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En Sevilla, bajo un fuerte aguacero y presentando su última novela en la feria del libro, recibió Manuel Rivas (A Coruña, 1957) la feliz noticia. Es el ganador del Premio Nacional de las Letras, el más alto galardón institucional tras el Cervantes, y de sus 50.000 euros de bolsa. «Me lo tomé como una tormenta creativa», dice risueño, empapado y agradecido. «Con humildad y orgullo» lo comparte «con la lengua gallega y con los lectores».
Suma este premio al Nacional de Narrativa y sus tres premios de la Crítica, dos de la española y uno de la gallega. Cree, con todo, que «la literatura es para compartir y no para competir» y que es necesaria «porque une el sentir y el pensar». «Es lo que decía Galeano de que es un trabajo sentipensante», plantea.
«La literatura es un trabajo solitario, pero siempre conectado con tus antecesores. Hay tradiciones que no son un lastre y que te hacen volar más libres, como es el caso de la literatura en la que me he criado», dice el polifacético autor. Interpreta el «imprevisto e inesperado» premio «como un reconocimiento a la lengua, la cultura y la literatura gallegas de la que soy heredero». «Trato de averiguar qué es lo que dicen las palabras del jurado, confiesa. Un fallo que destaca como Rivas «con una voz poderosa y singular crea literatura» para «resituar la escritura gallega en el olimpo de las Letras Nacionales».
Se mueve Rivas en todos los registros literarios y el fallo elogió «la solidez de una trayectoria versátil y coherente, construida con la sensibilidad y la defensa de la memoria histórica, la responsabilidad social y la lengua gallega». Pero él se siente poeta. «La poesía es primordial. Toda literatura o es poética o es karaoke», ironiza.
Para el jurado la belleza formal y su compromiso sustentan su narrativa. «El primer compromiso de un escritor es escribir, pero sabiendo, como decía Miguel Torga, que todo lo que escribe te compromete». «Trabajamos con palabras que nombran sentimientos y pensamientos, y eso te compromete mucho», insiste.
La literatura vive, a juicio de Rivas «una crisis ecológica de emergencia». «Tengo esa concepción ecológica del lenguaje y debemos trabajar para que las palabras no pierdan sentido. Las palabras y el lenguaje. como la naturaleza, sufren intoxicación», asegura el narrador, poeta y dramaturgo.
Tan amenazadas están, que «hay palabras que están en peligro de extinción como algunas especies» agrega. «Lo pienso cuando veo lo poco que usamos ahora la palabra paz, que parece desaparecida de nuestro discurso», lamenta. «Quiero creer que mantener vivas las palabras es importante. No vamos a hacer la reforma agraria, que diría Álvaro Cunqueiro con su peculiar humor, pero hacer ese trabajo ecológico al que me refería es importante. Si es posible, con esa belleza que para mi va unida a la perturbación».
Para Rivas «escribir es como respirar». No se atreve a asegurar que la literatura y los libros hagan el mundo mejor «pero me gustaría que fuera así», confiesa. «Tengo días. A veces pienso que un poema o un cuento puede frenar a algún bruto, y quizá con eso sería bastante», asegura.
Sí cree que «la literatura ensancha nuestra mirada» y que «puede servir para una revolución de esa mirada». «Cuando leo algo que me conmueve noto que algo me pasa en las entrañas». «Es importante sacudir las conciencias, la propia y la de los demás», arguye. Su obra «acompaña su activismo, con una pluma que, sin adoctrinamiento, agita conciencias, induce a la reflexión y estimula el pensamiento hacia la defensa de la pluralidad lingüística y cultural y hacia la igualdad de género», decía el jurado en su acta.
Los lectores son también para Rivas los ganadores del premio «Cuando acabas un libro es como si te despidieras de él en un muelle de él. Cada libro vuela libre y pertenece a los lectores, y el premio también es para ellos. Si mis lectores no sería nada», reconoce.
Recibirá un talón de 50.000 euros que supone ¿libertad para escribir lo que quiera?. «En mi vida siempre ha habido algunas goteras, y espero que el premio sirva para arreglar algunas goteras», bromea.
Narrador, poeta y ensayista, ocasionalmente dramaturgo, Manuel Rivas es miembro de la Real Academia Gallega. Como narrador firmó títulos como 'Un millón de vacas' (1989, Premio de la Crítica Española), 'En salvaje compañía' (1993, Premio de la Crítica de Galicia), '¿Qué me quieres, amor?' (1995, Premio Torrente Ballester y Nacional de Narrativa), 'El lápiz del carpintero' (1998, Premio de la Crítica Española), 'Los libros arden mal' (2006 Premio de la Crítica Española y Premio de la Crítica de Galicia) y 'El último día de Terranova' (2015).
Entre su poemario están 'Balada en las playas del Oeste' (1985), 'Mohicania' (1986), 'Ningún cisne' (1989, Premio Leliadoura), 'Costa da Morte blues' (1995), 'El pueblo de la noche' (1996) o 'La desaparición de la nieve' (2009), editado a la vez en todas las lenguas cooficiales en España. Gran parte de esta producción se recoge en el volumen 'De lo conocido a lo desconocido. Obra poética (1980-2003)' (2003). Su último libro de versos es 'La boca de la tierra' (2015).
Muy presente en los medios de comunicación gallegos y nacionales, Rivas ha dirigido cabeceras como la revista 'Luzes' y es el columnista de diario como La Voz de Galicia o El País. Traducido a varios idiomas, algunas de sus obras más conocidas han sido llevadas al cine.
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