'De una memoria entre canciones', el estreno literario del músico y compositor Manolo González, se presenta este jueves, en el Gabinete Literario de la capital grancanaria, a partir de las 19.30 horas
Felipe García Landín
Miércoles, 9 de abril 2025, 23:07
La música despierta el tiempo. Así tituló uno de sus libros el maestro Daniel Barenboim para resaltar que nada existe fuera del tiempo, ya que ... en la música, como en la vida, todo está interconectado. El payador Atahualpa Yupanqui afirmaba que el hombre es tierra que anda… y siempre vuelve, de un modo u otro, al punto de partida. La existencia discurre por las alamedas, los callejones y las plazas de las ciudades, por los países, los continentes, los mares... Y los vientos se encargan de llevar y traer canciones. Por eso las respuestas para estos tiempos de incertidumbres, hoy como ayer, están en el viento, «bajo el indiferente azul del cielo» que nos recuerda que seremos irremediablemente olvido. Lo escribió Borges en verso y luego nos lo contó el colombiano Abad Faciolince en 'El olvido que seremos'. Porque somos polvo en el viento tal como evocaba aquella balada existencial, convertida en nostalgia por el novelista Leonardo Padura para abordar la pérdida de identidad y el exilio. La música despierta el tiempo, los recuerdos, las vivencias pasadas, los sueños presentes y los futuros. 'De una memoria entre canciones' (LeCanarien ediciones) nos muestra «la huella del fugaz instante en el que fuimos canción», antes de que seamos olvido como polvo en el viento. Las canciones mantienen la memoria y sostienen «la huella cultural en la que nacimos». Canciones que van y vienen en una nube volandera desde la vecina África hasta las Américas. Manuel González Ortega, al igual que aquel amigo marinero del poeta de Vallehermoso, canta contra el viento y sabe que cuando la verga de la brisa pasa por esa nube no hay fronteras que la detenga y llega a Nueva York. También ha comprobado que cuando Sulema camina, el polvo de sus sandalias levanta el siroco isleño y afecta a Europa. Allí en el Mediterráneo, al viento del mundo buscando la luz y la paz, Raimon convertía un grito en una canción que fue himno para toda una generación. Por la misma época Serrat le ponía música y voz a Antonio Machado: «Todo pasa y todo queda,/pero lo nuestro es pasar,/pasar haciendo caminos,/caminos sobre el mar». Pisando los escenarios de Canarias, España, Cuba, Argentina, Uruguay... el poeta Pedro Lezcano acompañó a Mestisay para dejar constancia de que «nada queda de los hombres/si no es palabra en el viento,/si no es voz en la memoria,/si no es música en el tiempo». 'De una memoria entre canciones, a pesar del título, no es un libro de memorias ni de nostalgias, no es una crónica y tampoco es un cuaderno de bitácora aunque tiene algo de cada género. Ni siquiera es un libro para músicos, aunque contiene algunas reflexiones personales sobre la industria musical. Manuel González lleva en los escenarios más de 40 años –que no es nada– desde que fundara Mestisay. Desde entonces ha investigado sobre las peculiaridades de la música popular, ha recuperado tradiciones musicales del folclore de las islas y no ha dejado de innovar y arriesgar sin renunciar a las raíces musicales de Canarias. Ha recorrido el mundo con Olga Cerpa y Mestisay y ha emocionado a públicos diversos con sus canciones. Ahora nos invita a un recorrido emocional por nuestra propia identidad sin estridencias y de forma racional (pensamiento y sentimiento no son contradictorios como ya nos enseñara Unamuno). Cualquier vida, la dicha y el quebranto, puede ser explicada a través de las canciones que habitaron nuestro crecimiento como personas. La música tiene ese poder.
Escuchamos al compositor: «He de confesar que no puedo presumir de haber recibido una llamada divina para comenzar a escribir canciones ni que en mí existiera una irremediable vocación que me empujara a componer historias musicadas». Explica que fue una necesidad, la necesidad de expresarse libremente, pero también la voluntad de profesionalizarse en la música. Y a ello se añadió «la excitación, en algún momento de ese proceso, de observar cómo esas melodías y letras eran compartidas por otras personas y significaban algo en sus vidas». Y el canto de ustedes que es el mismo canto,/ y el canto de todos que es mi propio canto. Decía Violeta Parra que para cantar –interpretar y componer– se requiere buen talento, memoria y entendimiento. 'De una memoria entre canciones' lo evidencia a través del compromiso con la creación –sin corsés–, con la isla y con los amigos. ¿Cómo surge una canción? ¿Cuál es el pretexto que la origina? ¿En qué contexto se produce? Cada canción contiene varias historias, interconectadas entre sí de forma casi misteriosa, que nos transporta a través del tiempo a diferentes espacios geográficos que acogen sonidos singulares. El viaje al que nos invita el autor es apasionante, pues explora las relaciones entre poesía y música; el tránsito de poema a canción o «el maridaje entre la poesía y la música como artes hermanas».
El libro consta de 25 canciones con un preámbulo que nos embarca en un Austin 1100 matrícula 29055 GC conducido por el padre del autor, a quien está dedicado. En ese recuerdo suena la voz de Olga Benavente del trío Acaymo a través de Radio Ecca. Se cierra con un epílogo que viene a ser una reflexión sobre la angustia que produce el estar permanentemente en el candelero. Finaliza con Paul McCartney en una actuación de 2024 en Bogotá. La primera de las canciones es una declaración de autoafirmación: «Nací en Sur bajo una luz/que le regala a la existencia/el gozo incierto de vivir…» y la prosa memorialista nos lleva al Buenos Aires del tango, a los veranos de la adolescencia, las clases con Totoyo, los versos de Agustín, la música de los Bee Gees... Y casi sin darnos cuenta nos vemos enrolados en un barco cargado de sueños que parte de Santa Catalina Park con Silvio Rodríguez, Carlos Varela, Bob Dylan, Luis Morera, Manolo Padorno, Carlos Cano, Zeca Afonso, Pedro García Cabrera, Garajonay, Jose Antonio Ramos, Agaete, El Perola, Hirahi Afonso, Néstor Álamo, Elfidio Alonso, Teddy Bautista, Valentina Hernández, el amor correspondido de Fuerteventura, los tocadores de El Pinar en la isla de El Hierro... Esta travesía tiene amarre en Lisboa, La Habana, Estados Unidos, Montevideo... Y en cada puerto más nombres propios que forjan amistad, que hacen país con los sonidos de Canarii, los sonidos de la memoria, de un País adentro... Antes de este viaje, cuando decidieron –Manuel y Mestisay– profesionalizarse, el barco de los sueños había varado en Atocha 53. Madrid es «un lugar inhóspito para las identidades», un mundo de «vanidad y oropel que no necesitan de tu pasado». Y a seguir navegando para enhebrar todas las canciones de todos los mares, desde Cabo Verde a Nueva York, para regresar a César Manrique, al compromiso con la tierra: «¿Dónde encontraremos el necesario equilibrio entre desarrollo y sostenibilidad?». Y volver sobre las huellas del Poeta en la Isla, en el centenario del amigo Pedro Lezcano quien «no albergaba deseo de pasar a la posteridad: le interesaba más estrujar la vida y sus acentos».
'De una memoria entre canciones' es un barco cargado de historias bien engarzadas, de reflexiones y apuntes sobre el proceso de hacer música y cómo se integran en una canción múltiples elementos; los que le son intrínsecos y los externos, los circunstanciales. Y es aquí donde reside el atractivo de estas memorias que no son memorias, de esta autobiografía que no es; aunque Manuel González Ortega nos cuenta lo que él ha vivido como protagonista y también como testigo. Con una prosa sencilla y poética va apuntando el rumbo de una profesión, que es su vida, y las circunstancias que la rodean. Sí, se parece a un cuaderno de bitácora. Es lo propio cuando las raíces son isleñas. Al final del viaje a los lectores nos quedan las canciones, la sustancia de nuestra memoria. La memoria, «ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos», según Borges, con el que construimos la existencia. El compositor de canciones lo expresa así: «Cuando se apaguen las luces del escenario {...} seguirá flotando –traspasando fronteras, valles y montañas– la huella del fugaz instante en el que fuimos canción».
P.D.: Cada capítulo se acompaña de una canción que puede ser escuchada mediante el código QR y las ilustraciones de Carmen Cólogan le ponen paisaje a cada una de las canciones y amplifican el sentimiento.
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