El poeta en familia: Tomás Miller, nº 7
Centenario del nacimiento de Pedro Lezcano ·
Tributo. Desde el pasado viernes y hasta este domingo, CANARIAS7 ha celebrado el centenario del nacimiento de Pedro Lezcano con la publicación de una serie de artículos en torno a su figura.SILVIA LEZCANO
Domingo, 13 de septiembre 2020, 01:00
Al celebrar los 100 años del nacimiento de Pedro Lezcano (mi tío y padrino), he recordado que hace 70 que él y su hermano Ricardo se instalaron en esta inolvidable y enorme vivienda, con vistas al Teide y a Las Canteras, entonces libre de hoteles y edificios circundantes. La casa, donde cabíamos ampliamente las dos familias, fue el escenario de mis primeros once años, compartidos gozosamente con las tres hijas de Pedro y Carmina. Y muchos amigos de la vecindad, entre ellos nuestra querida Ana María Bautista, hermana del compositor Teddy Bautista.
Mis primeros recuerdos infantiles de tío Pedro son los de alguien entusiasta y sobresaliente en cualquier actividad: escribir, pescar ,pintar, ajedrecista y colombófilo. Su estudio, donde destacaban dos fauces de tiburones, nos fascinaba. Sus dotes de pescador submarino mejoraron cuando inventó unas gafas de muchas dioptrías que insertó en las de buceo. En los fines de semana de acampada en las playas, entonces desiertas, del Inglés o Maspalomas, lo recuerdo saliendo del mar, con su enorme sonrisa y algún enorme pez ensartado en su arpón, que sería un manjar asado al espeto sobre la arena.
Nuestra vida en común, a pocos metros de la playa, nunca era aburrida; vivíamos con intensidad las aficiones de nuestros padres y la presencia constante de sus amigos en casa: Baudi Miró, Carlos Pinto y Delia, componentes del Teatro Insular de Cámara: Pepita Domínguez, los matrimonios Aznar y Calimano, Gonzalo Monasterio y muchos más. Los fines de semana recorríamos la isla, acampando en las playas o la montaña.
Cuando en 1963 mi hermana Alicia y yo nos trasladamos a Madrid y mis padres lo hicieron por unos años, la tristeza fue inmensa por ambas partes. Así lo refleja una carta de Pedro a Ricardo: «La casa resulta un inmenso castillo con vuestros fantasmas en pena. Tengo la penosa impresión de emprender una segunda parte de mi vida».
Aunque el contacto siguió siendo muy estrecho entre ambas familias, la distancia nos hacía vivir con desazón sucesos como el desgraciado Consejo de Guerra a Pedro por su poema antimilitarista 'Consejo de paz'. Desde la península, Ricardo llamó, visitó, movió influencias entre poetas y literatos. Finalmente fue condenado a 6 meses de cárcel y posteriormente indultado. El periodista Salvador Sagaseta, desgraciadamente, sufrió peores consecuencias.
A partir de la transición, seguimos desde Madrid su trayectoria como poeta que espera, no sólo su reconocimiento por la crítica, sino ser escuchado o leído por el pueblo. Unos años después así lo expresó en la inauguración de un curso en la UNED: «Si el hombre con sus versos no contribuye a paliar los males de este mundo, con su silencio los otorga».
Recuerdo, cómo, degustando la libertad, cada vez se hacía más sensible a la injusticia, el hambre, las guerras... mientras personalmente, luchaba contra sus conflictos económicos cotidianos. El trabajo en su imprenta le consumía energías y peculio. En una carta fechada en 1970 le cuenta a Ricardo su deseo imposible de quedarse a vivir en la isla de La Palma, dedicado al campo, rodeado de gente «encantadora e ilustrada», como define a los palmeros.
Su trayectoria política creo que le proporcionó más sinsabores que alegrías. Sólo me remito al extraordinario discurso en la Universidad de Las Palmas con motivo de la concesión de un Doctorado Honorífico (2001) donde expone de la forma más descarnada posible, el lado oscuro de la política en las islas.
La última vez que le vi fue en unas cortas vacaciones familiares en Fuerteventura. Se lamentaba de su dolorosa enfermedad (mieloma múltiple) y de tener que entrar en el mar con un aparato ortopédico entre espalda y pecho, más un bastón, gafas, etcétera.
Poco nos podíamos imaginar que sólo unos meses después la trágica muerte de su hija May nos rompería la vida a todos. No me resisto a comentar que la carta que nos escribió pasado un mes todavía me emociona hasta las lágrimas. El amor por su hija perdida se le manifiesta con la tardía y dolorosa certeza de que era una mujer insustituible y el elemento vertebrador de su familia. Todo pierde importancia ante su pérdida.
Sobrevivió, como es ley de vida. Murió un año y pico después. Mi padre recibió la amarga noticia el día en que cumplía 85 años. Puedo testificar que en los diez años que transcurrieron hasta su desaparición, trabajó para perpetuar la memoria de su añorado hermano Pedro.