El trámite fue un despropósito
Ignacio S. Acedo e Ignacio S. Acedo Las Palmas de Gran Canaria
Jueves, 30 de noviembre 2017, 09:49
No hay paz en esta UD, cuyas calamidades continúan hasta límites que avergüenzan. Anoche las pasó canutas para cerrar su clasificación ante el Deportivo. Temeridad y deshonra mayúscula después de traer un 1-4 de la ida y con un rival de saldo, repleto de suplentes y canteranos anónimos. Sí, el equipo estará en el bombo de octavos de final, pero una una manera tan grosera que la clasificación hasta es secundaria. En la diana quedó más expuesto que nunca un entrenador absolutamente desacreditado. De hecho, duró un rato a la conclusión del partido. No fue capaz Ayestarán ni de armar un once coherente para lidiar con el trámite. Arriesgar a Vitolo teniendo jugadores sanos fuera de la convocatoria y olvidando meritorios del filial ya era equilibrio suicida. Podía pasar y pasó. Vitolo se lesionó y tiene mala pinta. Lo mismo el de ayer fuese su último encuentro con la UD con su anunciada marcha al Atlético en unas semanas. Negligencia lamentable del entrenador, al que parecía no bastarle la cadena de ridículos que le adornan desde que llegó. Rizó el rizo rifando a una de las piezas más valiosas que le quedaban para tratar de salir de la ciénaga antes del parón invernal. Ahora tiene lo que merece. Un despido por la puerta de atrás y justificado por unos números que le inhabilitan en adelante. Le va a costar ganarse las habichuelas tras esta aventura profesional en la que, en dos meses mal contados, ha hecho muchas cosas y niguna mínimamente potable.
Antes de que Ayestarán se ganara la liquidación, el caldo de cultivo fue fulminante. El partido estuvo muy lejos de lo que se esperaba de una UD definitivamente en descomposición. De una renta casi definitiva acabó pidiendo la hora, gastando tiempo en cambios siniestros e inflamando a siete mil valientes que no pararon de escupir maldiciones por el dolor que les causaban sus futbolistas. Una noche llamada para la concordia y supuestamente blindada por un resultado confortable terminó liberando todos los demonios. El Depor llegó a ponerse 1-3 y con un David Simón salvando bajo palos el cuarto. La paciencia reventó y la griterío de la grada fue unánime. De nada valió que luego Remy, en el descuento, amarrara el pase. Daba igual. La sensación de no retorno fue generalizada e hicieron el resto las posteriores sobradas de Ayestarán en sala de prensa y obviando la autocrítica («no diría que hemos dado un paso atrás», «estamos clasificados y hay muchos equipos de Primera que no pueden decir lo mismo»). Nada queda por rescatar antes de la hecatombe. Minutos de aliño, ninguna reivindicación pese a que varios jugadores tenían carrete y metros para mostrarse. Ahí también deben apuntar los focos. Ayestarán es historia, pero quedan unos futbolistas a los que la camiseta les viene grandísima y que han propiciado que antes de la llegada de diciembre, el club vaya por su tercer entrenador de la temporada en curso. Para hacérselo mirar.
La pésima gestión de la situación trajo nervios, descalabro e indignación en ese orden. Chichizola volvía a jugar y se comió tres. Samper y Toledo, otros fichajes de tronío, justificaron todas las sospechas. Tampoco andan buenos tiempos para Borja, que no termina de tirar la puerta abajo, o Aythami, capitán defenestrado, y únicamente los arrestos de Hernán y las ganas de Calleri dejaron un residuo de dignidad. El resto, un páramo, un desfile de muertos vivientes incapaces de estar a la altura del escudo. Así hizo lo que quiso el Deportivo, que se marcó un homenaje de los buenos, ganando, soñando con la remontada y evidenciando los males endémicos de una UD cuyas señales no pueden ser peores. Ya ha devorado a dos técnicos en tres meses de calendario.
Y, salvo milagro, no se atisba cura a heridas que huelen a mortaja.
Noticias relacionadas