martín fiz

Domingo, 1 de agosto 2021, 16:17

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Mi actual función de comentarista me ha dado la oportunidad de analizar las diferentes disciplinas que abarca el atletismo. Abordar la final de los 100 metros ha sido como comparar la velocidad de Usain Bolt con la resistencia del maratoniano Eliud Kipchoge, una radiografía donde he tenido que estudiar hasta el más pequeño de los detalles. Las dos pruebas, 100 metros y maratón, son el paraíso del atletismo y aunque muchos crean que hay gran diferencia entre ambas, verán que no se distinguen mucho una de otra, solo en la distancia.

Son como primos hermanos. Tanto los 100 metros como los 42 kilómetros son apasionantes y aquellos y aquellas que los practican saben que es necesario armarse de velocidad y resistencia para aspirar al oro. Mientras el velocista necesita de un portentoso ejército de fibras blancas, rápidas y fuertes, ideales para hazañas breves e intensas, el maratoniano es más de un plato de legumbres, de tirar de fibras rojas, largas, lentas, cuya resistencia le permitirá mantener la tensión muscular de forma continuada. Al final, lo importante es llegar el primero e incluso alcanzar un récord.

Me decía el profesor José Luis López, sabio de las pruebas rápidas donde los haya, que Usain Bolt ganaba y alcanzaba los récords por su rapidez, pero lo que le diferenciaba de sus rivales era su resistencia. Antes de llegar a los 70 metros alcanzaba su velocidad máxima: casi 45km/h. Y he aquí su principal característica, mientras él era capaz de mantener esa velocidad durante más de 20 metros, sus rivales lo hacían durante 10. Los últimos 20 metros de Bolt eran demoledores, basados en su velocidad y resistencia. Pero le fallaba practicar la técnica de salida, porque su tiempo de reacción no acostumbraba a ser el mejor de los ocho finalistas.

Me hubiera gustado ver sobre la pista a Carl Lewis ('El hijo del Viento') y al jamaicano corriendo un 100 o un 200, incluso sin ellos, con atletas de otra generación; Baker, Kerley, Su, Sibane, Jacobs, Kerley…veremos como se irán aproximando a los récords del jamaicano. Decía Bolt que si él se hubiera calzado esas zapatillas de fibra de carbono hubiera corrido los 100 metros metros en 40 zancadas. Un suspiro, todo hubiera ocurrido en menos de nueve segundos. Jesse Owens (campeón oímpico en Berlín'36) nunca se quejó de sus zapatillas ni siquiera de correr en pistas de tierra en vez de hacerlo en material sintético….Innovación, Sr. Bolt. Visto lo que he visto y sin menospreciar a nadie, en la final de este domingo hubieses ganado con alpargatas.

Ocho atletas en la salida de una final de los 100 metros que ya se presumía como muy abierta; todos ellos con los ojos bien despiertos y cada cual manteniendo sus excentricidades. Mientras uno se golpea los cuádriceps, el otro optaba por darse bofetadas. Lo tienen claro, tienen que estar activados y bien despiertos. Alguno prefirió rezar a sus dioses o golpearse y besar el escudo de su patria. Saltan en el sitio, se apagan las luces, todo esta más que medido.

El 'speaker' les presenta uno a uno y saludan ¿A quién? No hay público. Es un tic mecanizado; tirar besos, mostrar sus tatuajes, saludar a la grada aunque no haya público. En la calle 4 y 5 están los mejores, se las ganaron en las semifinales. ¡Tensión! Todos a sus puestos. Nada de salidas nulas, pero Hughes, el británico, quiere ganar ventaja y entonces se va a la calle. Nula. Quedan siete. Como si se tratara de caballos pura sangre, antes de colocar los pies en los tacos de salida pegan una coz al cielo para relajarse. Respiran profundamente. Tic, tac, 200 pulsaciones.

En los primeros veinte metros no levantan cabeza. Kerley se adelanta, todo está muy igualado pero Jacobs, viniendo desde atrás, progresa adecuadamente; es como un Bolt con menos galones, se va solo y no quiere saber nada de nadie. Los demás le miran de reojo como queriéndole decir y ¡tú de que vas!, ni eres yanqui ni jamaicano, te vas a hundir. Faltan 20 metros (una eternidad), Kerley pierde fuelle, Andre Degrase progresa y Jacobs, un tipo muy grande con un estilo poco elegante, saca fuerzas de esos músculos que se esconden en los lugares más recónditos que existen en su cuerpo.

Llega su momento, esa combinación de velocidad y resistencia que hizo grande a Bolt y a Kipchoge le ayudan a resistir para llevarse el oro olímpico. Jacobs estuvo excelente, paró el cronometro en 9.80, nuevo récord de Europa. Pero como siempre hay un 'pero', sus rivales estuvieron muy por debajo de una final olímpica. Y todo esto ocurrió lejos de las marcas a las que Usain Bolt nos tenía acostumbrado.

No pretendo comparar esta final con las que vimos ganar al jamaicano. De las cuatro últimas citas olímpicas, esta ha sido la más descafeinada. Ya sé que estamos ante un cambio generacional, diamantes sin pulir que no brillaron como en su día lo hicieron Owens, Lewis o Bolt. Sólo espero, y por el bien de nuestro atletismo, que con el paso del tiempo brillen tanto como sus predecesores; sus talentos incuantificables pronto se convertirán en referentes.

Permítanme antes de acabar este análisis de los 100 metros. Sería poco elegante no mencionar y felicitar a Ana Peleteiro, medalla de bronce. La gallega, en una final de infarto y emocionante, con mucho más nivel de lo que hemos vivido en la prueba reina de la velocidad, luchó por las medallas, creyó en ellas y exprimió todo su talento. Tuvo que alcanzar el récord de España (14,87) para volar y conseguir el bronce. Enhorabuena.

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