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Estopa: «Las historias de ganadores nos dan asquete»

Estopa: «Las historias de ganadores nos dan asquete»

El dúo repasa en un libro sus dos décadas de carrera y espolea a los jóvenes «para que cambien el mundo de mierda que heredarán» / «Nunca estamos cómodos en una fiesta de pijos, nuestro código es el de los inmigrantes»

Miguel Lorenci /Madrid

Jueves, 1 de enero 1970

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Están orgullosos de ser como son. Los hermanos Muñoz, David (1976) y Jose (1978), Estopa para el mundo de la música, llevan más de 20 años en la carretera, pero no se consideran triunfadores y adoran a los perdedores. Siguen siendo los «catetillos flipados» que no reconocieron a Bono, la voz de U2, en un «festorro» y que pasan de pijos. Y no piensan cambiar. La vida y el azar les ha mostrado su cara más dulce, pero exhiben su orgullo por ese pasado cateto que vivieron en la populosa y obrera Cornellá, del salto de sus «curros» en una fábrica de coches a la cresta de la ola rumbo-rockera en la que siguen.

Repasan ahora su vida y su carrera en ‘El libro de Estopa’ (Espasa), surgido de un sinfín de conversaciones y complicidades con el periodista y crítico musical Jordi Bianciotto. Un viaje que va desde las raíces familiares en Extremadura, de las historias del tío Lolo y la abuela Julia, a la barra de ‘La Española’, el bar de sus padres en Cornellá, donde crecieron escuchando a Los Chichos y a Peret -«Papá y Mamá» dicen- y al éxito sostenido que ahora celebran desde sus domicilios, donde han pasado un confinamiento «nada productivo».

«Nuestra historia es muy común, como la de tantos inmigrantes a los que nos une un código común. Los de Vallecas, Hospitalet o Baladona, lugares que tienen mucho que ver con la Cornellá de descampados y yonquis que ya no existe», explican. «Nunca estamos cómodos en las fiestas de pijos», coinciden los hermanos Muñoz, que solo se ponen corbata «para las bodas». «No han entrado nunca en el circuito Vip y no ha sido por falta de oportunidades», tercia Bianciotto.

Orgullo cateto

No reniegan, ni mucho menos, de ese espíritu cateto que les conecta con su público y que les llevó a no reconocer a Bono y a The Edge cuando les presentaron a los miembros de U2 tras un concierto. «Allí estaban también los Chichos, así que la cosa la teníamos muy clarita», ironiza David.

Son hoy unos triunfadores «pero pensamos siempre en los perdedores». «Nos gustan las historias de ‘loosers’, de fracasados, las de ganadores nos dan asquete; no nos creemos las que acaban con la rubia y todo bien», confiesa David. «En las películas los pistoleros no siempre eran buenos», añade Jose. «Somos ganadores circunstanciales y de pura chorra. Tuvimos la suerte de encontrar un camino y poder seguirlo, pero sabemos que todo esto puede acabarse en un suspiro», admite David.

Su jefe en la fábrica les gritaba «¡dale estopa!» y de ahí viene el nombre del dúo. David y Jose creen que hoy «hay que dar estopa a los jóvenes en el mejor de los sentidos». «Hay que espolear a la juventud que afronta un panorama desolador; hay que darles estopa para que hagan un análisis más crítico de la sociedad en la que viven y cambien el mundo de mierda que van a heredar», proponen.

Siempre combativos, les han criticado por expresar su apoyo a los trabajadores de Nissan que pueden perder sus empleos en Barcelona. «No me sorprende. Sabía que habría quienes se pondrían en la piel de los dirigentes japoneses, pero por fortuna, son gente rara. Es como si ves una película de Superman y vas con Lex Luthor», dice David. «Hemos vivido eso y sabemos perfectamente por lo que están pasando y se trata de ponerse en su piel», concluye Jose.

De pequeños se pegaban, como todos los hermanos. «Nos caneábamos y nos dábamos estopa. Pero ahora somos uno y tenemos tensión creativa. Solo discutimos por cuestiones técnicas», agrega David, acusando a Jose de tener «maquetitis», de «conformarse con lo que hay en las maquetas y no cambiar nada». «En estas discusiones técnico-musicales es el más cabezón el que se lleva el gato al agua», precisa.

Eclécticos donde los haya, lo mismo se inspiran en Aute, Sabina o Serrat, «que son los padres de la música», que recurren a la rumba y al «protopunk» de La Polla Records y Siniestro Total, o a Robe Iniesta, «a quien no conocemos».

Ni se les pasa por la cabeza separarse. «Por separado no valdríamos nada, somos como Epi y Blas y así queremos seguir siendo». Llevan juntos desde antes de hacer historia al vender más de millón y medio de copias de su primer álbum en 1999.

El coronavirus les ha obligado a aplazar su gira un año. Comenzarán el 21 de abril de 2021 en Granada. Volverán al sur de sus primeros inicios, donde comenzaron girando por Jaén, con paradas en Vilches y Navas de San Juan». «Nos contrató un carnicero de Cornellá que era jienense y nos pagó con aceite y jamón dulce», rememoran. Su sorpresa fue que los asistentes al concierto «se sabían de memoria las canciones de las maquetas». Allí empezó la historia de estos ‘cataloextremeños’ en la que todavía quedan muchos capítulos por escribir. «A los conciertos viene aún gente de 15 años; es una garantía para nuestro futuro», se ufanan.

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