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Eduardo Bautista García (Las Palmas de Gran Canaria, 1943), conocido como Teddy Bautista, está en un gran momento creativo . Habla en esta entrevista de la gestación de 'Canarii. País adentro', montaje musical, de danza y audiovisuales en el que firma la música junto con el timplista Hirahi Afonso. Daniel Abreu es el coreógrafo y Manuel González, de Mestisay, asume la dirección musical de un montaje que se estrena los días 17, 18 y 19 de noviembre en el Teatro Cuyás. También avanza detalles de su próximo disco y habla sin tapujos del largo proceso judicial que lo declaró inocente y que se gestó tras su turbulenta salida de la presidencia de la SGAE.
-¿Qué nos puede avanzar sobre la creación musical de 'Canarii. País adentro', que ha compuesto junto a Hirahi Afonso?
-Es una experiencia nueva pero muy enriquecedora para mí. Ha supuesto trabajar con un músico dos generaciones más joven que yo, pero que conoce muy bien el folclore y las influencias que han tenido peso en la construcción del imaginario musical canario. He estado muchos años recorriendo medio mundo y me faltaba robustecer las raíces. En este proceso, yo he trabajado con herramientas de última generación y electrónica para crear los repositorios donde los sonidos y las figuras se encuentran, mientras que Hirahi aporta la parte más orgánica y acústica. Juntos creamos así la narrativa musical. Ha sido muy interesante y me gustaría repetirlo.
- Antes de entrar en el proyecto doy por hecho que se informó sobre la trayectoria de Hirahi Afonso como timplista y compositor, pero una vez que se sentaron a trabajar, ¿le sorprendió su talento y el entendimiento fluyó natural o fue complicado?
-Lo que me impresionó fue su talento. Hirahi acaba de sacar su segundo álbum y es un trabajo impecable de imaginación e interpretación. También he seguido siempre a Mestisay, porque la voz de Olga Cerpa me parece una de las cosas más importantes, musicalmente hablando, que ha sucedido aquí. Enlaza con la tradición de María Mérida y Mari Sánchez, pero Olga es mucho más contemporánea. Ellas fueron unas grandes folcloristas, mientras que Olga ha cruzado el Atlántico, engancha muy bien con el Caribe. Me llamó mucho la atención las cosas que hizo con Albita, por ejemplo. Y después está el trabajo de Manolo González. Detrás de esta propuesta hay un trabajo tremendo suyo como productor y director musical. Sabía de sus grandes trabajos con Taburiente, el musical de César Manrique o su último disco 'Palosanto'. Un día me dijeron que les gustaría escuchar lo que yo estaba haciendo. Creo que a Olga le había comentado que había terminado un disco que saldrá el próximo año, porque se cumplen 50 años de la publicación de 'Ciclos', que fue emblemático. Lo escribí en el 73 y lo publiqué en el 74. Ahora lo he escrito y preparado en el 2023 y lo publicaré en el 24. Lo escucharon en casa y al día siguiente Manolo me propuso participar en este proyecto para ampliar el espectro sonoro. Y les dije que sí encantado. Nunca quise perder el contacto con la realidad de la que yo había salido. Trabajé por eso con Taburiente, Caco Senante, Teclados Fritos, Rosana y creo que ahora hemos conseguido una instantánea muy actual de por dónde anda el pensamiento musical de los que participamos, a lo que se suma la influencia del entorno.
- Intuyo que se trata de una composición musical para dejarse llevar, para que el público viaje a sus propias raíces musicales y hacia su interior. ¿Es así?
- Está bien intuido. Siempre he trabajado con ese Norte. Yo propongo y el público dispone. En la medida que el público sintoniza con tu propuesta nace la métrica del éxito. Si gusta el 100% de tu propuesta, no puedes pedir más. Este viaje musical lo podemos encuadrar con movimientos como el mar, la calima, los alisios... son elementos que siempre han flotado en el imaginario colectivo. Manolo los ha sabido ordenar y nos dijo cuál era la trama argumental para que Hirahi y yo trabajáramos. La obra es casi un oratorio. Olga también ha hecho un trabajo interesante sobre una endecha y una habanera. Manolo también ha aportado cosas, porque es un gran estudioso de la raíz, no solo del folclore sino de los usos y costumbres. Eso ha permitido que la suma de todo tenga acústica, electrónica y sobre todo sea orgánica. Se ha conseguido un conjunto en el que flota la historia pero a la vez es reminescente del imaginario colectivo. Buscamos que el público lo sienta dentro y salga del teatro diciendo que sabe más de su tierra y de su gente.
-¿Hablamos de un proyecto con una vocación nacional e internacional, pero el público canario lo verá desde una perspectiva más cercana?
-Sí. Hay un pensamiento de Umberto Eco que dice que para que Dulcinea sea universal, tiene que ser del Toboso. Mientras más conoces y dominas el lenguaje local, más posibilidades tienes de proyectarte en lo universal, en lo global. Instintivamente sabíamos que este proyecto era un desafío y que podíamos plasmarlo o quedarnos cortos. Me preocupaba más quedarme largo que corto. Todos tenemos la tendencia, en proyectos de este tipo, de volcar nuestra sapiencia. Creo que la distancia generacional existente entre todos ha ayudado. Soy de lejos el mayor del equipo.
- ¿Esta composición musical tendrá vida propia al margen del espectáculo, es decir, tienen intención de editarla en formato disco?
-Creo que Manolo quiere hacer un disco. Nosotros hemos pensado que hay que mezclar y masterizar el resultado final según el destino. Para el directo es importante que el diseño sonoro genere en el público la emoción de los graves y la ensoñación de los armónicos más agudos. Creo que será también y disco y seguramente una grabación audiovisual, porque el trabajo en ese campo con el que cuenta el espectáculo ha sido impresionante. También el vestuario. Creo que merece la pena que el público vea 'Canarii...' aunque sea solo por su vestuario, por el colorido y por los mensajes encriptados que incluye. El coreógrafo Daniel Abreu también es un referente internacional. Me he dado cuenta que lo que convierte a Manolo González en un tipo especial es que sabe buscar y encontrar a los creadores que confluyen para una convergencia a favor del resultado. Funciona porque alguien ha creado el marco y los participantes están motivados por ese marco concreto.
-En el escenario estarán tocando usted e Hirahi, ¿no es así?
-Por supuesto. Hay otros cinco músicos más. Se toca en directo porque lo están bailando. He hecho mucha música para ballets desde hace muchos años. También para el cine y las series. Es muy distinto ser el líder de un grupo que trabajar para un director o un coreógrafo, porque son ellos los que mandan. La danza es poesía en movimiento. El coreógrafo es sobre todo un poeta. Diseña movimientos y giros que cuentan la historia, que crean una narrativa aunque no exista un narrador. En este caso es muy importante la escenografía, con unas pantallas que rodean el escenario y donde se desarrolla en paralelo los escenarios que ayudan a que el espectáculo entienda la raíz del montaje.
- ¿Fue sencilla la relación con el coreógrafo Daniel Abreu y la convivencia entre su composición musical y la coreografía?
-Sí. Hemos cambiado muy pocas cosas. El 90% es lo que propusimos. Es normal que haya cambios. El coreógrafo, a partir de la primera escucha de la composición, en la medida en la que los bailarines conforman una serie de estampas, va descubriendo en la música los momentos más coreografiables y los que no.
-¿Se llevó una sorpresa al ver la coreografía de Daniel?
-Sí. Ha utilizado un lenguaje muy contemporáneo de la danza. Hay mucho 'flow', mucho flujo, se fluye... Son unos bailarines excepcionales, ningún movimiento rompe la estética ni el encadenamiento y cuentan la historia que Manolo y Olga pensaron desde un principio. El resultado final me ha emocionado y eso que he hecho muchas cosas con compañías de danza.
-¿Se puede definir como un espectáculo que desde la vanguardia invita a conocer el pasado y la evolución del archipiélago?
-Exactamente. Sin renunciar a nada de lo que hoy se considera contemporáneo, tanto en la danza como en la música y en lo audiovisual, se cuenta una historia ancestral. De todas formas, el día del juicio final será cuando se suba y se baje el telón y veamos qué se lleva a casa el público. Tengo la impresión de que el público, en las islas, la península o en los países que recorrerá el espectáculo, es único. Es público, sea de donde sea. Lo digo porque he visto a Cesárea Évora volver loca a la gente en París, con algo que es puramente local. Será muy interesante estudiar las reacciones del público para después incorporar al espectáculo algunos apuntes.
- Por lo que me cuenta, el montaje entronca con la tradición artística de las islas. Un lugar donde la vanguardia siempre ha aflorado en todas las disciplinas artísticas como fruto de ser un puente intercontinental...
-Puente y encrucijada. Las islas siempre han sido como un portaviones estratégico, anclado a cien kilómetros de la costa africana y sin dejar de mirar hacia todos los puntos del Atlántico. Además somos un archipiélago que se ha vaciado varias veces cuando ha fallado uno de los monocultivos.
-No soy un artista pero sí que sé que a los que integran el gremio les caracterizan los egos y las vanidades. ¿Cómo han convivido los de tantos artistas habituados a trabajar por su cuenta en un proyecto común interdisciplinar como 'Canarii. País adentro'?
- No exageras, no es una hiperbóle sino una descripción de la realidad. La cola que ha permitido pegarlo todo ha sido el respeto de unos hacia otros. También el talento que se aporta. Cuando escucho las cosas que hace Hirahi con el timple se me empiezan a disparar los referentes. Supongo que cuando Daniel escuchó la música, lo mismo. No me duele en prendas decir que estoy aprendiendo mucho de todos ellos y eso es un privilegio a mis 80 años. Creo que, además de salir bien, es el comienzo de una fórmula de trabajo colectivo entre estéticas. Si sale bien, lo normal es que haya una segunda parte.
-¿Se encuentra usted en un momento muy creativo, de regreso a sus orígenes como músico?
-Es un viaje de vuelta pero con la mochila cargada. Soy un nativo digital. Lo normal es que lo sean los 'millennials'. Pero cuando nadie utilizaba estas herramientas avanzadas, yo aprendí muy pronto y enseñé en Nueva York. Vuelvo a los orígenes tras tres vueltas al mundo y sin que se me hayan quedado cosas en el camino. Tengo la inmensa suerte de que la memoria me funciona muy bien, soy ordenado y detecto los puntos de conocimiento anteriores. Todo esto fluye en mis composiciones actuales. En una obra como 'Canarii. País adentro' se corre el peligro de que sea como un baúl de los recuerdos. Puede ser bueno, pero también un recurso futil y cómodo. Lo más difícil ha sido poner el contador a cero y cómo transitar desde la salida a la meta sin ser redundante y retórico. Antonio Gades decía que para ser originales hay que conocer los orígenes. Y eso se me quedó esculpido en mi cabeza como en una piedra de Arucas. Si conoces los antecedentes, conoces el contextosy entonces te expresas con propiedad. Eso hace que la propuesta sea robusta.
- ¿El álbum del próximo año del que habló antes mostrará de nuevo a un Teddy Bautista moderno, original, vanguardista y audaz?
-Desde luego. Nunca había llegado tan lejos, aunque siempre he desafiado mucho. Desde la construcción de la tesis argumental, porque el subtítulo es el periplo de las heroinas. Cuento cómo el personaje central del disco 'Ciclos' de 1974 muere en el apocalipsis, pero según el sintoismo el espíritu solo se desprende del exoesqueleto. Y le doy la posibilidad de que se reencarne en una mujer. En la primera samurai de la historia, Onna-bugeisha, y ahí entra en juego Italo Calvino y su libro 'Las ciudades invisibles'. Cuenta que Marco Polo cuando llega a la corte del gran Kan, para tener su permiso para exportar las especies y la pólvora a Venecia, usa el truco era contar historias. Se inventa las ciudades invisibles, que no ha visitado porque no existen. El Kan le encarga a esta samurai que encabece su guardia personal. Después que viaje hasta Venecia tras escuchar a Marco Polo. El consejo de los diez de Venecia invita a la expedición a una cena y los envenena, menos a esta mujer, que cenó con Marco Polo y después regresa horrorizada a la corte del gran Kan. No cuento el viaje de vuelta, porque el importante fue el de ida. Hay gente que me ha dicho ya de llevarlo al escenario, con una trama argumental. He dicho que no, porque no quiero pasarme otros cinco años metido en el estudio. Me perdería muchas cosas. No sé cuanto tiempo voy a estar aquí y quiero levantarme cada día y descubrir algo nuevo y eso no lo haces si repites los esquemas.
-¿Se arrepiente de los años que estuvo al frente de la Sociedad General de Autores (SGAE), al margen del proceso judicial, por lo que supuso de parón creativo en su carrera musical?
-No. La vida no es lo que tú quieres. Tampoco lo que no quieres. Por una serie de circunstancias me vi pasando de ser un productor, compositor y arreglista a gestionar algo tan importante como son los creadores de un país. Tuve la impresión de que aprendería cosas que serían útiles para mi vida y que podía aportar mi experiencia a una fórmula empresarial típica. Rompí esquemas y la SGAE se convirtió en un referente internacional. Después, como la vida es como es, me llega el mayor disgusto de mi vida. Pero sabía lo que había hecho, tenía plena conciencia y eso me daba tranquilidad. Estaba más preocupado por mis compañeros de infortunio, porque no tenían mi resiliencia. Lo que me dejó descolocado fue la lentitud de la justicia para recolocar las cosas en su sitio, tanto si eres culpable como si eres inocente. No se debe estar diez años con esa espera. Cuando salió la sentencia absolutoria, leí los diez últimos párrafos para ver la argumentación y vi que era unánime y reconocían el esfuerzo y el valor de poner en marcha unos objetivos y someterlos al juicio de los dueños, que son los creadores. Otra cosa es si eso después se trasladó con la misma precisión a la sociedad que antes la sombra de la sospecha. No he leído ningún titular en el que digan que soy inocente y que los jueces piden la restitución de mi integridad. Sin embargo, cuando 'los hombres de Harrelson' entraron en la sede de la SGAE, aquello fue portada en los periódicos y en todos los noticiarios. Fue asimétrico y esa asimetría creo no es casual. Los medios no han aprendido a pedir disculpas, a reconocer que se equivocaron en su estudio. Y no hay nada que ennoblezca más al ser humano que pedir disculpas.
- Tendrá claro que si no se presenta a aquellas elecciones de la SGAE y si no las hubiera ganado, nada habría pasado...
-Tengo claro que no iban a por mí, sino a por la SGAE. La propuesta de la gestión cultural que proponíamos no se ajustaba al modelo conservador ni al progresista. Reclamábamos la soberanía del creador y el rechazo al todo gratis.
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