Paul Pfeiffer
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Paul Pfeiffer
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Justin Bieber, el cantante canadiense, se declaró cristiano renacido y llenó sus cuerpo de tatuajes religiosos. El artista estadounidense Paul Pfeiffer (Honolulu,1966) decidió entonces convertir al ídolo del pop en un nuevo Jesucristo barroco. Buscó a los mejores imagineros filipinos, mexicanos y españoles para tallar tres figuras del cantante como un Cristo moderno. Unas tallas que se muestran ahora desmembradas y que son lo más llamativo de la exposición que el Museo Guggenheim de Bilbao dedica al influyente y cotizado artista multidisciplinar que no reniega de la etiqueta de «manipulador».
Pfeiffer es un cáustico pionero que lleva un cuarto de siglo cuestionando las convenciones sobre la nueva religión del espectáculo, la pertenencia y la identidad. Preguntándose si somos lo que vemos, o miramos lo que somos. «No me molesta que me llamen manipulador; los grandes poetas lo son, y todo depende de la calidad de la manipulación», se reivindica el inetiquetable creador conceptual evocando a antecesores como Andy Warhol o Marcel Duchamp.
Sus piezas e instalaciones se centran «en lo que no quiere que miremos», en «cómo se gana dinero por dirigir nuestra atención». Recrea partidos de fútbol, de baloncesto o combates de boxeo sin jugadores ni púgiles. Descabeza en sus vídeos a Michael Jackson, 'borra' a Muhammad Ali del combate del siglo, a Marilyn Monroe de sus películas o los jugadores de una final del mundial de fútbol para cuestionar la liturgia de la nueva religión del espectáculo.
En la serie el 'Encarnador' (2018-2023) Pfeiffer transforma a Justin Bieber en una encarnación contemporánea de Jesucristo resucitado. Son tres rostros y torsos con sus extremidades muy veristas del ídolo del pop que comenzó su epopeya cristiana tatuándose a Jesucristo en su pierna izquierda. «Soy cristiano, creo en Dios y en que Jesús murió en una cruz por mis pecados», dijo el cantante al inicio del delirio tatuador del 'Hijo de Dios'.
Pfeiffer lo recrea como «un títere» gracias al artesano encarnador José Antonio Navarro Arteaga, el gran maestro de la escultura sacra que también ha tallado a Cristiano Ronaldo, al filipino Willy Layug y el mexicano Ricardo Molina.
Ironiza Pfeiffer sobre los modos contemporáneos de devoción, a través del culto a a las celebridades. La pieza del sevillano tallada en madera de cedro y policromada, es un retrato realista de Bieber, «con todos los tatuajes que se ha hecho hasta hoy, incluida la frase 'Hijo de Dios' en el pecho» y que cubre sus pudicias con un calzoncillos de Calvin Klein. Las piezas, que se vieron completas y amadas en el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles (MOCA) se exhiben 'descuartizadas', como piezas de un puzle.
Conoce Pfeiffer la Semana Santa sevillana y sonríe malicioso cuando se le pregunta por la posibilidad de que su Cristo-pop de Bieber y otras tallas procesionen como lo hace La Macarena, El Cachorro o Jesús del Gran Poder. También sonríe cuando se le plantea trabajar con iconos globales como Taylor Switf o Rafa Nadal, lo que no descarta.
Pfeiffer, que jamás ha cruzado una palabra con Bieber, no le pidió permiso para esta apropiación. Casi nunca genera imágenes propias. Manipula el caudal incesante que fluye en los medios, la publicidad, el cine o la tele. Su empeño es «que miremos donde no quieren que fijemos la mirada». «Apartar la mirada de esa corriente principal y mantener nuestra atención al margen es casi revolucionario», plantea.
Con sus pieza Pfeiffer deconstruye la fascinación por la cultura de las celebridades para desvelar «cómo se moldea y manipula la conciencia colectiva» con esas imágenes que nos asaltan sin cesar que él entrecruza con la historia del colonialismo y la religión. Resignifica a iconos del deporte, el cine, la música a los que anonimiza, desdibuja, borra y saca de contexto en unas piezas que se tornan fantasmagóricas ya imágenes de apenas unos centímetros o de enorme formato. «Lo que me interesa es el aura que expande su presencia», dice Pfeiffer, que manipula los ritos de masas de la nueva religión del espectáculo con unos dioses sin rostro y unos estadios que son como nuevas catedrales.
«Hijo de pastores metodistas, y proselitistas por medio mundo, Pfeiffer Es un 'outsider' que creció en culturas ajenas a Estados Unidos, como la filipina, y que disecciona las estrategias y los mecanismos de la cultura de masas», dice Marta Blàvia, una de las tres comisarias de la muestra que reúne 30 piezas realizadas por el artista desde el 90 hasta hoy.
Viene a reconocer que «la realidad es hoy de una incertidumbre extrema». Tanto, que cabría decir que «la verdad ha muerto» y que «debemos desprendernos de la inocencia». ¿Utilizamos las imágenes o ellas no usan a nosotros? es la pregunta constante de su labor.
En cartel hasta el 16 de marzo, 'Prólogo a la historia del nacimiento de la libertad' es la primera retrospectiva en Europa sobre el trabajo multidisciplinar de Pfeiffer. El título se inspira en un hito histórico de los medios de comunicación estadounidenses, cuando el cineasta Cecil B. DeMille presentó su legendario drama épico y religioso 'Los Diez Mandamientos' (1956), la película más cara de la historia hasta entonces.
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