Eduard Fernández: «El teatro es sanador porque me da una dimensión humana de las cosas»
El actor protagoniza este viernes y sábado, a partir de las 19.30 horas, en el teatro Cuyás el monólogo 'Todas las canciones de amor'
Sabe de primera mano los riesgos y la exigencia que implica el teatro y por eso lo considera «medio sagrado». Es un arte que le apasiona, por el que transitó mucho de joven y en exclusiva hasta los 35 años y por eso selecciona los proyectos en los que participa con un tiento especial. Eduard Fernández (Barcelona, 1964) regresa por segunda vez en su brillante trayectoria como actor al Teatro Cuyás con un montaje muy especial, tanto por el contenido como por la forma. Es su primer monólogo y se pone en la piel de una madre, la suya y puede que la de muchos todos, para dar vida a 'Todas las canciones de amor', un texto de Santiago Loza que dirige Andrés Lima y que se representa este viernes y sábado, siempre a las 19.30 horas, en el recinto de la calle Viera y Clavijo de la capital grancanaria.
«Generalmente hago menos teatro. Para mí es algo medio sagrado. Le tengo un respeto muy grande, vengo del teatro, he hecho mucho teatro, últimamente menos porque lo tengo que combinar con el cine y las series. Elijo mucho lo que hago en teatro, incluso más que con los proyectos de cine», asegura el actor nada más comenzar a hablar en la rueda de prensa que protagonizó en la mañana de este jueves en este espacio escénico del Cabildo.
Aterriza en la isla para culminar la gira nacional del montaje, lo que supondrá las funciones número 44 y 45 de 'Todas las canciones de amor', lo que le permite avanzar que el público se topará con un montaje «que ha ido cogiendo enjundia» a medida que rodaba sobre los escenarios del país. «Hay que hacer muchas funciones para que la cosa cuaje, para el engranaje y creo que estamos en esa fase», añade.
Reconoce que este proyecto teatral tiene una cierta capacidad «sanadora» y «terapéutica», para el público y para él mismo. En su caso, por partida doble. Como actor, este montaje como los otros teatrales en los que ha participado le ayudan poner los pies en el suelo, a redimensionar su oficio. «El teatro tiene una medida humana, el cine no la tiene. Volver al teatro es sanador porque te da una medida humana de las cosas. Uno solo no puede hacer una película, se trabaja con otras muchas personas y en una dimensión mucho mayor», destaca Fernández.
La otra vertiente terapéutica se encuentra en el propio texto de 'Todas las canciones de amor'. Reconoce que así lo ha entendido a nivel personal, ya que le ha ayudado a afrontar mejor la muerte de su madre, que se produjo en pleno boom de la covid-19, por lo que no pudo despedirse de ella en persona, como le habría gustado. «Cada día hablo con mi madre en el camerino antes de salir. La informo un poco, la miro y pongo la manita como la ponía ella. Siento que está por aquí. Noto que está. Ahora voy paseando esta celebración de una vida y una muerte. Este homenaje a una madre y a todas las madres. Esas madres que dieron su vida por los hijos, fregando platos y suelos, haciendo la comida, haciendo que el hogar familiar fuera, en la medida de lo posible, un lugar seguro para que después cada uno encuentre su lugar en el mundo. Para lograrlo renunciaron a muchas cosas y qué menos que homenajearlas desde el teatro», explica.
Retoques del propio autor
Eduard Fernández asegura que Santiago Loza, el autor del texto, hizo algunos retoques en el original en Madrid, durante un taller de trabajo con el director Andrés Lima, para incorporar algunas pinceladas de la vida personal del actor. «Incorporó cosas como que se hacía pis en la cama o que de niño era muy enclenque. Así que hay un 'max mix' en esta obra, en este poema teatral entre lo que es real y ficticio. Hoy en día estamos tan acostumbrados a ver 'biopics'. No me interesa especialmente la vida de la gente, no soy especialmente chismoso así que me dan igual. Lo que me interesa es el hecho teatral, cinematográfico y artístico. Hay gente que se queda un poco inquieta con cosas que le suceden al personaje durante la obra y me preguntan si eso es real o ficticio... qué mas da, a mí no me importa», zanja con ironía.
La madre a la que da vida Eduard Fernández en la obra padece episodios de alzhéimer, enfermedad que padeció la madre del actor en sus últimos años de vida. «Estamos en un siglo que, como diría el Ricardo III de Shakespeare, es tan débil y aflautado que todo el mundo se cree que tiene derecho a... Soy hombre, me siento mujer y quiero competir en las Olimpiadas. Igual no se puede. Hay cosas a las que hay que renunciar. Sé que soy un poco bestia. Hay que aceptar la frustración. Es muy sano. Yo no puedo jugar en la NBA. No solo porque soy bajito sino que soy malo jugando al baloncesto. Lo digo porque en mi familia hablábamos mucho de la muerte y del estado de mi madre. Los cuatro hermanos lo hacíamos. Ella tenía alzhéimer. Yo le preguntaba quién soy y no me reconocía. Le preguntaba si era su padre y me respondía que no. Que si era su hermano y me decía que no. Que si era su hijo y me decía que no. Yo le decía que sí que lo era. Entonces me miraba de arriba a abajo y me decía que por eso me quería tanto. El vínculo estaba, pero no sabía por qué», recuerda emocionado. «Ella se quería morir. Con toda la razón. Era normal porque estaba muy deteriorada y es muy triste el deterioro del alzhéimer. Tenía a veces momentos de ira y mordía. Era la locura que estaba ahí dentro. A veces te ibas de casa llorando, pero los hermanos lo hablábamos muy francamente. Ella quería que se la llevara el Señor. Qué valiente, decía cuando alguien se suicidaba o se trataba de una muerte asistida. Un día, comiendo lentejas, le dije que podía dejar de comer... Miró el plato, me miró a mí y me dijo que... 'eso creo que no'», rememora entre risas y con cariño.
«No sé si la obra ha sido realmente sanadora para mí, pero sí que me ha cambiado. Yo soy mucho de tocar y no pude despedirme de ella físicamente. Cuando mi padre murió yo le daba besitos en la calva, porque era calvo. Con mi madre no pude. Yo tenía una relación con ella muy particular. Era su hijo preferido. En la obra la protagonista tiene un hijo único y es gay. Yo no lo soy y somos cuatro hermanos, pero hay más cosas que sí que coinciden. La relación con la madre en lo esencial, que era algo simbiótico, para lo bueno y lo malo sí que está ahí. La sobreprotección bestial yo sí que la tuve. Después lo fui superando como pude. Teníamos una relación muy bonita y la echo mucho de menos. Ha sido sanador poder despedirme muchas veces de ella sobre el escenario», concluye el intérprete catalán.
La larga gira que ha protagonizado por la península ibérica le ha permitido comprobar 'in situ' que 'Todas las canciones de amor' conecta por igual con los espectadores, sin que influya el carácter propio de los habitantes de cada Comunidad Autónoma. Pone un ejemplo reciente de cómo reciben el montaje algunos espectadores.
Emoción en la platea
«El otro día, un espectador, un hombre fornido, me dijo tras una función que él era parco en palabras, que no solía decir cosas y, emocionado, me dijo que tras verme iba a llamar a su madre para decirle que la quiere. Solo por eso merece la pena hacer la obra. Se produce una comunicación especial. El teatro es catártico, tiene que ser de piel, sudor, lágrimas... tiene que ser físico y deben ocurrir cosas. Tiene que llegar y 'tocarte', no solo desde la cabeza», defiende. «El silencio y la atención que se crea en el espectáculo es denso, muy denso. Hay mucha gente que se emociona. Por tanto, llora. Ese llanto es compartido. Es algo que nos cuesta hacer y creo que puede tener algo de sanador hacerlo de forma compartida. Es bueno hacer que ocurra y pasar esa vergüencita. Es una emoción no de tristeza pura, sino de nostalgia... no sé qué color tiene. Es una despedida, es bonita y me gusta contarla», añade.
En este sentido, Eduard Fernández apuesta por perder el miedo a hablar de cuestiones que puedan ser peliagudas o generen un pudor infundado. «Está bien hablar de todo. Hay cosas que nos dan apuro y vergüenza hablarlas y creo que es bueno compartirlo. El alzhéimer, por ejemplo, es una enfermedad y no tiene que haber vergüenza. Hay que aprender a querernos y a aceptarnos entre nosotros. El dolor se putrefacta si no se airea un poco. A todos nos puede pasar y como sucede con la muerte, en una edad temprana. Compartirlo puede ayudar a sanar muchas cosas», explica el ganador de tres premios Goya.
Eduard Fernández quería protagonizar un monólogo teatral, a pesar de que era muy consciente de los riesgos que entraña asumir en solitario toda la propuesta. En busca de ideas, se fue a Argentina. «Vi unos cuantos. Vi uno de un tal Santiago Loza. Me encantó. Me dijeron que lo llevara a España y les dije que no, porque era un 10, inmejorable. Por muy bien que lo hiciera siempre lo haría un poco peor», reconoce.
Entonces comenzó a leer otros textos del mismo autor argentino y se topó con el que finalmente protagoniza y que recala este fin de semana en el Cuyás. El impulso final para embarcarse en el proyecto vino con la muerte de su madre. «La relación que tiene esta mujer que sale a escena con su hijo es parecida a la que yo tenía con mi madre. Se lo propuse a Andrés Lima y aceptó encantado. Quería ponerme en manos de un director y yo confiaba en Andrés y en todo su equipo, que ha hecho una labor maravillosa. Estoy muy bien arropado en algo muy simple, sin que nada perturbe al texto. El texto tiene que llegar, lo teníamos claro, nada debía tapar lo esencial», apunta sobre el proceso creativo de 'Todas las canciones de amor'.
«Un periodista me dijo antes de estrenar que con lo que bien que me iban las cosas, qué necesidad tenía de meterme en esto, haciendo a una mujer mayor en escena. Es verdad. Antes de estrenar pensé en salir corriendo en dirección contraria», comenta entre risas.
Entre los proyectos que ya tiene confirmados a corto plazo figura el rodaje de dos largometrajes de los que no avanza detalles. Espera regresar al teatro más adelante y puede que de nuevo junto a Andrés Lima, añade quien se reconoce muy autoexigente y crítico con su propio trabajo.