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La directora Elisa Cepedal estará en la apertura de una nueva edición de Ibértigo. C7

«Necesitamos formas de expresión que nos acerquen a la realidad»

La realizadora asturiana firma hoy el Prólogo de Ibértigo con el pase de 'El trabajo o a quién le pertenece el mundo', premiada en Gijón

David Ojeda

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 5 de octubre 2020, 07:31

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Ibértigo acaricia el tópico de la mayoría de edad en el comienzo de su 18ª edición, que se irá proyectando cada tarde a las 19.00 horas (entrada gratuita) en la Casa de Colón hasta el 25 de octubre. El prólogo será hoy con la realizadora asturiana Elisa Cepedal y su premiada 'El trabajo o a quién pertenece el mundo', un documento fílmico en el que plasma el deterioro del movimiento de resistencia en la cuenca minera.

–Cuando habla de su película insiste mucho en que es un retrato de la pérdida de conciencia de clase en la cuenca, ¿no queda también plasmado el bloqueo de una población que ve como su identidad se diluye a través de la desarticulación sus señas de lucha y supervivencia?

–Por supuesto. Aunque más que de identidad, prefiero hablar de la pérdida de una colectividad que se había generado precisamente alrededor de la industria de carbón, y en cómo hombres y mujeres expresan su vida a través del trabajo y de las continuas luchas que han mantenido a lo largo de más de cien años de minería en Asturias. Estas condiciones de vida sin duda influyeron en la solidaridad y unidad de un pueblo, en forjar su conciencia de clase, que con los años y el cierre continuado de los pozos se ha ido desvaneciendo. Creo que construir un futuro en Asturias pasa, no tanto por mirar al pasado y añorar lo que fue, si no por reconocer que ese pueblo ya no existe y construir colectivamente un pueblo que está por llegar.

–El rodaje se culmino tras un proceso de años, ¿cómo fue plasmando ese proceso de degradación de la lucha obrera?

–La verdad es que cuando empecé con la investigación para la película, el deterioro del movimiento obrero ya llevaba más de treinta años produciéndose. Los planes de cierre y desindustrialización comenzaron en los años 80, en los 90 se vivieron muchas huelgas e intentos de resistencia que yo recuerdo muy bien, y la última huelga minera fue en el 2012. Yo me quería ceñir a contar la historia de esos últimos años, a partir de la última huelga y hasta el cierre total, que por cierto aún no se ha producido, ya que el Pozo San Nicolás sigue abierto y extrayendo carbón. Por tanto, me enfrentaba a una realidad alejada de los relatos épicos y triunfalistas sobre el movimiento obrero en Asturias a los que estábamos acostumbradas. La cuestión fundamental estaba entonces en como plasmar un momento en la historia en la que realmente, y dramáticamente hablando, no pasaba nada; en como capturar la apatía, la desmovilización, la cotidianidad del lugar.

–La idea nace de los recuerdos de su infancia, tiempos en los que el conflicto en la minería estaba muy activo. ¿Se fue rebajando su idealización cuando recreo esos conflictos internos?

–Así fue. La imagen que yo tenía de los mineros antes de hacer la película estaba construida a partir de mi propia memoria al haber sido testigo del conflicto, y del relato que se había generado alrededor de esa lucha. Cuando regresé a Asturias para comenzar la investigación y durante el proceso de ésta me di cuenta de lo tramposo que era aquel relato y de las contradicciones y divisiones del sindicalismo minero.

–Muestra que esa aislamiento poblacional casi viene estructurado por el sistema. ¿Se puede ver eso reflejado en cómo cuenta, por ejemplo, el crecimiento de esa comunidad, con los bloques de los trabajadores separados del resto de la población?

–El aislamiento de las comunidades mineras viene, primero, dado por las características geográficas de Asturias y de los valles mineros. Pero sin lugar a dudas las empresas explotadoras de carbón se aprovecharon de esto para, en la primera mitad del siglo XX, construir poblados y barriadas separados de los principales núcleos de población con el fin de mantener a los trabajadores apartados de ideas revolucionarias, y hacer difícil las afiliaciones a sindicatos y partidos. Hay una anécdota muy bonita que se cuenta y que ocurrió, si no me equivoco, durante la llamada Huelgona, la gran huelga minera de 1962. Durante la dictadura, era difícil la comunicación y contra-información entre pozos, por eso la manera que tenía la gente de saber que un pozo se había puesto en huelga y se había corrido la voz a otros pozos que se habían sumado, era la de ver que el agua del río bajaba limpia, por tanto se sabía que se había parado la extracción de carbón. A lo que voy es que un pueblo resistente siempre encuentra maneras de resistir.

–Más allá de una denuncia explícita va presentando hechos de una forma cronológica. ¿Es una forma más honesta de subrayar causas y consecuencias?

–Precisamente lo que siempre tuve claro a la hora de contar esta historia es que no quería entrar en las causas que llevaron a la desmovilización del colectivo y la pérdida de la conciencia de clase, pero si mostrar sus efectos. Nunca consideré mi función cómo la de llegar a una objetividad, transmitir un mensaje, o una verdad más allá de la cinematográfica. Ni consideré la función de la película cómo la de repartir culpas, o entrar en debates partidistas. El propósito de la narración que nos describe hechos relevantes en la historia del movimiento obrero es simplemente el de contraponer ese pasado con la realidad actual, y quizás para hacer reflexionar de lo que ha pasado en ese 'entre' que no se muestra, entre la movilización y la apatía, entre lucha y división.

–¿Sigue siendo el cine el espacio para reflejar este tipo de historia y hacer la panorámica completa de un tiempo y un lugar?

–Sin lugar a dudas. El cine es más necesario que nunca en tanto en cuanto vivimos en una sociedad obsesionada con la información y la comunicación, con maneras de estructurar y estandarizar el mundo en el que vivimos. Necesitamos nuevas formas de expresión que nos acerquen a la realidad más allá de los filtros y la artificialidad que el sistema capitalista nos impone y el cine tiene el potencial de hacer esto.

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