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Imagen de la función del pasado viernes. alejandro quevedo-teatro cuyás
La milana pudo con la naviera

La milana pudo con la naviera

El Teatro Cuyás acogió el pasado fin de semana el montaje teatral de la novela de Delibes sin escenografía, ya que el barco que la traía hasta Gran Canaria se averió en la Península

Victoriano Suárez Álamo

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 31 de octubre 2022, 23:13

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Si el texto es bueno, está bien articulado y adaptado a la escena y se cuenta con un reparto de intérpretes magníficos, si la escenografía no llega, ¿con los mimbres anteriormente mencionados es suficiente? Esa es la duda que planteaba el pasado fin de semana el desembarco del montaje teatral 'Los santos inocentes' en el Teatro Cuyás de la capital grancanaria. Como se comunicó en cuanto se supo a todos los que habían adquirido las localidades para sus dos esperadísimas funciones, una avería en el barco que transportaba la escenografía y el vestuario hasta la isla desde Andalucía los dejó en tierra y no hubo manera de lograr traerlos a tiempo.

La compañía y el teatro decidieron seguir adelante con las funciones, al desnudo, vestidos de calle y dejando que el montaje cobrara vuelo sustentado solo en los intérpretes y en el texto. ¿Fue un acierto o una irresponsabilidad? Opto por lo primero. La milana de Azarías echó a volar, así como todo el universo tétrico de esas dos España, la rica y la pobre, que con tanta maestría describió en su momento el gran escritor vallisoletano y que ha contado con una acertadísima versión escénica.

Si el barco no se hubiese averiado el público habría asistido a otro montaje. Seguramente mejor. O no, porque la ocasión, forzada eso sí, trasladó la acción a un presente en el que los señoritos como Iván y la familia encabezada por Régula y Paco el Bajo siguen existiendo. Incluso, se ha acrecentado esta realidad, con salvedades, sobre todo a partir de la crisis económica que emergió en 2008 y aún no se ha ido. Los caciques, las actitudes despóticas, la distinción de clases y la esclavitud y el servilismo absoluto son lacras que sobreviven al paso del tiempo en España y en todo el mundo.

Desde un punto de vista escénico, 'Los santos inocentes' de este fin de semana fueron un recital interpretativo. Subrayar el papel de alguno de los actores es complicadísimo, porque todos estuvieron soberbios, hicieron olvidar desde un primer momento el referente de la histórica película de Mario Camus. Hasta tal punto que, salvo algún que otra melodía de móvil que sonó en la sala, el público –hablo de la sesión del sábado– ni tosió. Máxima concentración y disfrute. No fue para menos. El señorito Iván de Jacobo Dicenta fue un ser repugnante. Como tenía que ser. Y la Régula y el Paco el Bajo de Pepa Pedroche y Javier Gutiérrez, respectivamente, fueron antológicos. «A mandar, que para eso estamos», grabado a fuego.

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