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Laura Restrepo: «La ética religiosa no ha sido sustituida por una laica»

Laura Restrepo: «La ética religiosa no ha sido sustituida por una laica»

La autora colombiana presentó su libro ‘Pecado’, en el que indaga en el mal a través de siete historias engarzadas por ‘El jardín de las delicias’

Lunes, 21 de septiembre 2020, 12:22

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P. - El pecado está desapareciendo junto a los valores católicos. Antes la RAE definía lujuria como deseo pecaminoso de placer sexual, ahora se ha sustituido lo pecaminoso por lo excesivo. ¿Le preocupa la desaparición de esta idea?

R. - Es como la decadencia de los valores de la ética religiosa, que no llega a ser sustituida por una ética laica. Se cae en una especie de limbo. Respecto a lo que dices de la propia palabra, pecado, fue interesante mi discusión con los editores sobre qué título debía llevar el libro. Mi interés era retratar la relación de los personajes con el mal. Gente que se ve abocada a meterse en las aguas turbias de lo que llamamos el mal, pero no de juzgar. No tomar la posición de quien juzga a priori, sino observarlos y ponerse en sus zapatos para ver la concepción moral de cada uno, cómo cada personaje, dada la falta de un esquema general, elabora sus propios criterios sobre qué está bien y qué está mal. La palabra pecado ya implicaba de por sí un juicio. Lo pensamos mucho, pero fue interesante darnos cuenta de que en el lenguaje laico y civil no existe una palabra que lo reemplace. No es crimen, no es transgresión. Ninguna palabra de tipo legal tiene la connotación intimista de la palabra pecado. Finalmente lo titulé así. Entiendo que es un anacronismo pero tenía un misterio, una connotación personal de enfrentamiento con la propia conciencia. No encontré su equivalente en un lenguaje que no tuviera una procedencia religiosa.

P. - ¿Por qué usó El jardín de las delicias como hilo conductor de Pecado?

R. - Como obra de arte es un prodigio. Es misteriosa, extraña, retadora, profundamente inquietante y, además, muy actual. También ahora, cuando es tan difícil trazar una línea entre lo que está bien y lo que está mal; cuando parecen perdidos los parámetros sobre cómo debemos comportarnos para no ignorar a otros seres humanos, para no lastimarlos, no menospreciarlos. La gran cosmogonía del bien y el mal está sintetizada en este fantástico tríptico de El Bosco que no parece ofrecer una respuesta muy clara pero, sin embargo, abre todas las preguntas sobre en qué consiste la inocencia, en qué momento viene esa especie de perturbación que hace que las criaturas confundan su naturaleza, y las piedras se vuelvan animales y los animales seres humanos, hasta que aquello va involucionando hasta llegar a ese infierno donde andan haciéndose toda clase de horrores los unos a los otros. Está el génesis y el apocalipsis, todo en una gran poderosísima obra. Traté de escudriñar en ella. Era darle un fastuoso marco de referencia a mi pequeñísima indagación sobre el problema.

P. - Pecado reúne siete relatos. En cada uno cambia de tono. ¿Se lo ha pasado bien escribiéndolo?

R. - Sí, disfruté muchísimo. También había temas duros. En la historia sobre el incesto, cada palabra había que sopesarla para romper lugares comunes sobre el tema, porque hay un esquema que se viene manejando mucho, y para que los personajes fueran los que nos guiaran en su propia ética. Me gustaba que cada historia tuviera su propio tono. Cada una requería su propio paisaje, su setting cinematográfico. Creo que lo que es común a todos es cierta compasión con los personajes. El ser humano me cae bien. Creo que hay gente empujada a situaciones difíciles y que bucea muy hondo en las aguas del mal, pero creo un trasfondo de dignidad para los personajes. Ese sería el elemento común. Creo en el humor. En la medida que tenía que meterme en temas tan oscuros, el humor aparecía como un elemento relevante.

P. - Negoció con el M-19. ¿Cómo ve el proceso de paz en Colombia?

R. - Maravilloso, por un lado, y, por otro, enormemente difícil. Ha habido una reacción fuerte de gente apegada a la guerra. La guerra es un negocio, una forma de vivir, un sistema jerárquico, y hay quien no quiere bajarse de ahí. Sucede en el mundo entero. Tengo mucho miedo de que el gobierno no sea capaz de responder con la fuerza necesaria para lograr la incorporación de esta gente a la vida civil sin que la maten. En Colombia la matanza selectiva es una vieja herramienta por parte de quienes no quieren la paz. Estamos pendientes de que eso no vuelva a suceder. Las propias FARC mataron a 2.000 militantes de una facción legal que tenían. Cuando fui negociadora con el M-19, casi todos sus dirigentes fueron asesinados, igual que muchos militantes. Esperemos que eso no pase. Depende de una poderosa reacción de la opinión pública y de un compromiso a fondo del Gobierno para oficializar la entrada en la legalidad de las fuerzas que han depuesto las armas.

P. - Como periodista, ¿cree que estamos mejor informados en la era de internet?

R. - Creo que la ética es un problema fundamental. Falta un debate en el que tratemos de construir normas de convivencia que fijen los parámetros de la ética. Solo en la medida en que esa discusión se dé, tendremos cabezas pensantes para enfrentarnos a la avalancha de información que viene. Me parece interesante la negativa de Trump en el acuerdo de París. Se está movilizando la opinión en torno a la defensa del medio ambiente y la supervivencia de la especie de manera rapidísima. En solo un día se le ha dado un gran empujón a la causa. La salida de Trump puede ser un buen estímulo para que la humanidad tome la delantera.

Inquieta por naturaleza.

Laura Restrepo (Bogotá, 1950) ha compaginado su carrera literaria con el activismo político y el periodismo. En este ámbito, tuvo como mentor a Gabriel García Márquez. «Yo era responsable de la sección de política nacional en la revista Semana. Nadie sabía demasiado de periodismo y él ya era premio Nobel», cuenta sobre esa etapa donde el autor de Cien años de soledad tachaba en rojo sus textos y ella lo despertaba a las 4 de la mañana para discutir una noticia. «La relación se desarrolló sobre la mesa de trabajo», cuenta Restrepo, reconocida con el premio Alfaguara de 2004 por Delirio y el premio Sor Juana Inés de la Cruz de la Cruz con Dulce compañía (1997). En cuanto a su activismo político, además de negociar con la guerrilla M-19 de Colombia, se unió a la resistencia argentina contra el gobierno de Videla y, en España, militó en el Partido Socialista de los Trabajadores.

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