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— ¿Cómo será el concierto del sábado en el Víctor Jara de Vecindario?
— Iré con una formación reducida, pero menos es más. Voy con mi compañero y amigo, Federico Lechner, un gran pianista de jazz que ha tocado con músicos realmente grandes. Este show lo hacemos poco porque su agenda es complicada. Lo que hacemos es revisar mi repertorio en una clave más sofisticada musicalmente con piano, guitarra y voz. Al mismo tiempo, no es un show solemne. No va a ser una cosa seria y formal. Como siempre estará presente el rock and roll, el humor, la música y la emoción.
— En su último disco, , habla del amor, del desamor, de la amistad, de la soledad...
— Para bien o para mal suelo hablar de mí, de mi vida, de situaciones cercanas y de emociones. Es como me salen las canciones.
— Le salió un disco introspectivo. ¿No le interesa lo que le rodea?
— Por supuesto que me interesa pero, a la hora de crear, para mí es un refugio. Justamente lo que busco es poder crear otros mundos donde me siento más cómodo.
— Después de tantos años, ¿en qué momento de su carrera se siente?
— Uno nunca sabe, nunca he hecho muchos planes. Pensé: me tocará parar un poco, y no lo he conseguido. Han surgido nuevas cosas y proyectos. Ahora estoy en ese momento sin ningún proyecto formal, lo que me permite seguir trabajando y aprendiendo, tratando de mejorar en el piano, en la guitarra, en la voz y en la composición. Esa es la clave para que siga funcionando. Los proyectos desaparecen, pero esto es un compromiso más profundo para mí.
— ¿Le cansa vivir en una gira eterna?
— Ya no estoy de gira eterna. El trabajo se ha reducido. Los viajes al exterior son muy concretos. Digamos que las cosas se han ido acomodando. También estoy en otro momento de la vida en el que tengo que compaginar la familia y el trabajo.
— Ha vivido la transformación de la industria musical. ¿Echa en falta algo de la época dorada?
— Lo vivía con otro tipo de ilusión, la propia de la juventud. Echo en falta la sensación de que ibas por delante del negocio, no como ahora, que el negocio va por delante tuyo. Ibas haciendo cosas y tu entorno se iba adaptado, ahora estamos exigidos por los cambios que se van produciendo.
— Dicen que el rock ha perdido su protagonismo en el panorama español. ¿Lo siente así?
— Sí, absolutamente. Por otro lado, es lógico. El rock no puede mantener su reinado eternamente por una cuestión generacional. Las nuevas generaciones no pueden escuchar lo mismo que las anteriores. Tienen que buscar nuevas cosas. Sería antinatural que fuese así. El rock no desprende esa sensación de provocación, de peligrosidad o de desafío que tenía cuando éramos jóvenes. Ese lugar lo ocupan nuevas músicas. Creo que el hip hop es con lo que más se identifican los chicos, aparte de los que escuchan lo que repiten por la radio, que es lamentable. Antes, en los medios, había más variedad, ahora todo suena muy igual y los artistas cada vez se parecen más.
— Pero después de tantos años, usted tendrá la garantía de un público fiel.
— Lamentablemente España es un país incómodo. Nunca te puedes relajar. Si no te renuevas y no haces cosas todo el tiempo, no hay un estatus que se respete de por vida. Cada proyecto nuevo tiene que ser aprobado y, si no mantienes la constancia, lentamente el público te va abandonando.
— ¿Volverá a trabajar con Calamaro?. Donde hubo, siempre queda...
— No necesariamente. No hago planes y las cosas tienen que surgir de forma natural. Si no ha surgido hasta ahora, cada vez es más difícil.
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