La cultura crea, se reinventa y recomienda
Los recintos escénicos y musicales están cerrados. Los museos, los cines, las bibliotecas y las librerías, también. Está prohibido pisar la calle, salvo por necesidad y para comprar cosas de primera necesidad. Ante este panorama, generado por la crisis del coronavirus, lo natural es pensar que esta pandemia ha tumbado al sector cultural. Pero eso es un trampantojo. Parece una cosa y la realidad es otra.
La cultura no está muerta. Está como toda la sociedad. Confinada en casa, pero activa. En algunos casos más creativa que nunca. Ya se sabe que la necesidad agudiza el ingenio y este sector, siempre a la cabeza en la lista de los recortes en cuanto las cosas vienen mal dadas, sabe como nadie lo que es sobrevivir en unos tiempos complicados. Desde que el Ejecutivo que preside Pedro Sánchez decretó el estado de alarma, los profesionales de la cultura aprovechan el tiempo para reinventarse, recuperar proyectos olvidados o postergados, y generar contenidos para que, cuando regresa la normalidad, el público disfrute de nuevo con sus propuestas.
La crítica situación que vivimos ha cogido a Mario Vega, productor y director de escena grancanario, cuando su nueva criatura teatral, Moria, entraba en una fase definitiva de ensayos con la vista puesta en el estreno que estaba previsto a finales de abril, en el Teatro de El Sauzal, dentro de la Muestra Escénica Iberoamericana (MEI).
«Seguimos trabajando en la propuesta artística, aunque hemos paralizado los ensayos hasta el final de la alerta. Este tiempo nos permitirá llegar con un proceso más maduro al estreno. Las actrices, Marta Viera y Ruth Sánchez, siguen estudiando los personajes y los matices de caracterización desde sus casas», explica Vega, en su domicilio.
Cuando se le cuestiona sobre qué recomienda a los que están en sus hogares durante estos días de confinamiento, el director y productor isleño se decanta por dos libros. «Propongo lecturas de dos de los grandes representantes del talento grancanario: nuestro amigo recientemente fallecido Antonio Lozano y lo que para mí es una de sus mejores novelas, El caso Sankara, y de Alexis Ravelo y su inconfundible Eladio Monroy, Morir despacio».
La cineasta Nayra Sanz también está en su casa. «A pesar de los proyectos en los que me encuentro trabajando, me resulta muy complicado centrarme en otro tema que no sea reflexionar sobre lo que está sucediendo: una crisis mundial que nos habla de nuestro tiempo y que conlleva una infinidad de paradojas. Mientras que todos y todas estamos aislados en nuestras casas -los que las tenemos- la vida exterior, caracterizada por el consumo, se va transformando de forma desconocida; un freno trascendental del sistema capitalista y, por extensión, de nuestros cuerpos capitalistas. Siento esta situación como una revolución global en la que todos y todas, más allá de nuestra condición, estamos en el ojo del huracán. Como comentaba con algunos de mis compañeros, un elemento irónico dentro de este sector independiente, es que en una medida importante, nuestra rutina diaria como creadores no ha cambiado tanto. Y es que gran parte del día, por no decir todo, lo pasamos aislados y aisladas trabajando en casa, sin un estudio u oficina a donde ir. Esto implica aparentemente que la cotidianidad no ha cambiado en la forma, aunque sí, claro está, y de manera radical, en el fondo: una parte muy importante de la población del planeta está aislada, sin saber qué va a suceder y con un parón económico nunca imaginado hasta ahora, como en los relatos más extremos y surreales de ciencia-ficción», reflexiona.
«Me he sumado a un blog, creado por una amiga hace un par de días, que está ideado como ciclo de cine: cada día, a las 20.30 horas, hay programada una película sugerida por algunos de nosotros para que podamos compartirla por streaming en comunidad, seguido de un posible coloquio y/o comentarios. Si por alguna razón no me puedo sumar al ciclo, hago también uso de plataformas como Youtube, para visionar entrevistas, como las del programa A Fondo, dirigido por José María Soler, en los años 70, o la web Plat.tv, donde se pueden visionar trabajos de cineastas españoles contemporáneos de forma gratuita; Mujeres de Cine, que propone películas de directoras mujeres; Cine.Ar, de producciones argentinas, y toda la selección de Filmin», sugiere a los lectores a la vez que explica que se ha impuesto una rutina de ejercicios físicos, «como hacer pilates con una amiga, todas las mañanas, vía Skype».
«No dejemos que la imaginación se quede en casa, sino que salga a dibujar el mundo nuevo que solidariamente sabremos construir», apunta el escritor herreño Víctor Álamo de la Rosa. «La verdad es que la escritura de novelas es siempre un buen refugio, haya o no haya pandemia de coronavirus. La ficción te permite imaginar, es decir, evadirte, y si quiero escribir que la pandemia ya pasó y que todo está en orden de nuevo, puedo hacerlo. Con esto quiero decir que escribir nos deja pintar el mundo como lo queremos, sano y feliz. Eso recomiendo y eso estoy haciendo como escritor. Estoy aprovechando para ultimar mi próxima novela, titulada La ternura del caníbal, porque escribir, dejar reposar lo escrito y volver a escribir consume mucho tiempo y el tiempo ahora nos sobra. Aprovechemos, pues, este tiempo tan preciado que tenemos para volver a viejas lecturas o para descubrir otras nuevas, como por ejemplo Casa de verano con piscina, del holandés Herman Koch, cuyas páginas me están sorprendiendo y divirtiendo. Las tardes se hacen largas y me dejan espacio para volver a las páginas finales de mi novela preferida, La montaña mágica, de Thomas Mann. La literatura es muy visionaria y se anticipa siempre a la realidad, por lo que muchas veces nos da respuestas antes de que aparezcan las preguntas. Cuando necesito sudar me pongo los cascos y la música de Linkin Park, Metallica y U2 a todo volumen y bailo como un poseído. Por las noches, vuelvo al cine para ver clásicos como La gran belleza de Paolo Sorrentino o para descubrir las películas contemporáneas que pronto serán clásicos como Joker, o también para divertirme con series que enganchan como The Walking Dead. En general, con las cosas que no entiendo, soy muy obediente, así que, en este caso de la pandemia, aplico a pies juntillas las indicaciones de los profesionales médicos, muy seguro de que estos malos tiempos pasarán pronto», apunta por internet.
Luis Miranda, director del Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria, cuya 20ª edición, prevista para el próximo mes ha sido cancelada, explica que «el bendito dilema de los profesionales de la cultura es que la diferencia entre ocio y oficio en la práctica no existe». «Sentimos que estamos trabajando cuando, por ejemplo, nos capta la atención una música encontrada en la radio al azar. Las antenas de la percepción están abiertas a tiempo completo, y la noción misma de entretenimiento se nos suele atragantar, nos resulta ajena y casi incomprensible. Digo que es un dilema porque, según esto, el disfrute cultural suele tener para nosotros una finalidad, pero al mismo tiempo afirmamos que la cultura es un bien en sí mismo, sin finalidad práctica inmediata. No se lee a Dostoievski para aprender psicología ni a Tolstoi para aprender historia. Ese aprendizaje será tan sólo un efecto secundario. Ni se los lee desde luego para entretenerse; no se trata de matar el tiempo, sino de experimentarlo y enriquecerlo. Es asunto de deseo y placer, un goce que esperamos resulte de la conexión entre pensamiento y sensibilidad, entre realidad e imaginación», señala por internet.
Estos días, asegura, se limita a no programarse ni a imponerse tareas. «Leo, claro, y veo películas, y escucho música, pero sin otro criterio que el deseo eventual de hacerlo; sin finalidad ulterior. Por ejemplo, leo ahora mismo una Historia de la lectura, porque siento mucha curiosidad, no tanto por saber lo que se leía sino cómo se ha leído a través de las épocas, y sobre todo antes de la invención de la imprenta. En ocasiones escucho los podcasts de un estupendo programa radiofónico llamado Música y significado, de Luis Ángel de Benito. En la hora tonta escucho también programas deportivos, y más en estos días sin contenido propio del que informar. Por la noche me pongo alguna película elegida por impulso -anoche, un filme de terror de Mario Bava, de pésimo guion y deliciosa puesta en escena, como siempre en su caso-. Para hoy tengo previsto un clásico de Howard Hawks, La comedia de la vida, de 1935, pero quién sabe si será la película que vea al final. En todo caso, mi práctica de ocio preferida desde hace unos años consiste en jugar con réplicas virtuales de sintetizadores antiguos. Nunca estudié música, pero tampoco se precisa ser ferroviario para jugar con trenes eléctricos», apunta con ironía.
Con el mismo tono socarrón desgrana Luis Miranda sus recomendaciones para estos días donde el hábitat se reduce a las parades de cada casa. Empieza por la literatura: «Consejo 1: Seleccione libros que compró hace más de diez años y que nunca leyó. Elija uno; consejo 1bis: Abra una página al azar y lea en voz alta. Repita el proceso hasta que se encuentre absorto en la lectura del que le ha enganchado; consejo 2: Comience Los episodios nacionales de Galdós. Rememore en qué volumen y página se quedó el día en que la alarma pasó a la historia; y consejo 3: Escriba su propio libro».
Aquí va sus tres sugerencias cinematográficas: «No vea películas posteriores a 1970. Vea cualquier cosa que se encuentre anterior a esa fecha; si no sabe cómo encontrar películas que cumplan ese requisito, pregúntese por qué; o bien, no vea cine pero lea algún libro sobre cine. Y si esa lectura le anima a buscar alguna película de la que jamás oyó hablar, no lo dude».
Cuatro son sus recomendaciones musicales y otras tantas para las artes plásticas. Las primeras son: «Escuche al azar cualquier cadena musical que no programe en ese momento música pop. Intente mantener la escucha al menos diez minutos; si es aficionado a la ópera, escuche a los Beach Boys; si es aficionado al jazz, las mejores arias de Maria Callas. Por momentos es tan sublime como Sarah Vaughan; y si no acostumbra a escuchar música clásica, y ya que toca por aniversario, pruebe con la Sonata Hammerklavier de Beethoven. Una vez escuchada ponga de nuevo el adagio. Necesitará, eso sí, una hora de tranquilidad para todo ello, pero si tras la escucha no siente que ha comprendido algo decisivo -sobre la música o sobre lo que sea- entonces siento decirle que es usted un caso perdido». Para los fans de las artes plásticas, Miranda, que sigue pendiente de la actualidad para determinar qué pasa con la 20ª edición del festival que dirige, le aconseja: «Explore el fascinante mundo de los museos virtuales. La web google Arts & Culture es tan fascinante como desigual, pero vale la pena explorar la ampliación de imagen de ciertos cuadros; busque pinturas del pintor japonés Sesshu; medite sobre las zonas de sombra de la historia del arte -la que nunca nos contaron-; y sin mirar, ponga un dedo sobre un globo terráqueo o un mapamundi. Busque información sobre la tradición artística del lugar señalado».
La artista plástica grancanaria Ana Beltrá reconoce que, al tener hijos, éstos son ahora su «prioridad». «Intento hacer cosas creativas con ellos y aprovecho la situación para cosas que tenía pendientes en casa... Intento dejar un hueco para avanzar proyectos y sacar un ratito para crear, dibujar, ya sea a mano en el ordenador o con la guitarra. Pintar en casa no suelo hacerlo, pero me lo estoy empezando a plantear», confiesa.
Reconoce que «esta circunstancia tan anómala es una invitación a profundizar en la creatividad y sacar afuera esos proyectos e ideas que estaban pendientes». No sugiere nada, ya que «poco puedo aportar», dice, «ante la avalancha de oferta virtual, aunque donde esté un buen libro y una buena película...».
Por su parte, el cineasta tinerfeño Víctor Moreno, explica que su rutina no se ha sentido muy afectada porque gran parte de su trabajo lo realiza en casa, «escribiendo o por correo electrónico». La pandemia ha estallado cuando se encontraba ya «encerrado» documentándose y escribiendo los guiones de sus nuevos proyectos. «A nivel general, esta crisis me obligará a retrasar un cortometraje que me habían encargado y que previsiblemente se iba a rodar en junio. Lo mismo con el teaser de mi nuevo largometraje, que iba a rodar en mayo», apunta el director de La ciudad oculta.
En casa trata de hacer ejercicios de estiramientos e intentan mantener más comunicación de la habitual. «Me he dado cuenta de que mantenemos conversaciones con personas con las que hace tiempo que no lo hacíamos. Me he contagiado de esa energía y me he puesto a contactar con muchos. Intentaré ponerme al día con muchas personas».
Ahora que, según el director de Edificio España, nos damos cuenta de lo «vulnerables y frágiles que somos», recomienda «reflexionar sobre la condición humana y el mundo que nos rodea», más que caer en el puro consumo de entretenimiento. Recomienda también ver una serie japonesa que ha descubierto en youtube, que se titula El planeta milagroso, que data de los años 80, y transitar por plataformas menos convencionales para ver cine, como son: «filmin, plat o márgenes y movie».
Al también cineasta Juan Carlos Falcón le ha pillado esta inimaginable realidad en su isla natal, Gran Canaria. «Entiendo esta profesión como una carrera de fondo. Mientras sigo a la espera de poder cerrar varios proyectos en Madrid, estoy trabajando aquí como adjunto de realización para la productora Cyrano. Eso me da una estabilidad económica a la espera de que fructifiquen mis propuestas», explica por teléfono.
«No hay mal que por bien no venga», confiesa, así que este confinamiento le sirve para dedicar el tiempo del que nunca suele disponer para «desarrollar un proyecto» con el que quería haber arrancado el año pasado.
En Madrid se encuentra la actriz grancanaria Ana Wagener, que el pasado fin de semana abandonó el rodaje del nuevo proyecto del cineasta Oriol Paulo debido a la emergencia sanitaria que se vive en España. «La vacuna somos nosotros. Es un gran fallo relativizarlo. Todos somos responsables con nuestro comportamiento», subraya en su casa.
«Me siento fenomenal. Soy muy disciplinada. Me he obligado a racionarme para hacer la compra cada cuatro días y hacer una tabla de deportes a diario. Estoy cocinando y pintando, que me encanta. Me he puesto y estoy con el segundo cuadro», confiesa entre risas.
Entiende la situación actual como algo muy «alegórico», como un «toque que el planeta nos ha dado a todos» y que superaremos porque «en España tenemos una gran sanidad y el gobierno lo está haciendo muy bien».
La también actriz grancanaria, nacida en Cádiz, Mari Carmen Sánchez, dice que es duro para alguien tan activo como ella estar todo el día en casa. «Pensé que lo iba a llevar peor, pero estoy campeando el temporal como puedo. Me ayuda mucho leer. Los libros son unos verdaderos amigos y logran que te evadas de la realidad que te rodea. Tengo un buen arsenal, incluidos esos que tienes pendientes como La montaña mágica, de Thomas Mann. Recuerdo un episodio de mi vida que me hizo estar encerrada y leer El Quijote fue una gran ayuda. Lo recomiendo, es un libro maravilloso», dice quien se encuentra leyendo estos días La hija de Robert Poste (Impedimenta), de Stella Gibbons, con una biografía de Carlos Saura en la recámara, que le regaló un amigo.
A los aficionados al cine, les apunta que recuperen «películas clásicas» y para los seriéfilos, Babylon Berlin, que compagina con la preparación de clases para el Instituto de Cine de Canarias.
Sebastián Gil, trompetista y director de la Gran Canaria Big Band, trabaja en la preparación de clases para el Conservatorio, donde es docente, y con el desarrollo «de nuevos iniciativas musicales» desde su casa. «Se trata de proyectos que llevaban tiempo apalancados por otras prioridades y a los que ahora les puedo dedicar tiempo. Estoy aprovechando para avanzar con el nuevo disco de la Gran Canaria Big Band», adelanta este músico que vía internet dará clases también a unos alumnos de la Universidad mexicana de Zacatecas. A los lectores les recomienda «indagar» y escuchar composiciones de «artistas canarios que seguro que les suenan, pero igual no han escuchado».
El cantautor grancanario Luis Quintana reconoce que, profesionalmente, una de sus preocupaciones es que sin conciertos sus ingresos «desaparecen». El confinamiento no implica un cambio drástico en sus costumbres, ya que, apunta, «los músicos-compositores vivimos en cuarentena constante, salvo los paréntesis de los conciertos de los fines de semana». Por eso, estos días aprovecha para «componer, escuchar música, leer, observar y acercarse a la gente en internet dando conciertos online». Recomienda aprovechar para «resetear la mente» y lecturas como la revista Panenka, y los libros Semilla de memoria, de Francisco González Tejera, y La playa de los ahogados, de Domingo Villar.