Secciones
Servicios
Destacamos
F.Z.
Las Palmas de Gran Canaria
Sábado, 27 de enero 2024, 01:00
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Opciones para compartir
El trovador y compositor mexicano Guillermo Velázquez (1948), fundador de Los leones de la Sierra de Xichú, además de Premio Nacional de Artes y Literatura 2023 de México en la categoría de tradiciones populares, es actualmente el más reputado representante del huapango arribeño, un género musical del citado país que tiene origen en Xichú, municipio ubicado en la región noreste del estado de Guanajuato. Con más de una treintena de discos grabados, es autor de más de un centenar de canciones, otros tantas poesías originales y compilador de varios libros sobre el huapango arribeño.
Estos días se encuentra en Gran Canaria para participar en la 28ª edición del Encuentro de Repentistas Verseando con Ingenio, que impulsa la Asociación Cultural Coros y Danzas de Ingenio (que este año cumple sus 75 años de historia) junto con la Asociación de Verseadores Canarios Ochosílabas y la Fundación Canaria Nanino Díaz Cutillas que gestiona la Consejería de Cultura del Cabildo grancanario.
Velázquez sumará a su talento el de otra formación de su país, Descendencia López, un trío de jóvenes músicos que destaca en el panorama tradicional, que lo acompañará en los conciertos que tiene previsto llevar a cabo en la isla.
Este sábado, día 27 de enero, a las 20.00 horas, actuará en el noveno Encuentro de Verseadores Ciudad de Guía que tendrá lugar en el Teatro Hespérides, el 2 de febrero en Tejeda, el 3 en Moya y el 4 en el Valle de Agaete, entre otras citas previstas en el programa Verseando con Ingenio. Los amantes de la música popular podrán disfrutar con ellos de las denominadas topadas (enfrentamientos musicales y poéticos de décimas improvisadas a ritmo de huapango).
Con más de 40 años de trayectoria, su trabajo fue reconocido el pasado año institucionalmente por la recuperación, vinculación regional y transnacional que su labor ha otorgado a un género lírico musical complejo, como el huapango arribeño, resignificando su sentido identitario y proyectándolo a las nuevas generaciones. De cualquier manera, señala que su premio nacional «es también para la poesía oral de todos los tiempos y de los viejos músicos y poetas huapangueros de quienes recibí el legado de la tradición del huapango arribeño y que, mereciéndolos mucho más que yo, no pensaron nunca en premios o escenarios ni los pretendieron jamás».
Velázquez explica que cada músico «va aportando en el tiempo que le toca vivir una parte a la misma tradición, que no empieza en un individuo ni termina en otro».
«Me cuestioné para qué estaba en el mundo. Decidí entonces que tenía que volcar mi sensibilidad en el arte, en el cauce del huapango arribeño y de la poesía oral. Es la mejor decisión que pude haber tomado en la vida. Nuestra tradición viene de muy atrás y se emparenta con la de los rapsodas, los griots africanos... la oralidad es un legado de todos los tiempos y lo que hacemos los payadores, los verseadores, los decimistas es darle continuidad», explica Velázquez que ya visitó la isla en 1992 con ocasión de un encuentro que reunió a estudiosos y artistas españoles y americanos.
«No soy un ejecutante automático de esta tradición sino un sujeto de vibra con las poesías y versos que trovamos y memorizamos como tesoros», explica el cantante que avanza que un combate entre dos poetas puede durar en México más de ocho horas seguidas mientras la gente baila.
«Yo soy hijo de mi tiempo entre iconografías que se me apilan: soy hijo de John Lennon y Bob Dylan, el rock, además de la cultura campesina a la que pertenezco. Nací en 1948, soy de la generación del 68, cumplí 20 años en el 68 y me tocó nacer en el tiempo de los Beatles, de la Guerra de Vietnam, del intervencionismo, me tocó nacer en el tiempo de la Revolución de Cuba, en las luchas de liberación, y me tocó el tiempo en que casi no había medios de comunicación», sostiene Velázquez, que con su grupo se ha presentado en países como Rusia, Puerto Rico, Kenia, Tanzania, Mozambique, Zambia, Zimbabue, Inglaterra, Portugal, Holanda, Bélgica, España, Estados Unidos, Colombia, Alemania y Cuba, entre otros.
Recuerda la radio de baterías que su padre llevó en una ocasión a su casa en la que pudo escuchar programas en los que emitían música popular, rancheras, canciones de Joan Manuel Serrat y Dylan. «Todo eso me nutrió», admite. Explica que, en la actualidad, en el huapango «hay de todo, y como en los fenómenos humanos, hay luces y sombras, fuerzas en contradicción... pero en todo lo que es vivo hay crisis que se resuelven de una manera o de otra, para bien o para mal. Una cosa es la música pretensiosa y otra es la huapanguera del alma que yo practico: los primeros piensan mucho en el relumbrón, en el escenario y no son los escenarios el crisol de una tradición como esta. A nosotros, nos ha tocado estar en grandes escenarios muchas veces, pero igual como tocamos ahí, tocamos en el patio de una casa, y tienen que ser con el mismo gusto, dignidad, con la misma pasión», agrega.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.