Crítica musical/ Pablo Sáinz-Villegas

La guitarra clásica española en el Festival de Música

Regresó la guitarra clásica española al 41º Festival de Música de Canarias, de la mano otra vez de uno de los solistas españoles de más repercusión y proyección internacional. Si recientemente glosábamos desde estas páginas la revelación de la explosión artística de la joven violinista María Dueñas, el caso que nos ocupa es el de un artista en su madurez, de larga y fructífera carrera internacional, que ha pisado los grandes escenarios del mundo y ha colaborado con orquestas, directores, compositores y artistas de primera fila.

Es sin duda Pablo Sáinz-Villegas una estrella refulgente en el panorama mundial de la guitarra, su atareada actividad concertística le lleva desde recorrer ciudades y países de todo el planeta hasta dirigir artísticamente el Festival de La Rioja desde 2022; no obstante, ha podido reservar dos semanas de su agenda para volver a las Islas Canarias y recorrerlas todas, un expreso deseo suyo, en un maratón de conciertos que comenzó el 21 de enero en el Teatro Pérez Galdós y que culminará el 31 en La Graciosa. Ha venido acompañado de su esposa y de su pequeña hija, que dormía plácidamente en el camerino mientras el intérprete cumplía su compromiso con un público, que no le falló llenando el Galdós, con muchas ganas y expectación por oírle de nuevo.

Quienes hemos tenido el placer de tocar con él, sabemos de su enorme profesionalidad en ensayos y conciertos, de su seriedad interpretativa y de su esfuerzo en agrandar los horizontes del repertorio guitarrístico y llevar a los escenarios nuevas obras. Haciendo honor a su línea de actuación, dos fueron las obras de autores españoles del siglo XX incluidas en el programa y las únicas que tocó con partitura. La primera, una breve pieza del tinerfeño Manuel Ángel Linares titulada 'Redoblare', encargo del Festival, en la que una sugerente y breve introducción da paso a una 'passacaglia' rítmica, interpretada con ardor por Sáinz-Villegas, y posteriormente a episodios, variaciones e intrincados contrapuntos, en los que el guitarrista trató de clarificar el lenguaje compositivo con su limpia técnica, y que finalizan en una corta pero emotiva coda. El autor, profesor de composición del Conservatorio Superior de Canarias, del que fue también director, recogió los aplausos junto al intérprete desde el palco escénico.

La otra obra contemporánea, 'Aire', interpretada en la segunda parte, corresponde a la autoría del valenciano Francisco Coll, joven pero avezado compositor formado en Inglaterra con Thomas Adés y bastante reconocido allende nuestras fronteras, que combina un eclecticismo formal con apertura a la innovación y la experimentación. Resultó ser una pieza inspirada en melodías sefardíes, con una intención orientalista que no oculta, pero muy bien resuelta por el compositor utilizando la 'scordatura' en la guitarra (modificando la afinación de las cuerdas) y dando lugar a una obra sugerente y bien lograda, a la que prestó el intérprete todo su interés interpretativo logrando momentos de colorido y texturas novedosas en el transcurrir del concierto.

Sáinz-Villegas, que toca una guitarra clásica española del prestigioso luthier alemán Matthias Dammann de 2007, dio comienzo al concierto con toda una declaración de intenciones, lo que nos supuso el placer de oír, bien interpretados, los populares y extraordinarios '5 Preludios' del genial autor brasileño Heitor Villalobos. Fue sin duda en el transcurrir de ellos que se vivieron momentos de gran musicalidad e intimidad, con reposo y buen decir y con una variedad sonora que supo extraer el intérprete de la partitura, que nos colmó a los oyentes de gratitud por la unión de un autor que entiende y escribe bien para el instrumento, extrayendo todas sus posibilidades, y un intérprete que conoce perfectamente la obra y es capaz de traducirla en estado de gracia. El primer y conocido preludio sonó algo duro de emisión en determinados momentos, hasta que el guitarrista comprendió la proyección del sonido en nuestro coliseo; sin amplificación de apoyo y adaptado ya, oímos unos 'pianissimi' extraordinarios y unos colores y armónicos muy sutiles y coloristas. En fin, una fiesta en la que los íntimos preludios 3º y 4º nos hicieron agradecer haber tenido la feliz idea de venir al concierto.

Tras la obra ya mencionada de Linares abordó Sáinz-Villegas la monumental 'Chaconne de la Partita BWV 1004 para violín' solo de Johann Sebastian Bach. Una obra compleja, configurada en variaciones sucesivas, permanentes y a veces alucinadas sobre su 'basso ostinato', que es piedra de toque para cualquier violinista y para las múltiples trascripciones que se han hecho de la obra, por su monumentalidad conceptual y logro artístico. Enfrentarse a ello desde la guitarra con una versión propia requiere un estudio riguroso y manejar una clara visión y concepto de lo que quieres transmitir y es posible hacer con una obra así, desde una guitarra. De nuevo con 'scordatura', Sáinz-Villegas traslada, desde la exposición, esa partitura a veces brusca y violenta en su versión violinística, a un mundo más plácido aprovechando las armonizaciones posibles con las seis cuerdas del instrumento, sin que por ello pueda escapar de las virtuosas escalas y contrapuntos que desde el 'detaché' original del arco se han de transponer con la emisión de los dedos. Salvo algún pequeño y casi desapercibido lapsus de memoria en el transcurrir de tan compleja obra, que no turbó en absoluto el devenir y las tensiones de la misma, escuchamos una versión redonda, íntima y sentida, con aires de danza y virtuosismo a partes iguales que entusiasmó al auditorio y provocó nutridos aplausos. Con ellos nos fuimos al descanso.

La segunda parte comenzó vibrante con una entusiasta, colorista y por qué no decirlo, flamenca versión de 'Sevillana', pieza original para guitarra del sevillano Joaquín Turina, dedicada a Andrés Segovia y revisada por éste. Nos pareció la más redonda interpretación del programa publicitado, por la aportación personal del intérprete a dotarla de los aires que le corresponde a tan andaluza pieza, y a darle el carácter nacionalista a la música patria que ya habían iniciado Albéniz y Granados y que continuarían el propio Turina y Manuel de Falla, por citar a los más conocidos.

Tras la obra de Coll, se sucedieron piezas del repertorio guitarrístico más conocido y popular, como el inclasificable 'Un sueño en la floresta' del guitarrista y compositor paraguayo Agustín Barrios Mangoré, un delirio en la utilización del trémolo guitarrístico, por lo que es muy popular, que sin embargo en su comienzo y parte central tiene elementos muy interesantes. Le siguió 'Asturias' de Isaac Albéniz, en trascripción de la 'Suite española Op. 47 Nº 5' para piano, ambas muy aplaudidas. Dos bises de Tárrega completaron las ansias del público por seguir escuchando la guitarra de Sainz-Villegas. El concertista se dirigió varias veces al público para comentar algunas de las obras y éste estuvo muy respetuoso con la pequeñas treguas de silencio, tras acabar las obras, que proponía el intérprete desde el escenario, amén de caluroso en sus aplausos y manifestaciones de entusiasmo

Tuvimos ocasión de charlar con el protagonista a las puertas de su camerino, tras el concierto. En compañía del director del Festival, Jorge Perdigón y de Juan Bethencourt, recordamos algunas de sus actuaciones anteriores en Canarias. Se manifestó muy feliz y agradecido de estar en la islas y poder tocar en todas ellas; tiene una agenda trepidante pero ha preferido estar aquí con la familia en estas fechas y en un festival que le recibe con cariño. Lo dejamos camino al hotel, con la pequeña dormida, pues al día siguiente lo esperaban en La Laguna.

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