Canarias, tierra de danza y con proyección
Cuatro profesionales analizan la realidad de una disciplina que cuenta con cuatro isleños galardonados con el Premio Nacional
No hay una explicación científica, pero Canarias es una tierra de danza. De danza clásica y contemporánea. Hasta ahora, no hay indicadores fiables que aclaren por qué en un archipiélago en el que la danza no cuenta con una formación pública reglada al más alto nivel y donde los recintos escénicos no programan danza con regularidad salen de forma permanente profesionales que culminan su formación en los más prestigiosos centros del país y otros muchos integran las mejores compañías del mundo. Incluso, cuatro profesionales de las islas son acreedores del Premio Nacional de Danza -Zenaida Yanowsky, Dácil González, Mónica Valenciano y Daniel Abreu-.
«Es una cuestión de la tierra. Hay algo que nos mueve. Salimos a la calle, tenemos la tradición popular, los carnavales. En la calle todo el mundo se mueve, está en nosotros y en todas las fiestas, desde que somos pequeños, bailamos sin prejuicios. Después, las escuelas privadas han sido las que han propiciado que se cubriese la parte formativa para dar el salto al exterior», responde la grancanaria Dácil González cuando se le cuestiona sobre las causas de que las islas sean una factoría muy fructífera de bailarines profesionales.
Natalia Medina, directora del Festival de Danza Contemporánea de Canarias, Masdanza, que celebra su 28ª edición entre el 29 de septiembre y el 28 de octubre, tiene una visión muy similar. «El entorno, donde naces, el clima, la cultura... todo crea el carácter y la personalidad. Desde pequeños, en las islas vivimos en las calles, tenemos muchas fiestas populares, en todos los municipios y siempre se baila. También en el carnaval», subraya.
Lo cierto es que ese diferencial canario se percibe incluso fuera del archipiélago. «Me llena de orgullo y me encanta el hecho de que cuando voy por el mundo me encuentro habitualmente con creadores e intérpretes canarios que están muy bien valorados. No cabe duda de que el nivel creativo e interpretativo que hay en Canarias y que se exporta es excelente. La pena es que no tenemos, ni en las islas ni a nivel nacional, un soporte institucional ni un reconocimiento de la profesión. Y lo necesitamos. Cada oficio tiene sus especificidades y la danza, también. Adolecemos de falta de medios para poder desarrollarnos», defiende Dácil González, que ha estado las últimas semanas ensayando en el edificio Miller el apartado de danza contemporánea del montaje 'Canarii. País adentro', que en noviembre se estrena en el Teatro Cuyás, fruto de la unión de fuerzas de Daniel Abreu y Olga Cerpa y Mestisay.
Un panorama mejor
«En las islas hay muchísimo talento y es súper apreciado fuera. Antes, nos teníamos que ir fuera para bailar. Pero en los últimos años la situación ha mejorado, muchos están regresando porque existe una estructura que empieza a permitirlo», añade esta profesional que fue galardonada con el Premio Nacional en 2019 en la categoría de Interpretación.
«En Canarias hay mucho nivel de danza. Es una riqueza. Las bailarinas y los bailarines logran entrar en los centros de formación de grado superior y la mayoría acaba terminando. Acuden después a hacer audiciones fuera y muchos entran en compañías importantes o en proyectos concretos con grandes creadores. Además, en las islas ha aumentado el número de festivales de danza y somos de las pocas comunidades autónomas que cuentan con ayudas a la creación y la producción», defiende Natalia Medina cuando analiza «en positivo» el panorama de este arte en el archipiélago.
Las carencias
La otra cara de la moneda, desde su punto de vista, es que muchos profesionales «necesitan un mayor asesoramiento para acceder a las ayudas, que requieren de una documentación y unos trámites cada vez más complejos». Se le añade, dice, «que vivir de la danza solo todo el año es muy difícil y hay que darse de alta como autónomo». «Cada vez hay menos compañías con un cuerpo de baile estable, tanto en Canarias como fuera. Actualmente todo consiste en proyectos de varios meses, que los profesionales van alternando», subraya.
La directora de Masdanza señala dos obstáculos más, aunque recalca que el panorama «ha mejorado mucho en los últimos años». «Hacen falta más espacios públicos para que los bailarines y coreógrafos puedan crear y ensayar. No hay que construirlos. Existen, pero están cerrados y la inversión que se necesita es mínima para que puedan utilizarlos. Fuera de las capitales, no se programa danza. Está el circuito del Cabildo de Gran Canaria, pero la danza apenas llega a los espacios escénicos de los municipios. No sé qué es lo que falla», se lamenta la directora de Masdanza.
Dos talentos emergentes con sello grancanario, la bailarina Sara López del Pino y el bailarín Daniel Fernández, coinciden en que para que la danza despegue definitivamente en las islas hace falta que se ponga en marcha un Conservatorio Superior.
«Estoy en Madrid para acabar de formarme. Este año finalizo en el Conservatorio Superior. En Canarias contamos con distintos espacios, instituciones y voluntades para que haya una formación que ofrezca lo mínimo. Pero falta mucho trabajo. En todo el territorio nacional hay conservatorios elementales y profesionales de danza en casi todas las provincias, pero superiores solo hay cinco», apunta quien tras practicar gimnasia rítmica de niña no retomó la actividad corporal hasta que entró en una academia de danza en Tenerife, mientras estudiaba Filosofía en La Laguna, y ya licenciada en la Academia de Natalia Medina, en la capital grancanaria.
Defiende que para los profesionales de la danza resulta importante «tener unos conocimientos históricos que van más allá del movimiento y la técnica pura». «Los cambios sociales vienen por la conciencia de la historia de nuestro arte y en las academias privadas, como es normal, esa formación no se ofrece. Un Conservatorio Superior sí que amplía esa mirada», apunta quien está dando ya sus primeros pasos profesionales sobre los escenarios y que participará en una actividad conjunta entre Masdanza y el Centro Atlántico de Arte Moderno (CAAM), en octubre, inspirada en la actual la exposición retrospectiva de Hildegard Hahn.
Daniel Fernández, que representará la pieza 'Apolo' en una de las galas de Masdanza y protagonizará una residencia en la Sala Insular de Teatro (SIT) de la capital grancanaria para crear la obra 'Adán', acaba de terminar sus cuatro años de formación en el madrileño Conservatorio Superior de Danza María de Ávila. En Gran Canaria pasó por Sandra Santa Cruz, después por la academia de Noelia Torres y finalmente por la de Natalia Medina donde, recuerda, «empecé a tocar todos los palos y decidí que quería la danza como profesión». «A nivel de formación, en Canarias lo veo un poco complicado. Natalia Medina, por ejemplo, está haciendo un gran trabajo, pero en general siento que hay que renovar un poco la formación en las islas, se ha quedado algo estancada. Tanto en lo clásico como en lo contemporáneo», asegura.
Reconoce que le están saliendo proyectos a desarrollar en las islas, lo que le sorprende, así como «Mallorca, Madrid, Barcelona, Italia, Francia y Alemania». «Mientras estaba en el Conservatorio Superior, no me limité a formarme. Empecé a crear cosas, algo propio para que, al terminar, no me encontrara en un pozo sin fondo», dice este bailarín de 23 años que puso en marcha Wettribute. «La llamo compañía pero la utilizo para crear sinergias entre bailarines y artistas. Nuestra filosofía es que el cuerpo crea el arte, tanto si estás en movimiento o estático. Así creamos una estética y le damos al público una diversión y un estado estético para que también se cuestione cosas», apunta quien también ha ejercido como asistente de coreógrafo, apartado creativo que le atrae mucho, confiesa.
Y es que la danza tiene muchos lenguajes y palos, unos más accesibles que otros para el gran público. «Lo que pasa es que se mete todo en el mismos saco, lo contemporáneo y antiguo», denuncia Sara López del Pino.
Programar con sentido y de forma continuada
«Cada programador tiene que saber qué tipo de público tiene. Dentro de las artes del movimiento hay muchas cosas. Te tienes que poner en el lugar del público y los proyectos tienen que ser a largo plazo y tener continuidad. Si se programa danza una vez al año, no llegamos a nada», defiende Natalia Medina. «En Masdanza hemos hecho un trabajo importante para generar comunidad, para que la sociedad entienda que forman parte de un conjunto y que no solo van a ver una obra y ya está. Así hemos logrado tener un público cada vez más fiel», explica sobre la filosofía que mueve a Masdanza.
«Hay muchos prejuicios entre los programadores. Deberían cubrir las necesidades de todo tipo de públicos y no lo hacen. Alguno me ha dicho que al principio tenía reparos a la hora de programar danza y después ha visto la evolución. Al principio iban su familia y él y con los años mucho público. Es un trabajo de todos, de los programadores y de quienes nos subimos al escenario», dice una Dácil González que, asegura a sus 47 años y plenamente activa profesionalmente que no entiende «la vida sin bailar, porque me da la vida»
Natalia Medina considera clave para el futuro que la danza entre en la formación educativa desde Primaria, como sucede en otros países. «Si no se construye desde los cimientos, no se podrá contar con un grado Superior en todas las comunidades autónomas, porque requiere de una demanda, de un número mínimo de alumnos para que se mantenga y tenga sentido», explica.