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Nada queda ya de aquella UD implacable, capaz de derribar las torres más altas de la categoría y pedir sitio entre la realeza presentando su candidatura a todo. En siete días, los que concentran sus tortazos ante Mirandés y Sabadell, esa fragancia a aspirante se ha evaporado por completo y lo que hoy queda es un equipo que no da ni para andar por casa. Porque los malos resultados, el de anoche dañino a más no poder, han venido adornados por actuaciones que sobrecogen por deficitarias. Ha perdido orientación y equilibrio un grupo que, no hace tanto, funcionaba al compás y a una sincronización que le hacía volar y despachar al que pillara por delante. Todos los males que se apreciaron en la jornada pasada se confirmaron, punto por punto, anoche. Frente a un Sabadell tan digno como limitado, Las Palmas se estampó con todas las de la ley. Un lanzamiento entre palos, de Pejiño, allá por el minuto 70, desde lejos, sin complicaciones para el portero, y una tonelada de impotencia. Eso deja un encuentro marcado, además, por la fragilidad atrás, tendencia que parece consolidada. El Sabadell hizo un gol pero pudo irse con dos o tres. El resumen no deja en buen lugar a la UD aunque, sin que sirva de coartada, no se puede pasar por alto el ojo fino que tuvo el colegiado en la expulsión de Álex Domínguez por un supuesto derribo. Por mucho disimulo que pusiera el gallego Ais Reig para no variar su decisión, no queda claro que todo fuese tal cual. Sin duda que ese fue el principio del fin, pero conviene consignar una incidencia capital en la suerte del pleito. Si hasta ese momento el asunto pintaba regular, la expulsión vino a derrumbar cualquier esperanza de arreglo. Porque el 0-1 se convirtió en una cuestión de paciencia y luego todo resultó imposible. Faltó desde el vigor hasta el entusiasmo, por no ponderar la falta de determinación y la añoranza de alguien que pidiera la pelota y contagiara de orgullo al resto. Puede que lo de ahora quede en un bache, a eso se agarran los que mantienen el optimismo, y que cuando la enfermería dé un respiro se volverá a coger vuelo. Pero hoy duelen las heridas y un vistazo a la clasificación desmoraliza, con ascenso y descenso a la misma distancia y la impresión de que, a menos de que se quiera llegar a tiempo para colarse entre los elegidos, ya se ha terminado el margen de error.
UD LAS PALMAS
0 1
-
SABADELL
UD Las Palmas: Álex Domínguez; Lemos, Álex Suárez, Eric Curbelo (Athuman, min. 46), Dani; Benito (Pejiño, min. 46), Javi, Sergio Ruiz, Maikel Mesa (Aridai, min. 84); Araujo (Rafa Mujica, min. 84) y Clau Mendes (Valles, min. 37).
Sabadell: Mackay; Óscar Rubio, Jaime Sánchez, Grego Sierra; Víctor García, Undabarrena (Adri Cuevas, min. 57), Stoichkov (Aarón Rey, min. 64), Boniquet (Ángel Martínez, min. 76), Pierre; Álvaro Vázquez (Edgar Hernández, min. 76) y Guruzeta (Juan Hernández, min. 57).
Gol: min. 62:
Árbitro: Iglesias Villanueva (Comité Gallego). Expulsó con tarjeta roja directa al portero local Álex Domínguez.
Hay maneras y maneras para que un partido se empine y complique de la peor manera y casi de forma gratuita. Por lo que fuera, y antes de que la UD se quedara con diez, Mel decidió calzar a Clau como delantero, una decisión en la que el chico tiene poca culpa pero que le condenó de principo a fin. No ganó ni un balón dividido y flotó arriba con ratos largos de desorientación y encogimiento. Con Clau engullido por los centrales, Maikel Mesa en la izquierda, otro experimento temerario, Araujo cayendo a campo propio a buscar la pelota y un inmovilismo general pasmoso, el rival vivió a su antojo, sin que le exigieran atrás y con todas las facilidades del mundo para asomarse al área rival, generar opciones, creérselo. Vino el Sabadell a que no pasara nada y acabó tratando de precipitar lo que fuera, cortesía de un anfitrión, Las Palmas, sin filo ni iniciativas. Ni una vez chutó entre palos en el primer acto y solo cabe mención a una dejada de Maikel Mesa a la que no llegó Araujo y un zurdazo de Benito que se fue a la red lateral. Eso, ante un oponente que llegaba con el agua al cuello y en descenso, tampoco es que tenga un pase cuando por aquí la apuesta es ganadora con Jesé esperando pista de despegue. Y si la UD fracasó en sus intentos de sometimiento desde una posesión inofensiva, ausentes los desmarques de ruptura, invisibles las bandas y con las líneas partidas, desde el bando visitante, ante semejante decoración, el despertador sonó al instante. Con muy poco se plantó el Sabadell ante Álex, primero con una mano primorosa a bombeo de Álvaro Vázquez, previo tacón de Stoichkov para desbaratar todo el sistema defensivo, y, al rato, con un zapatazo arriba de Víctor, ahora por la banda izquierda. El cerco se venía encima y culminó pasada la media hora cuando una pérdida arriba de Araujo terminó en una fatalidad. Sin que se tratara de una contra, porque Stoichkov recepcionó pegado a la banda zurda, en la divisoria, y evolucionó por el centro al trote, la penalización a ese balón que se quedó sin dueño en el frente ofensivo iba a ser crucial. A Stoichkov nadie le encimó y se permitió su pase entre los centrales para la carrera de Álvaro Vázquez, como una bala para quedarse ante el portero. La salida de Álex se quedó en un amago al suelo para evitar el choque, pero el atacante olió la sangre y se comió el césped. Pese la acción levantaba sospechas de teatro y las repeticiones confirmaron las dudas, súplicas generosas del meta, que juraba no haber hecho nada, el árbitro ni se acercó a consultar el VAR y mandó a la ducha al presunto infractor. En adelante, sesenta largos minutos ni más ni menos, la UD estaba obligada a levantarse con uno menos. Si en paridad numérica ya estaba varios pasos por detrás, lo de la inferioridad equivalía, directamente, a drama. Clau fue el sacrificado para que Valles se pusiera bajo palos. Cambio de los denominados políticos y más cuando el lanzaroteño, pese a sus ganas, fue más estorbo que otra cosa. Es lo que tiene que le pongan donde nunca debería jugar.
En mitad del caos, con Mel mascando lo peor, Valles concedió el área pequeña para un remate de Stoichkov a bocajarro. El andaluz tuvo suerte de que cabecearan al muñeco porque se encontró un balón que era gol cantado. Otro aviso más para tortura de la UD, que si se mantuvo en pie fue de casualidad, lastimada, también, con la lesión de Curbelo, uno de sus insustituibles.
Nada bueno se anunciaba para los restos y la vuelta de los vestuarios acentuó, más si cabe, la sensación de precariedad, hasta convertir el 0-0 en un botín. La resistencia a mayores daños duró lo que tardó Javi Castellano en hacerse un lío con el esférico en una salida que se suponía limpia. Involucrado, un tal Stoichkov, que estaba en todos los bailes. Javi perdió el cuero en una zona imperdonable y el rebote le llegó a Juan Hernández, quien ganó metros y se acomodó, ya dentro del área y en serpenteo, para mandarla cruzada y adentro.
Ni los cambios, debut de Mujica mediante, o el regreso de Pejiño, entre otras maniobras, le cambiaron la cara a la UD, en caída libre cuando vio que se le iba todo. Se le hizo larguísimo hasta la eternidad el partido y más con las coberturas de seguridad de un Sabadell aplicado, crecido por sentirse ganador y que no tuvo vías de agua.
Así murió el encuentro, entre la impotencia de ver escapar una oportunidad que, antes del inicio, parecía diseñada a encaje y que, conforme corrieron los minutos, ajustó más los grilletes que pesan en las piernas de unos futbolistas irreconocibles, que hace poco fueron capaces de lo mejor y que si ahora se abren paso en la actualidad es porque o están fundidos y no dan para más o porque se han dejado llevar en el momento más inoportuno. Que sea lo segundo es tarea de un Mel también señalado.
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