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El escritor Jordi Sierra i Fabra. GRUPO EDEBE
Jordi Sierra i Fabra: «Las bibliotecas son la guerrilla de la cultura y la primera barricada»

Jordi Sierra i Fabra: «Las bibliotecas son la guerrilla de la cultura y la primera barricada»

La 'Semana Rana' de la Biblioteca Insular se rinde al influjo del novelista catalán al cumplirse los 50 años de la publicación de su primer libro

FRANCESC ZANETTI

Las Palmas de Gran Canaria

Lunes, 25 de abril 2022, 01:00

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Jordi Sierra i Fabra lo tuvo todo en contra cuando empezó a tener conciencia de lo que era el mundo y la vida. Tartamudeaba y sufrió acoso escolar. Pero empezó a escribir novelas con ocho años y a imaginarse otros mundos en los que sus días se acomodaban repletos de sorpresas. Desde entonces, convive mejor con la inquietud y la soberbia. Con todo en contra aprovechó la lectura, la escritura y la música para convertirse en autor superventas, situándose entre los 10 escritores más leídos en centros escolares de España.

Con más de 500 títulos escritos y más de 12 millones de libros vendidos, su trayectoria ha sido reconocida con prestigiosos galardones como la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2017, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Premio Ateneo de Sevilla y en el año 2012 el Premio Cervantes Chico otorgado por la ciudad de Alcalá de Henares, a toda su trayectoria como creador en el campo de literatura infantil y juvenil, entre otros.

La Biblioteca Insular le rinde tributo en el marco de su 'Semana Rana' el miércoles, día 27 de abril, a las 11:00 horas, con una singular conversación que mantendrá con el periodista cultural Sergio Miró en el Cicca, en la que el novelista catalán de 74 años repasará una sugerente trayectoria cuando se cumplen los 50 años de la aparición de su primer libro, 'Imágenes de rock'.

Sanador

Fabra sigue otorgándole a la escritura y la lectura una dimensión sanadora. «Con la escritura me liberé y me encontré, dándole un sentido a mi vida. Con ella ahora me reafirmo, personal y globalmente, ante la lluvia incesante de mierda que me y nos cae encima a diario. En aquella época oscura de la dictadura leer te liberaba, te hacía pensar, te llevaba a mundos desconocidos y espacios que creías que nunca verías o conocerías. Como suelo decir, leer me salvó la vida. Hoy es de lo poco que tenemos para conectar con nosotros mismos, ayudar a conocernos, engrasar el cerebro que, quien más quien menos, tiene embotado por el exceso de información mal digerida, la inmensa basura política o televisiva (incluidas series presuntamente hipnóticas), sin olvidar el agujero negro de los móviles».

Confiesa que sigue escribiendo con la misma pasión, voluntad y energía que al principio. «Nunca he querido ser famoso (la fama es dañina y te aparta de tu objetivo, que es ser feliz a través de lo que haces), y si gusto será porque mis libros tienen algo. Escribo de todo, no le hago ascos a ningún género, y encima gusto a los más jóvenes desde hace más de 40 años (eso son varias generaciones de lectores a través de varias décadas). Así he llegado a ser un autor de referencia y lectura casi obligada en escuelas de España y América Latina. Soy lo que quise ser y en este sentido el balance es maravilloso. Y ojalá tenga 25 años más para seguir contando historias», exclama.

Su público

Sierra i Fabra ha repetido en ocasiones que no escribe para gente joven, que ha sido la gente joven quien lo ha escogido a él. Entonces ¿qué posee su escritura que tanto atrapa a ese sector específico de lectores para que se haya convertido en un referente? «Cuando hace ya más de 40 años gané premios de eso que han dado en llamar literatura juvenil, tanto los jóvenes como los maestros me empezaron a convertir en lo que soy. Ser autor de referencia o lectura obligada en escuelas hace pensar a muchos que escribo para los niños y los jóvenes; que mis novelas obedecen a un propósito educacional o lo que sea. Eso no es cierto. Cuando escribo algo, lo que sea, no sé quién va a leerme. Yo escribo de jóvenes. ¿Y por qué? Pues por muchas razones: vengo del mundo de la música rock, donde fui director o fundador de las principales revistas musicales de los años 70, pioneras en su género en España, tengo dos Fundaciones de ayuda a jóvenes para que lean y escriban, durante años (ya no) visité cientos de escuelas, mi casa está siempre abierta para quienes quieran verme... Total: estoy siempre con gente joven que me cuenta sus cosas. Es normal que, de cada diez novelas, siete tengan como protagonista a alguien de entre 15 o 20 años. Mi escritura no está pensada para ni dirigida a, sino que es honesta, parte de mi libertad. En primer lugar, yo cuento historias, nada más, para que la gente sea feliz, pero por mi forma de ser, cada historia es como una naranja: la aprietas, te caen unas gotas y te las bebes. Ese es el poso que dejan mis novelas, el sabor final. No hago finales felices, sino que dejo muchas novelas abiertas para obligar a pensar. Si un libro no rompe esquemas de alguna forma, no es más que otro producto comercial más», explica el autor.

Berta Mir

Uno de sus personajes más celebrados es Berta Mir, que protagoniza cinco novelas para contar un año de su vida a través de ellas, de los 18 a los 19. «Había hecho algunas trilogías, pero nunca una serie de cinco novelas así», puntualiza el novelista, para quien la función de una biblioteca hoy en día «no ha de ser meramente el de almacenar libros, sino el de divulgar la cultura. Las bibliotecas son la guerrilla de la cultura, han de estar en primera línea de las barricadas contra la estupidez que nos rodea, han de ser polos y centros de actividades múltiples. Ser bibliotecario/a actualmente es para mí algo más que gestionar un fondo de libros. Por eso siempre que una biblioteca me pide algo intento estar ahí. Sobre las políticas de fomento a la lectura... llevamos años, décadas, con campañas obsoletas. No se hace leer con un poster diciendo que si no lees serás un burro, se hace leer llevando autores (pero que no duerman al personal), implicando a todos los estamentos, potenciando la presencialidad y, como no, a falta de dinero, esgrimiendo la bandera del entusiasmo, que siempre acaba siendo contagioso».

Acojonado

Cuando se le pregunta por la uniformidad y las zonas de confort en las que nos empleamos como consumidores culturales opina que nos estamos volviendo «robotizados, estúpidos, amuermados. Yo no tengo redes sociales, y todo ese ruido que me ahorro. Mientras haya miles de personas pendientes de lo que dicen otros (casi siempre famosillos de medio pelo) para lanzar insultos o meterse en camisas de once varas... Internet se usa mal en un 70 u 80% de los casos. Cuando el CIS hace una encuesta y pregunta a los españoles qué les preocupa, la cultura está siempre entre el puesto 15 y el 20. Los políticos solo prestan atención a los tres primeros, como mucho los cinco primeros del ranking. El día que la cultura sea prioritaria, puede que le hagan caso en serio. ¿Nadie se da cuenta que la cultura es la madre de todo? A más cultura menos paro, menos violencia doméstica, menos botellones infectos».

La efervescencia de populismo y extremismo que empieza a acechar al país le preocupa. «¿Inquietarme? Estoy acojonado. Un ejemplo: la frivolidad con la que en España se consiente que los ultras hagan el saludo fascista es alucinante. En plena calle, en el fútbol, sin más. Algo perseguido en Alemania aquí es pan de cada día. Y se empieza así y se acaba como ya sabemos los que nacimos en una posguerra terrible y vivimos en una dictadura carpetovetónica. No tenemos cura, ni memoria (falta de cultura, de nuevo). Y mientras, el mundo va salpicándose con apariciones que ponen los pelos de punta, Trump, Bolsonaro, Orban, Salvini, Abascal, LePen, Putin, Kim Jong-Un (además de los Boko Haram, Isis y demás...) Cada uno hace su pequeño o gran daño, hasta que las pústulas o el cáncer sea ya irreparable. ¿Este es el siglo XXI que esperábamos?», se pregunta en voz alta.

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