El pasado sábado, 26 de abril, pudimos ver en el Teatro Pérez Galdós de la capital grancanaria 'Claveles', de Emma Riverola, interpretada por Silvia Marsó ... y Albert Folk, con dirección de éste. Un día y 51 años después de que se iniciara la Revolución de los Claveles portuguesa. Ésa que a todos nos reconcilia con el mundo cada vez que vemos sus imágenes, sobre todo la de los fusiles de asalto con claveles en sus cañones.
Acabó con la dictadura más longeva de Europa Occidental, en España se siguió con enorme atención y esperanza, si en Portugal había sido posible una revolución pacífica liderada por sectores progresistas de las Fuerzas Armadas, ¿podría ocurrir algo similar en España? Una transición democrática que no pasase necesariamente por una ruptura violenta era posible.
La obra de Riverola parte de los recuerdos de dos políticos de izquierda que fueron a Lisboa para celebrar la inspiradora revolución. De ella y del «Verão Quente» (1975) se aprendió para el «pacto constitucional» de la transición española.
También las artes escénicas miraron hacia Portugal. El teatro, como manifestación de la expresión social y política, encontró en la Lisboa revolucionaria un espacio de acogida, solidaridad y experimentación. Varias compañías teatrales españolas viajaron a Portugal en una verdadera comunión entre artistas que compartían la aspiración de una transformación social en la península Ibérica. A Comuna-Teatro de Pesquisa, fundado por João Mota en 1972 fue ese espacio de encuentro. Tábano, el TEI, entre otros, si bien el grupo que permaneció más tiempo en A comuna fue La cuadra de Sevilla con Quejío (1972), que desafiaba los lenguajes escénicos tradicionales y abrazaba un compromiso político y social profundo, por lo que encajó perfectamente con el espíritu del Portugal de 1974-1975.
La obra 'Claveles' es una suerte de homenaje a los anónimos protagonistas de la Revolución de los Claveles, centrada no en los grandes discursos políticos, sino en las pequeñas epopeyas personales que sostienen los grandes cambios históricos.
La propuesta escénica de Albert Folk, interpretada por él mismo junto a Silvia Marsó, dota a la obra de delicadeza, emoción contenida y la sobriedad formal del dispositivo escénico de Paco Azorín, que nos remite a la pura acción, el enfrentamiento entre Teresa y Manuel, quienes, tras cuarenta años sin verse, rememoran sus vivencias en la Lisboa revolucionaria y con ellas encarnan las esperanzas, miedos y contradicciones de una generación entera, en una cuasi inmersión emotiva en el clima humano de la época, que intensifica el ritmo de la canción 'Grândola, Vila Morena', de José Afonso.
El gran acierto de la autora reside en su capacidad para articular la memoria histórica desde el ámbito íntimo, haciendo comprensible para el espectador actual el enorme coste emocional de los procesos de liberación. 'Claveles' apela a la memoria, pero no para instalarse en la nostalgia, sino para reivindicar el valor de la dignidad, representada por Teresa, frente al oportunismo de Manuel. En un momento en que las nuevas generaciones pueden sentirse alejadas de aquellos procesos, el contenido de la obra logra tender un puente entre pasado y presente, recordando que la libertad no es un legado perpetuo, sino una conquista que debe renovarse continuamente.
Ambos actores ofrecen interpretaciones sobrias, honestas, alejadas de cualquier tentación de grandilocuencia o exceso sentimental.
Silvia Marsó, en el papel de Teresa, construye un personaje lleno de matices: fuerte y frágil a la vez, combativa y vulnerable. Demuestra una vez más su gran capacidad para habitar emocionalmente los personajes, dotándolos de una verdad que traspasa el escenario.
Albert Folk dota a Manuel de una sobriedad muy efectiva. Aparece como un hombre común, llevado por el curso de la historia, y de su oportunismo, a asumir responsabilidades y riesgos que jamás habría imaginado.
Hay química escénica, bien calibrada, que genera una tensión emocional constante, sin necesidad de grandes efectos dramáticos. Ambos sostienen la obra sobre los cimientos de la autenticidad interpretativa.
La dirección y el espacio escénico
Albert Folk apuesta por una puesta esencial, centrada en el trabajo actoral y en la palabra. En lugar de recrear el contexto histórico con las usuales, y a menudo cansinas, proyecciones opta por una austeridad deliberada que pone en primer plano la dimensión humana del relato. Lo que refuerza la universalidad del mensaje: la historia de Teresa y Manuel podría ser la de cualquier ciudadano que, en un momento histórico crítico, debe decidir entre la resignación o el compromiso. Maneja con eficacia los ritmos internos, alternando momentos de gran intensidad emocional con otros de pausada reflexión.
Coherente con la propuesta de dirección, el dispositivo escénico minimalista pero muy evocador, enriquece porque estimula la imaginación del espectador y pone el acento en la acción dramática. La luz juega un papel fundamental en la definición de los espacios y en la creación de atmósferas: cálida en los momentos de intimidad, dura en las escenas de conflicto.
Un aspecto especialmente logrado es la inclusión de canciones, que no son simples interludios, sino que forman parte integral de la dramaturgia, que condensan y amplifican la emoción de las escenas.
En tiempos de desmemoria y casi desafección democrática, 'Claveles' recuerda al espectador que la historia no la hacen los grandes nombres, sino las pequeñas resistencias cotidianas de personas anónimas. Su sobriedad formal, la hondura de sus interpretaciones, la eficacia de su dirección y la emotividad de su música logran crear una experiencia escénica que conmueve, interroga y dignifica la memoria de quienes lucharon por un mundo más justo, desde ese 25 de abril de 1974 que sigue siendo un símbolo imborrable de libertad, esperanza y dignidad colectiva.
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