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El frontón Beti Jai, tras su remodelación. EFE
Vuelve la alegría al Beti Jai de Madrid

Vuelve la alegría al Beti Jai de Madrid

Historia ·

El frontón más emblemático de la capital, inaugurado hace 130 años, reabre sus puertas desde esta Semana Santa tras décadas de deterioro

Álvaro Soto

Madrid

Viernes, 22 de marzo 2024

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Hace 130 años, un partido de pelota vasca podía reunir en Madrid a más de 4.000 personas. ¿Dónde? En el legendario Beti Jai, inaugurado en 1894 en el corazón del barrio de Chamberí. Pero en este frontón no hubo 'Siempre fiesta', como significa en castellano la expresión del euskera que le da nombre. En los últimos años del siglo XX, y pese a su privilegiada ubicación, entre las burguesas calles de Marqués de Riscal y Fortuny, el Beti Jai fue cayendo en algo peor que el olvido, la ruina. Por lo que antes había sido la cancha de 'la Capilla Sixtina de los frontones', como se le bautizó por su antigüedad y belleza, crecieron los arbustos y las gradas fueron lugar para los okupas en el cambio de milenio. Sin embargo, el frontón vuelve ahora a sonreír. Recuperado en diferentes fases desde 2011, reabre sus puertas desde esta Semana Santa de forma permanente.

El Beti Jai fue el frontón más importante de los cerca de 30 que se contabilizaban en el Madrid de los últimos años del siglo XIX, cuando la pelota saltó su frontera natural del País Vasco, Navarra y La Rioja. Su promotor, el empresario donostiarra José Arana, quería aprovechar el vacío legal de las apuestas en la época y ganar dinero con un deporte que competía en popularidad con el fútbol y los toros y que hasta enganchó a los miembros de la Casa Real. Para ello levantó este «frontón comercial» de la mano del arquitecto de Laredo (Cantabria) Joaquín de Rucoba (autor del teatro Arriaga y del Ayuntamiento de Bilbao o de la plaza de toros de la Malagueta y del mercado de Atarazanas, en Málaga), que eligió un estilo ecléctico que mezclaba el neoclásico de la fachada, el neomudéjar de las fachadas laterales y el metal y el acero en las gradas.

En sus primeras décadas de vida sirvió para casi de todo: auditorio, hipódromo, taller mecánico, taller de escayola y cartón piedra, escenario de mítines políticos y hasta testigo de la puesta en escena de algunos de los inventos más brillantes de la ingeniería española. Así, en 1904, otro cántabro, el inventor Leonardo Torres Quevedo, creador también de un mítico transbordador que conecta las orillas norteamericana y canadiense del río Niágara y que aún sigue funcionando, estrenó en el Beti Jai el telekino, una técnica precursora del control remoto, haciendo funcionar desde la tribuna de espectadores un triciclo situado en el medio de la cancha.

Aeronáutica

Entre enero de 1904 y junio de 1906 se bautizó el lugar como Centro de Ensayos de Aeronáutica y en esa instalación se diseñó la cubierta del primer dirigible español, que realizó su vuelo inaugural en 1908. Hasta peleas de perros ¡y de ratas! vieron las paredes del Beti Jai en aquellos años de frenética actividad.

Pero en 1918 se celebró el último partido de pelota y en 1919 se cerró al público para convertirse en un taller de diferentes usos (incluso fue sede del concesionario de Harley-Davidson en España en 1923). Durante la Guerra Civil, devino en comisaría y cárcel y tras la contienda, fue utilizado por las bandas de música falangistas para realizar allí sus ensayos. En 1955 fue adquirido por la empresa automovilística Citroën y se mantuvo abierto hasta 1995. En 1997, una sociedad vasca compró la instalación por 2,3 millones de euros con el objetivo de que se volvieran a celebrar allí partidos de pelota, pero ninguno de los planes que se manejaron entonces, como convertirlo en un hotel de lujo, llegó a ver la luz.

En 2010 el Ayuntamiento de Madrid inició el proceso de expropiación del inmueble y en 2011 la Comunidad de Madrid lo declaró Bien de Interés Cultural. En 2015, el consistorio pagó 7 millones de euros para hacerse con el edificio y en mayo de 2017 terminó la primera fase de rehabilitación; la segunda concluyó en mayo de 2019, fecha en que se organizó una jornada de puertas abiertas que no tuvo continuidad. Han tenido que pasar cinco años más hasta llegar a la apertura definitiva. Ahora, el ayuntamiento prevé que hasta 120.000 personas al año puedan visitar esta joya del patrimonio de la capital.

En una primera fase, se ofrecerán visitas guiadas todos los días y se abrirá al público para visita libre los fines de semana, en horario de mañana (de 10 a 14 horas) y tarde (de 16 a 20 horas), con un equipo de mediadores culturales y auxiliares a disposición de los visitantes. En una segunda etapa se organizarán actividades y finalmente, el Área de Cultura, Turismo y Deporte trabajará en la definición del nuevo plan de usos del inmueble para, posteriormente, proceder a la redacción y ejecución del proyecto de obras que permita convertir el antiguo frontón en una nueva infraestructura cultural de la ciudad.

«Este edificio es absolutamente único, es un símbolo universal no solo de Madrid, sino de toda España», explica Fernando Rodríguez, comisario del centro de interpretación que se inaugurará dentro de tres meses para explicar las vicisitudes del monumento. Tan agitado por la historia, «es un milagro que se mantenga en pie», concluye.

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