Francia se ilusiona con Vauquelin
El joven corredor del Arkea, quinto en la clasificación general, otro aspirante a suceder a Hinault
Jon Rivas
Lunes, 21 de julio 2025, 16:07
En Bayeaux, la ciudad donde se exhibe el mayor tapiz medieval, con 70 metros de largo y 626 personajes bordados, 37 fortalezas, 41 embarcaciones y ... más de 500 animales, nació Kevin Vauquelin, en este momento la gran esperanza del ciclismo francés. ¿Será uno más? Desde que Hinault ganó el último Tour para su país, hace 40 años, la afición, que adora como si fuera el tapiz de Bayeaux la joya de la corona del ciclismo que es la Grande Boucle, se ilusiona rápidamente y se decepciona con la misma rapidez ante la aparición y desaparición de ciclistas que brillan primero y se oscurecen después, sin llegar a completar las expectativas.
Como los aficionados franceses son fieles, cada santo que suben a la peana se queda allí y son objetos de la devoción popular hasta su retirada y más allá. Virenque, Jalabert, Bernard, Vasseur, Voeckler, Chavanel, Barguil, Alaphilippe, Pinot, Roland, Gaudu o Bardet forman parte del imaginario colectivo de los seguidores del ciclismo. En todos ellos se puso la esperanza de que podían llevarse el Tour, pero en ese lapso de 40 años lo han ganado dos estadounidenses (uno es el proscrito Armstrong), un irlandés, cinco españoles, dos daneses, un alemán, dos italianos, un luxemburgués, un australiano, tres británicos, un colombiano y un esloveno. Once nacionalidades y ningún francés.
Así que cada año surge algún nombre esperanzador, y a falta de la irrupción definitiva en el profesionalismo del jovencísimo Paul Seixas, con magníficos resultados en sus primeras carreras, los focos se ponen en Kevin Vauquelin, que cuando llegó al ciclismo en 2020, en el equipo VC Rouen 76, estuvo a punto de dejarlo. Esa primera experiencia acabó con el ciclista al borde de la depresión. El alejamiento de su familia y el aislamiento por la pandemia hizo que su padre recorriera de madrugada los 190 kilómetros desde Bayeaux para recogerlo y llevárselo de vuelta a casa. Pero cinco años más tarde todo ha cambiado. En su pueblo, donde comenzó la sexta etapa del Tour, Vauquelin empieza a ser un héroe. Al pasar por delante del instituto Juana de Arco, donde estudió, pudo observar el mural con su rostro adolescente sacado del anuario del centro.
Vauquelin, quinto en la clasificación general a 10:21 de Pogacar, está feliz, «muy contento porque tengo a todo el público apoyándome», asegura. «Llevo varios días diciéndoles a todos que estoy feliz ahora mismo. Cada día es un día más en el que estoy entre los diez primeros de la clasificación general». El actual ídolo del ciclismo francés recuerda que «me puse el maillot blanco, fui a casa de mis padres y vi un globo aerostático con la cabeza. ¿Qué más puedo pedir que estar a un nivel que nunca hubiera soñado y tener un equipo a mi alrededor con el que nos reímos todo el tiempo y siempre estamos de buen humor?».
Tal vez esa exaltación de un ciclista que todavía tiene mucho por demostrar sea contraproducente. Un director deportivo francés apuntaba hace unos años que una de las rémoras del ciclismo de su país es que «se está buscando más la portada de 'L'Equipe' que desarrollar el potencial de los corredores. Salir en primera página mejora los contratos, atrae patrocinadores, pero es el corto plazo».
Un triunfo de etapa
De momento, con Vauquelin no se han cometido demasiados excesos y sigue progresando. Según su entrenador, Kévin Rinaldi, el corredor francés «tiene una fuerza enorme en las piernas y la capacidad de alcanzar sus valores máximos y mantenerlos entre uno y diez minutos para seguir adelante cuando todo le duele: el cuerpo, las piernas, los brazos. Es una cualidad que no todos poseen a lo largo de este esfuerzo». Pese a los halagos, el técnico y su pupilo parecen mantener los pies en el suelo. «La lucha por la clasificación general no será la lucha de Kevin. Nos aferramos a la idea de ganar una etapa. Kevin es un verdadero ganador, necesita levantar los brazos. No estamos haciendo de la clasificación general un objetivo a corto plazo». Además, «si baja el ritmo, será parte del juego y del aprendizaje».
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