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Cuando Pou hace justicia a Orson Welles

Cuando Pou hace justicia a Orson Welles

El actor catalán protagoniza la versión escénica de ‘Moby Dick’ que abre el próximo viernes y sábado la temporada del teatro Cuyás de la capital grancanaria. Da vida al legendario personaje del capitán Ahab que protagoniza la novela de Herman Melville, que tanto obsesionaba al director de ‘Ciudadano Kane’.

Jueves, 1 de enero 1970

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Victoriano s. Álamo Las Palmas de Gran Canaria

José María Pou (Barcelona, 1944) encarnó a uno de los mayores genios artísticos del pasado siglo XX durante el exitoso montaje Su seguro servidor, Orson Welles. Casi ocho años después, el actor entiende que cierra el círculo en torno al genial intérprete y cineasta norteamericano al encarnar al capitán Ahab en la adaptación escénica de la novela Moby Dick, de Herman Melville, que protagoniza el próximo viernes y sábado, a las 20.30 horas, como punto de partida de la nueva temporada del teatro Cuyás de la capital grancanaria.

«Orson Welles estaba obsesionado con dar vida al capitán Ahab. John Huston, para su película de 1956, tenía previsto que fuera él quien lo encarnase, pero los estudios y las compañías de seguro se negaron por los problemas que Welles generaba durante los rodajes. Se tuvo que conformar con una escena maravillosa, en la que daba vida al cura que habla desde el púlpito. Huston defendió a muerte su presencia. Ahora, es como si yo hiciera un acto de justicia hacia Orson Welles, ya que hay que recordar que una parte de aquella película se rodó en Gran Canaria, lo que para mí es un aliciente más», explica José María Pou.

El laureado actor catalán, habitual de la programación del Cuyás con cada una de sus producciones, ha transitado por un camino distinto para encarnar al capitán Ahab, con respecto a la interpretación de Gregory Peck en la mencionada producción cinematográfica. «Aún gustándome mucho la película, que he visto varias veces, he intentado alejarme de Gregory Peck. Soy un fan suyo, creo que su interpretación en Matar a un ruiseñor es uno de los mejores papeles de la historia, pero en Moby Dick no estuvo especialmente afortunada. Él mismo sabía que no era un personaje adecuado para él. Fue una imposición de Hollywood, porque era uno de los grandes galanes del momento», señala.

Este montaje implica un doble reto mayúsculo, reconoce Pou. Por un lado está la complejidad de la novela de Herman Melville. «Moby Dick es un título que a la gente le suena muchísimo. Todo el mundo cree que se conoce muy bien la historia, sobre todo las generaciones anteriores, que vieron la maravillosa película de John Huston. Los jóvenes menos, porque no la han visto. Está un poco olvidada, aunque se han hecho otras versiones, incluida una reciente que se rodó también en Canarias. Se piensa que es la historia de unos marineros que cazan ballenas. La mayoría ha leído versiones muy reducidas, que se hicieron tras el fracaso de la original, que iban destinadas a un público casi infantil y juvenil. Es una de las grandes paradojas de la literatura universal. La novela de Melville es uno de los libros más complicados, difíciles y con una mayor carga existencial de los que se han escrito en mucho tiempo, por eso circulan muchas adaptaciones que la reducen a una novela de aventuras, como si fuera La isla del tesoro. Sin ir más lejos, yo mismo, hace muchos años, la primera vez que leí Moby Dick fue con una versión juvenil de apenas cien páginas y con letras grandes», explica por teléfono entre risas.

José María Pou define el libro de Melville como «una novela llena de misterio» y como «uno de los mayores monumentos literarios de la historia».

Comparte la apreciación, muy extendida entre críticos, escritores y especialistas, que consideran al capitán Ahab, punto neurálgico de la novela, un personaje shakespeariano. «Algunos autores, incluido Borges, dicen que Ahab es el gran personaje que Shakespeare se olvidó de escribir. Tiene la complejidad de un Falstaff, un Macbeth o un Otello. Harold Bloom, por ejemplo, dijo en su momento que Moby Dick no es una novela, es un milagro. Ha recibido el reconocimiento de todo el mundo, pero entiendo que mucha gente diga que es un coñazo insoportable. Eso hizo que la novela fuera un fracaso cuando se publicó», señala sin ambages.

Por ello, apunta que una de las primeras cosas que genera el montaje que protagoniza, bajo la dirección de Andrés Lima, es una «sorpresa». «El público descubre que Moby Dick no es solo, porque también lo es, una novela de aventuras. Es la gran epopeya de un hombre con sus obsesiones, que viaja hacia la muerte. Se trata de un hombre enormemente complejo. El capitán Ahab no solo es un capitán de barco, es un tipo con una mente y un corazón retorcidos, capaz de grandes misiones y cosas. La sorpresa que produce está en el descubrimiento de que Moby Dick es algo de gran envergadura. Puede que alguien acuda con su hijo a la función y eso no es un inconveniente. En Barcelona, en los seis meses que estuvimos representando la obra, vinieron muchos padres, fans de la novela, con sus hijos adolescentes para que conocieran la historia», recuerda.

Durante la hora y veinte de función, la adaptación que firma Juan Cavestany desarrolla «la quintaesencia de la novela». «Está todo su espíritu. Ha sido una aventura difícil que no solo hemos intentado nosotros. Durante el último siglo se han aventurado en esta novela muchísimas personas de teatro, en múltiples países e idiomas. Algunos han sufrido fracasos estrepitosos. Está el caso paradójico de Orson Welles, que escribió, dirigió y protagonizó una adaptación. Se estrenó en Londres en los años 50 y fue un fracaso, al igual que en Nueva York después. Vittorio Gassman también lo hizo en el Puerto de Nápoles e hizo una representación en el 92 en la Expo de Sevilla. Tampoco gustó demasiado», recuerda.

«Hemos tardado 13 años en hacerlo. Las primeras ideas y mi compromiso con el proyecto fueron en 2005, con Calixto Bieito como posible director. Después empezamos a elucubrarlo. Cuando ya tocaba cuajarlo, Calixto no pudo, por una cuestión de agenda. Tuvo que renunciar con gran dolor y optamos por Andrés Lima, un gran amigo y al que considero el director ideal. Está lo suficientemente loco para encargarse del proyecto. Juan Cavestany es un colaborar habitual suyo. Es un gran dramaturgo y creo que ha hecho una adaptación que consigue captar toda la esencia del libro, algo que es dificilísimo. Hay gente que piensa que es un monólogo. No lo es, aunque el capitán Ahab es el eje. Otros dos actores interpretan a los restantes marineros», explica.

Juan Cavestany, apunta Pou, «cuenta la peripecia del Pequod a través de los ojos muy particulares de Ahab. Es un hombre que está absolutamente loco, obsesionado con la idea de la ballena. Un día le comió la pierna, algo muy habitual entre los balleneros, ya que estaban casi todos mutilados. Pero eso generó una ansia de venganza y una obsesión que se transforma en una locura. Solo desde la locura y lo más irracional uno se puede situar como defensor del bien para luchar contra Leviatán, el mal. Se siente casi como un salvador de la humanidad y lo que hace, tristemente, es arrastrar a casi toda la tripulación hacia la muerte, como hacen en otras ocasiones los poderosos con su pueblo», apunta sobre un personaje que reconoce que es «poliédrico» y que se presentará ante el público narrando «el terrible miedo que siente hacia el color blanco».

Este Moby Dick escénico es «un espectáculo moderno», según su protagonista. «Sobre el escenario está el barco, los marineros, la tormenta... todo gracias a los elementos escénicos de los que se disponen», añade. Incluso, la propia Moby Dick también emergerá. «Aparece como deben aparecer la cosas en el teatro, con la complicidad y la imaginación del espectador. No hace falta sacar una ballena gigantesca de gomaespuma. A veces, con un simple pañuelo de seda se puede ver la monstruosidad», avanza.

El segundo gran reto que afronta José María Pou con este proyecto es físico. «Es el personaje más agotador que he hecho nunca. Empiezo todos los días la función con la sensación de que no sé si llegaré al final, porque tengo por delante una hora y media de enorme exigencia. Nunca, nunca, nunca había empezado una función con miedo a no llegar al final. Por suerte, he terminado todas las funciones con fuerzas para saludar al público. Otra cosa es que yo después necesite hora y media en el camerino para recuperarme», apunta sobre una obra que estará de gira por toda España hasta junio de 2019, incluidos dos meses en el teatro La Latina de Madrid.

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