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El presidente del Paris Saint-Germain, Nasser Al-Khelaifi. AFP
Una batalla geopolítica en semifinales de la Champions
Semifinales

Una batalla geopolítica en semifinales de la Champions

PSG y Manchester City representan a Catar y Emiratos Árabes Unidos, dos rivales del golfo Pérsico inmersos en una guerra de poder a través del deporte

gregory walton

París

Martes, 27 de abril 2021, 15:48

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Entre el París Saint-Germain y el Manchester City hay más en juego que una semifinal de la Liga de Campeones: el partido enfrenta a dos estados rivales del golfo Pérsico, Catar y Emiratos Árabes Unidos, inmersos en una batalla de influencia a través del deporte. «Golfico», «Cashico», «Abu Derbi»... Las redes sociales buscan el apodo más apropiado para este duelo que va más allá de lo estrictamente deportivo.

Por un lado, el PSG, la joya de la corona de Qatar Sports Investments (QSI) desde 2011, que Doha está puliendo a base de cientos de millones de euros. Del otro, el Manchester City, transformado en 2008 en una máquina de ganar gracias a los ilimitados recursos del fondo emiratí Abu Dhabi United Group (ADUG), propiedad del jeque Mansour bin Zayed Al Nahyane. Si a eso le añadimos su obsesión común por ganar su primera 'Champions', estos dos «nuevos ricos» comparten muchas cosas... Pero no hay que olvidar el profundo antagonismo que separa a los dos vecinos del Golfo.

Su rivalidad devino en crisis regional en junio de 2017, cuando Emiratos, junto a Arabia Saudí, Baréin y Egipto, rompieron sus relaciones diplomáticas con Catar, una ruptura acompañada de medidas económicas.

Esos estados acusaban a Doha, quien lo negaba, de apoyar a grupos islamistas radicales y de no tomar suficiente distancia con Irán, potencia regional chiita rival de la Arabia Saudí sunita. La reconciliación de enero permitió que Catar saliera del aislamiento y ha contribuido a la paz pero «todavía hay mucho en juego», explica Simon Chadwick, profesor de la EM Lyon.

En este contexto, el duelo PSG-City constituye un frente en la batalla por el prestigio a la que se entregan Doha y Abu Dabi para mostrar su éxito al mundo a través del deporte. «La animadversión ha descendido un poco, pero la batalla por ser la primera nación del golfo en el fútbol se mantiene», añade el profesor.

La crisis diplomática, unida a la pandemia del covid-19, no ha rebajado sus enormes ambiciones. Catar sigue con los preparativos para «su» Mundial de 2022, pese al puñetazo en la mesa de varias selecciones europeas, con Alemania y Países Bajos a la cabeza, para llamar la atención sobre los supuestos abusos de los derechos humanos. Durante este tiempo, el fondo ADUG, a través de su sociedad City Football Group, ha ampliado su cartera de clubes europeos, con la adquisición en septiembre del Troyes francés, quien está rozando el ascenso a la Ligue 1, donde se enfrentaría al PSG.

En el plano diplomático, las conversaciones entre Catar y Emiratos desde el final de las hostilidades apenas han avanzado, de acuerdo a una fuente cercana a las negociaciones. Los dos Estados gasísticos se oponen en varios temas, entre ellos Libia, Israel o las relaciones con la cofradía islamista de los Hermanos Musulmanes.

Ellos «no pueden declararse la guerra, pero pueden entablar combates retóricos en las canchas de fútbol», dice Mustafa Qadri, experto en estas cuestiones regionales.

La Superliga, una nueva dimensión

La efímera Superliga ha supuesto un nuevo ejemplo de esta guerra de influencia, con el PSG en un bando diferente al del City, comprometido junto a otros 11 clubes para crear un torneo privado y casi cerrado que garantizaría ingresos más elevados que la Liga de Campeones. Pero el rápido abandono de este proyecto ha significado una victoria para el presidente del PSG, Nasser Al Khelaifi, quien se erigió como defensor de aquellos que «aman el fútbol».

El dirigente ha salido reforzado de esta crisis, siendo elegido al frente de la Asociación Europea de Clubes (ECA) en sustitución del desacreditado Andrea Agnelli (Juventus), uno de los líderes del motín contra la UEFA. La entrada es dura para el City, quien dejó el proyecto después de las críticas de su entrenador, Pep Guardiola, de sus jugadores y de sus aficionados.

«Abu Dabi no busca seducir como lo hace Doha, eso explica que Abu Dabi no haya dudado en enfrentarse al orden establecido», analiza Raphaël Le Magoariec, investigador especializado en cuestiones deportivas en los países del golfo Pérsico. Catar tiene «una posición más consensual (hacia la UEFA), mientras que Abu Dabi ha optado casi siempre por la confrontación», respalda Simon Chadwick. «En teoría, la UEFA no debe favorecer a un país en detrimento de otro. Pero existe la sensación de que la influencia de Catar ha cobrado una nueva dimensión tras el fracaso de la Superliga», opina. Queda demostrarlo en el terreno de juego.

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