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Un drama dulce

Un drama dulce

«El dolor de la pérdida de un ser querido, el periodo de duelo y el amor son los tres principales ingredientes de esta interesante propuesta germano-israelí».

Jueves, 1 de enero 1970

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La vida, cada cierto tiempo, nos regala un buen golpe. Cómo encajarlo y cómo superarlo depende de muchas circunstancias, tanto personales como familiares y sociales. No existe una regla escrita y común. Superar estos varapalos requiere tiempo. En ocasiones de mucho y en otros casos es cuestión de días, semanas o meses. Este tipo de situaciones, en las manos adecuadas, se puede transformar en un material estupendo para una creación artística.

El repostero de Berlín (The Cakemaker), ópera prima del cineasta israelí Ofir Raul Graizer, es una de las propuestas más atractivas que ha recalado en los últimos meses en las salas de proyección españolas. Sus ingredientes son casi los habituales de un drama con ciertos tintes románticos, pero su elaboración y su presentación final ante el espectador incluye novedades sustanciales que convierte el conjunto en un bocado muy apetecible. Tanto como una de las galletas de canela o las tartas que uno de los protagonistas elabora constantemente.

El punto de partida no engaña. El repostero de Berlín va un paso más allá. Un israelí, que está en Berlín para ultimar los detalles de un proyecto de obras públicas, entra en una pastelería a la que acude con asiduidad para tomarse un café, una porción de tarta y llevarle un detalle a su esposa e hijos, que le esperan en Jersusalén.

Los planos largos con una puesta en escena muy cuidada, los primeros planos, los silencios y las miradas entre este hombre de negocios y el joven repostero germano que le atiende están filmados con elegancia y soltura. Son la antesala de la relación sexual esporádica que se establece entre ambos y que el director Ofir Rayk Grazier, que también firma el guion, resuelve con un par de planos brillantes.

Oren, el israelí, no está dispuesto a renunciar a su vida familiar en su país y tiene claro que su relación con Thomas solo florecerá una vez al mes, cuando visite por trabajo la capital alemana. Al menos eso parece pensar...

Esta historia da un vuelco cuando Oren fallece en su país en un accidente de tráfico, lo que lleva a su joven amante a viajar hasta Jerusalén para, sin darse a conocer, descubrir cómo era allí la vida de su amante y ver en persona a su esposa e hijos. Finalmente, acaba trabajando en la cafetería Kosher –significa que respeta los preceptos tradicionales del judaísmo– que regenta.

De forma pausada, a cuentagotas y con giros que cobran sentido gracias a varios saltos en el tiempo, florece una radiografía vital y social muy interesante. Los protagonistas encarnan la dura convivencia entre libertad y respeto de las tradiciones, entre la fe religiosa radical y el razonamiento contemporáneo, cómo el paso del tiempo no ha borrado del todo –como es lógico– lo sucedido durante la Segunda Guerra Mundial entre los nazis y los judíos, y cómo el amor es capaz de superar esas cuestiones y todas las que se les pongan por delante.

El repostero de Berlín

Título original: The Cakemaker.

Director: Ofir Raul Graizer.

Nacionalidad: Israelí-germana. Intérpretes: Tim Kalkhof, Sarah Adler, Zohar Shtrauss, Roy Miller.

Duración: 104 minutos

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