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Regragui, técnico de Marruecos, manteado por sus jugadores tras meterse en semifinales
El orgullo de África reta a la historia
Este miércoles, 20:00 horas

El orgullo de África reta a la historia

Marruecos y Francia se juegan en Al Bayt el segundo puesto de finalista del Mundial de Qatar

javier asprón

Enviado especial

Martes, 13 de diciembre 2022, 23:25

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El soniquete de las trompetas y el estruendo de los tambores acompasa el cántico repetitivo de la hinchada: «¡Lolololó, diiiima Maghreb!». Las calles de Doha son este miércoles una marea roja en espera de una jornada histórica, la que puede llevar a Marruecos este miércoles (20:00 horas) a la final del Mundial 2022. Ni siquiera el más optimista estaba preparado para una posibilidad así.

Es un día para soñar en todo el continente africano y el mundo árabe. Nunca antes una selección había contado con semejante apoyo. En total 450 millones de personas se declaran estos días marroquíes porque representan el orgullo de África. Son los hombres destinados a cambiar la mentalidad de todo un continente. Ese factor pasional es al que se ha agarrado el equipo norteafricano para ir sumando éxitos durante el Mundial. Por el camino dejó a Bélgica, España y Portugal, un 'hat-trick' de potencias europeas que pretende convertir en póquer eliminando también a Francia, la actual campeona.

Por ambición y ganas no va a ser. «Estamos en una misión, tenemos una oportunidad y no queremos desperdiciarla. No queremos esperar otros cuarenta años. Este es el momento», decía ayer ante los medios de comunicación Walid Regragui, el gran artífice del estallido marroquí. Solo cuatro meses en el cargo le han bastado para convencer a sus jugadores de que están capacitados para levantar la Copa del Mundo. «Yo quiero ganar el Mundial. Puede que esté loco, pero es bueno estarlo. Queremos reescribir la historia, poner a África en la cima».

Regragui se explaya en las respuestas y apoya sus argumentos con rápidos movimientos de brazos. De él se han escrito cientos de líneas en los últimos días. Se ha rascado en su infancia en Corbeil-Essonnes, una comuna al sureste de París y en su pasado como futbolista corajudo y carismático. Pero él reniega de cualquier relato heroico: «Nací en Francia, me crié en los barrios populares, pero no quiero hacer un cuento de eso. El joven de los suburbios que salió de abajo, etc. Es algo que no me gusta. Saqué mis estudios, trabajo a diario y trato de dar un buen ejemplo. No hay más».

También se bucea en sus referentes. Se sabe de su pasión por Guardiola, pero elogia con la misma vehemencia a Simeone. El choque ideológico chirría. Con Marruecos se inclina por la segunda opción, porque dice no tener en su plantilla a los hombres adecuados para lo contrario. Pero el debate sobre el juego que ha llevado a su equipo a la semifinal no lo incomoda, sino que lo anima a defenderse con ahínco. Afirma que la posesión está sobrevalorada, y se toma los comentarios sobre su férreo sistema defensivo como un elogio, no como escarnio. «¡Cómo os gusta hablar de la posesión!», sonríe. «Le voy a decir a Infantino que dé puntos a las selecciones que más posesión tengan». Luego, argumenta mientras niega con la cabeza: «¿Un 70% de posesión para tirar dos veces a puerta? Estamos aquí para ganar, no para tener la pelota».

Talento esparcido por Europa

Más allá del ingente trabajo de la Federación marroquí por aglutinar todo el talento esparcido por Europa y promover el propio, hacen falta más cosas para que el conjunto nacional haya dado este salto estratosférico. Regragui lo resume en hambre y fe, los dos conceptos que con más empeño ha intentado inculcar a sus jugadores. Entre otras cosas ha conseguido que el once de Marruecos sea reconocible por casi cualquier aficionado. Más allá de Bono, Achraf o Ziyech, la gente ya sabe también qué hacen y quiénes son los Mazraoui, Amrabat, Ounahi, Boufal… Ese es un gran legado.

Más acostumbrada a este tipo de partidos, Francia afronta la semifinal de Al Bayt sin tanta épica, aunque sin una pizca de confianza en sus rivales. A Deschamps se le pregunta por asuntos más mundanos. En París preocupa casi tanto como el resultado del partido lo que pueda ocurrir en las calles de las principales ciudades del país una vez se conozca el nombre del finalista, lo único que puede enturbiar el momento. «Es solo un encuentro de fútbol», repitieron ambos seleccionadores para restar gravedad al asunto.

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