José María García irrumpe en la poesía en el año 1971, año en que aparece publicada 'El hombre me circula libremente', su primera obra. Comienza ... a escribir por esa sensibilidad tan singular que lo posee y por la fascinación y el respeto que siente por el lenguaje, la palabra. Es el inicio de un recorrido poético que no abandonará a lo largo de su destino y que enriquecerá notablemente en el futuro.
Uno de sus grandes hallazgos líricos, que lo marcaría estéticamente, es 'El rayo que no cesa', obra que define la plenitud poética de Miguel Hernández y que está alentada por un anhelo vitalista.
Sus lecturas selectas le van descubriendo las fisuras por las que se han fugado tantos excelsos creadores, construyendo espacios, tiempos, universos sublimes. Y nuestro poeta recorre seducido los caminos que idearon César Vallejo, con su inquietud renovadora; los simbolistas franceses, Rimbaud, Mallarmé, sugiriendo lo escondido en el alma; los alemanes Schiller, Hölderlin, Novalis, y tantos otros que lee con devoción: Luis Cernuda, Juan R. Jiménez, su siempre admirado Carlos Bousoño.
Sin ideas preconcebidas sobre lo que debe ser la poesía, José María crea y nos va descubriendo un singularísimo acento lírico presidido por la libertad que imprime a su lenguaje poético y que queda configurado admirablemente en sus obras posteriores: 'Desde su pardo escondrijo (1975-1983)'; 'Otra vez Ulises' (1986); 'Profecía intacta' (1987-1994) y 'Estancias del amor' (1995). Ese original acento puede resistir a cualquier intento de clasificación, pero a pesar de ello, desgranaremos sus palabras, la conjunción que las transforma, el impulso que las alimenta, para poder así interpretar los códigos sobre los que ha cimentado su insólito universo literario.
Concepción poética
Se podría definir el alma de un escritor por su lenguaje poético en la mayoría de los casos, pero también es arriesgado admitir que la correspondencia entre vida y obra contribuye siempre a la belleza artística de esta última. En nuestro caso, las múltiples vivencias que jalonan la existencia del poeta José María García, son lo suficientemente intensas y perturbadoras como para que convulsionen y marquen grandemente el alma del creador, pero que no le conducen al hermetismo, sino que logra cumplir la función esencial de toda creación, la comunicativa, mediando así entre el artista y lo colectivo. Nos declara que: «tengo de fijo un dolor de huesos húmeros / soy vaso vacío de vida / estoy seco como la arena última que no baña el mar / soy isla donde habito dormido», en los instantes en que nos descubre su vitalismo trágico, equilibrando admirablemente la emoción y la contención expresiva. Mas también expresa sus arrebatos pasionales, entreverados, a veces de melancolía y de su cálida sensibilidad amatoria: «Y de tus trigales, hechos para el amor, escogeré un sólo grano» / «Necesito ya del entorno que te apriete la cintura para traspasarte de fuegos y cadencias amorosas» / «Mi dolor quemándose en tus cuatro deseos. Junto al amor. Abrasándome de hombre». Su particular concepción de la poesía se asienta esencialmente en las imágenes líricas, en las ideas que se materializan a través de las emociones, de las profusas sensaciones. Es curioso que nunca aparezca el paisaje como tal en sus poemas, ni siquiera como fondo de esa emotividad inspiradora. Su universo es tan singular, universo garciano, que hasta el mar u otros componentes de su personal cosmogonía, pierden su identidad originaria más que al ser creados, recreados por el poeta. Así el mar que aparece con cierta frecuencia, no posee las notas que regularmente se le atribuyen: «Mares de polen bañan dormidas tierras» / «Y mi corazón: una ola en este mar de polvo y estrellas, que inunda las riberas fuera de los pulsos».
Temática
Las tres constantes que fundamentan su obra y que persisten ignorando el tiempo y los cambios vitales son: La cosmogonía: «¿Quién meterá la luz en los ojos del Universo? / ¿Quién tocará la herida del corazón cósmico?».
Su verbo como instrumento para penetrar en esa realidad profunda que no termina de conocer nunca los enigmas del mundo y la esencia anímica. Es la búsqueda infatigable que transciende la exterioridad sensible para encontrar las últimas verdades. «El amor y respeto a la mujer / La muerte. Imposible pero real unidad. «Así te miro‚ río de plata, limpia, ardida, luminosa, reflejada en las aguas del recuerdo»/ «Dueña de mis rincones, ama de mis oquedades de estremecidos pálpitos».
Canto al amor, origen de la vida, y como reverso inevitable la muerte, límite del vivir, algo que sucede en el tiempo y que nos expulsa de él, pero que es también un proceso continuo de disolución, germen de vacío en la plenitud. Visiones encontradas del hombre dolorido en su tiempo, la vida y la muerte coexistiendo, oponiéndose en perpetuo conflicto. El poeta las pone al descubierto: «Soy en la muerte un fondo de sangre poético y enfermo.»/ «El sentido de la justicia que transciende el arte».
José María García se compromete con su época y con el género humano. No puede permanecer absorto, impasible ante hechos que golpean su conciencia de hombre y de poeta. Y toma partido con una poesía deliberadamente social, honda y meditativa: «No podré vivir más, con tu muerte prensada en mis sienes, niño en el mundo entero diariamente asesinado...» / «Perdón por las horas no entregadas al común empeño/ Tú, hombre de alta raigambre trabajada» (Al subcomandante Marcos). Son temas u obsesiones que se van ahondando con el avance personal y espiritual del creador, y se decantan y despojan de las anécdotas inesenciales para anudarse de una manera cada vez más insistente en el ser concreto del hombre, como manifiesto universal. Es la meditación sobre la esencia humana, el amor y la muerte en su figuración simbólica, transcendiendo la dolorida realidad.
Estas obsesiones que se van delineando ya en los primeros poemas son la incógnita del destino humano, la desolación, lo inexplicable del dolor que el hombre ha de asumir, la presencia constante del mal, los golpes traicioneros del destino. Y todo se encamina hacia la sublimación de esa especial forma de existencia, de la vida que talla al hombre, al poeta.
Conclusión
Estudiar, comprender, la obra de José María García no puede decirse que haya sido labor ardua, no porque no contenga elementos diversos ni variaciones suficientes como para que la caractericen y la definan como única. De todo ello hemos dado cuenta a lo largo de estos apuntes literarios personales.
Pero lo que ha permanecido en el ánimo y lo que ha alentado el trabajo, ha sido la complacencia de la lectura y el ahondamiento en unos poemas brotados del doloroso existir, versos sentidos, con toda la autenticidad y la riqueza sensorial y emotiva que han configurado ese universo unipersonal que, sin embargo, no queda aislado como simple exteriorización artística, sino que enlaza admirablemente con ese otro mundo más general y plausible que es el enigma poético.
Un poeta destinado a ser hombre. Un hombre que fue mucho más que un poeta.
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