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El hogar en el que manda con mano de hierro Bernarda es un infierno, pero al mismo se puede acceder para darle vida desde la «alegría». Así confiesa la actriz Ana Fernández, que asume el papel de Angustias, que encaró todo el equipo el montaje 'La casa de Bernarda Alba', de Federico García Lorca, que el viernes y el sábado, días 22 y 23 de abril, a partir de las 19.30 horas, se representa en el Teatro Cuyás de la capital grancanaria.
La actriz andaluza comparte escenario junto a Ruth Gabriel, Mona Martínez, Zaira Montes, Rosario Pardo, Montse Peidro, Marina Salas y Consuelo Trujillo.
«Nos conocíamos, pero casi ninguna habíamos compartido escenario. Con Consuelo, por ejemplo, sí que había coincidido en la película 'La novia', de Paula Ortiz, que también adaptaba un texto de Lorca. La gira está siendo maravillosa. Somos muy distintas como actrices y estamos como en un piña. Cuando encuentras una compañía que fluye y genera amistad es un regalo que te ofrece este oficio. Las funciones corren solas. La 'Bernarda Alba' transita por lo peor del ser humano. Es angustioso darle vida, porque es dar vida a la castración, al dolor, a una falta de amor tremenda. El proceso fue duro, estábamos absorbiendo personajes con unos sentimientos y castraciones muy fuertes. Pero ahora hacer las funciones es tremendo. El acto final nos deja a todas tocadas, pero desde la felicidad. El montaje lo abordamos desde la alegría en cada función y en cada teatro», explica Ana Fernández por teléfono mientras asegura que todo el equipo está deseoso por viajar a Gran Canaria.
«El teatro es maravilloso y el público también, por las tres veces que he estado. Vuelves de ahí con la tierra, el mar y la luz dentro, porque es una tierra maravillosa», confiesa entusiasmada.
La actriz protagonizó y codirigió hace muchos años este mismo texto lorquiano, en una producción en la que encarnó a otra de las hijas de Bernarda, Adela.
La Angustias que presenta ahora ha tomado un cariz que la ha sorprendido. «El director José Carlos Plaza la ha trabajado de una forma diferente. La que yo vislumbré en mi trabajo anterior se me quedaba un pelín corta, fruto de no haber sabido ver un poco más allá. Me ha descubierto un mundo. Desde la escritura pensaba que era una persona un poco excusa. Se habla de ella mucho. Todas las hermanas lo hacen, porque es la excusa perfecta para todo lo que se desencadena. Al trabajarla con José Carlos he visto un poso inmenso en esta mujer, que es la pura angustia, que sufre una tremenda falta de amor de madre. Es la única que, además dos veces, sufre agresión física en la obra. Bernarda las tiene a todas sumidas en una dictadura del no hacer... salvo lo que ella dictamina como norma. Viven sin derecho al amor, a la libertad, a la cultura, al cuerpo, al sexo... Bernarda, si tiene manía a una de sus hijas, es a Angustias. Se lleva la palma porque es la mayor, la que significa el poder económico heredado de su padre. Además, José Carlos la pone en un momento dado con un libro, que su madre le arrebata, lo que es todo un símbolo», adelanta la actriz.
Su personaje suele ser descrito como una mujer «vieja, fea y acabada», que se «agarra a un clavo ardiendo» para salir de esa casa infernal aunque sabe que lo que le espera tampoco es el paraíso. «Sabe dónde está situado él y dónde está ella. Tiene muchos matices, incluida la relación que mantiene con sus hermanas», explica.
Como buen clásico que es, 'La casa de Bernarda Alba' afronta cuestiones de calado que sobreviven intactas al paso del tiempo. Pero en la actualidad, los universos opresivos y dictatoriales que describe el montaje han cobrado mucho peso.
«Estamos volviendo en pleno siglo XXI a ese universo que describe la obra más de lo que nos podamos imaginar. José Carlos, cuando comenzó a trabajar el texto con nosotras, tenía esa preocupación en su ánimo. La obra lo que lanza, entre otras cosas, es a invitar a la reflexión, a decirnos si de verdad lo que queremos es esto. Todo sistema dictatorial genera este tipo de situaciones. La castración de la cultura da esto, frenar los sentimientos da esto... se trabajó ese odio en el montaje, todo lo que conlleva la falta de amor y libertad. Es muy vigente, desgraciadamente», advierte.
Reconoce que el ser humano de forma individual tiene una «gran capacidad para la empatía», pero otra cosa la sociedad en su conjunto. «Una sociedad empática nunca toleraría guerras. Hay muchos caminos antes para solucionar las cosas. Por eso se tiene que marcar el camino desde el individuo, porque no sé qué pasa con la masa para que cambie todo», reflexiona.
Ana Fernández reconoce que Angustias, a la que da vida en este montaje de 'La casa de Bernarda Alba' nada tiene en común su personalidad. «Es maravilloso acercarte a gente que no tiene nada que ver contigo. Respirarlos de tal manera que los puedas hacer creíbles. La interpretación es un juego, porque se afronta desde la alegría y porque es un acto voluntario que se decide hacer. Se afronta desde el amor profundo hacia el oficio. Lo veo como un juego muy serio, donde cada personaje es una puerta abierta a la investigación de la época, del autor y del ser humano que se trabaja. Cuando trabajamos es un oficio maravilloso. Pero cuando no se trabaja, es un pozo de veneno y tristeza, porque necesitamos ese reto para vivir», confiesa la intérprete andaluza que ha compaginado la gira de este montaje que lleva ya más de 74 funciones con las series 'Desconocidas', que se emite en Canal Sur, y 'Servir y proteger'.
Quienes han visto esta versión lorquiana que produce Celestino Aranda, destacan la Bernarda Alba que asume Consuelo Trujillo. «Hace una Bernarda inolvidable y eso que el personaje es todo lo contrario a ella. Ella tiene una relación muy especial con Lorca. Desde siempre ha mantenido un vínculo estrecho. Tiene una comunicación directa y nos ha contagiado a todas su conocimiento y su respeto. Con ella, esa admiración la vivimos desde las tripas. Vemos a Lorca como alguien muy cercano que nos acompaña», apunta. Esa cercanía con el autor andaluz también llega al público. «En los montajes hemos visto a mucho espectador joven y eso nos alegra. Hay mucha diversidad y se nota la energía del público, como si Lorca fuera un director de orquesta que nos dirige a nosotras y lleva a su vez al público al lugar que quiere».
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