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Fernando Martínez Laínez, durante la entrevista. Virginia Carrasco
«El espionaje se ha disparado, favorecido por la tecnología»

Fernando Martínez Laínez

Escritor
«El espionaje se ha disparado, favorecido por la tecnología»

«Hay agentes camuflados en la Universidad», dice el autor de 'Top secret', un libro sobre la Inteligencia

Sábado, 27 de julio 2024, 12:50

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Mata Hari fue un gran personaje pero una mala espía que además se enredó en el juego más peligroso: el de ser agente doble. El primer ordenador de la Historia se construyó para desencriptar informes del alto mando alemán. Los espías reales más famosos del siglo XX, el 'grupo de los cinco', que trabajaron para la URSS, procedían de familias adineradas y fueron captados en las elitistas aulas de los 'colleges' de Cambridge. Uno de ellos era Kim Philby, entre cuyos objetivos estuvo la vigilancia de Josep Tarradellas. Son episodios de un mundo fascinante, el de los servicios de inteligencia, que recoge el periodista y escritor Fernando Martínez Laínez (Barcelona, 1941) en su libro 'Top secret. Un siglo de espías: de Mata Hari a Snowden', editado por Arzalia.

–¿Cuál es la diferencia entre un espía y un agente secreto?

–Básicamente que un agente secreto es un profesional entrenado para cumplir misiones. El espía es ocasional. Puede actuar como informador y en ocasiones lo hace porque se le paga o porque le han hecho un chantaje, por ejemplo. En ese sentido, espía puede ser cualquiera; agente secreto, no.

–¿Y dónde se prepara a los agentes secretos?

–La formación la hacen los propios servicios de inteligencia, que en las últimas décadas han crecido mucho y tienen instalaciones adecuadas para ello. Ya hemos visto en el cine muchas veces que la CIA tiene sus escuelas. A veces también se entrena a los espías para trabajos concretos. En ocasiones, algunos agentes secretos proceden del ámbito militar, y entonces ya llegan entrenados.

–¿Cómo se hace el reclutamiento? ¿Quien desea ser agente se presenta en algún lado o es captado por alguien que ve aptitudes en esa persona?

–Normalmente son captados. Hay reclutadores que van buscando entre gente que tiene aptitudes. Luego también hay quien se ofrece. Es el caso del famoso Garbo, que insistió varias veces en que podía trabajar como informador hasta que finalmente fue aceptado y ya se sabe qué papel jugó.

–¿Cuál es el perfil actual de un agente secreto?

–El de una persona que habla idiomas con gran fluidez y maneja muy bien la tecnología. Desde hace tiempo, hay no pocos agentes metidos en la Universidad de forma más o menos camuflada.

Más que ficción

–Las películas los presentan como muy hábiles en el manejo de armas. ¿Es así?

–En su mayoría, los agentes son muy discretos y tratan de pasar lo más inadvertidos que sea posible. Con todo, en el entrenamiento también hay una parte de manejo de armas.

–¿Cuáles son los motivos que llevan a alistarse como agente o espía? ¿Ideología, patriotismo, dinero?

–Las razones para dedicarse al espionaje tienen que ver con las motivaciones humanas: amor, odio, egoísmo… Dicho de otra manera, mandan el dinero, la ideología… y el chantaje. En un servicio secreto, el chantaje se usa con mucha frecuencia. Y también hay casos en los que no existe una explicación convincente de por qué esa persona se ha metido en algo así.

Vigilancia

«Hoy el control de la población es muy grande»

–El mundo del espionaje parece tener autonomía propia. ¿Es realmente así?

–Cada vez más. Los gobiernos descansan en muchos casos sobre la información que les dan sus servicios de inteligencia y por eso les conceden una importancia creciente. Luego, las decisiones las toman los gobiernos, en ocasiones chocando con lo que les dicen esos servicios. Recuerde lo que pasó con las 'armas de destrucción masiva' de Irak. Los servicios secretos habían dicho que no encontraban pruebas de que las hubiera.

–Algunos servicios parecen especializados en vigilar a los suyos. Sucedió en la URSS en los años treinta, y sus agentes incluso viajaban al extranjero para liquidar a los disidentes.

–El contraespionaje no está solo para detectar la presencia de espías extranjeros en el territorio sino dentro de sus propias filas. En este mundo hay mucha tendencia a la paranoia. Después del 'caso Philby', por ejemplo, la CIA desconfiaba de todo el mundo. La duda está siempre en quién controla al controlador. Cada servicio secreto tiene sus propios controladores.

–¿Es posible que algunos países empleen incluso más recursos en espiar a los suyos?

–En algunos países, como los del Este, se ha espiado mucho a los propios. El apogeo del espionaje interior se dio en la RDA. También pasó aquí con Franco. En general, se espía más a los de dentro en los regímenes dictatoriales. Pero hoy el control de la población es muy grande y se dedican muchos recursos a espiarla. Hace unos días leí un informe que dice que en Londres hay casi un millón de cámaras instaladas, para una población de menos de diez millones de habitantes. Eso, sin contar los móviles, que son un control continuo de cada uno de nosotros. Si hoy un servicio secreto decide ir a por alguien sabrá su día a día desde su bautizo.

–¿Las oficinas de desinformación son la otra cara del espionaje?

–Sí, y cada vez en mayor medida. En las dos guerras mundiales se hizo muchísimo, sobre todo para manejar a la población civil. Hablamos de la 'propaganda negra'. Se trata de alimentar una visión siniestra del bando contrario.

–El espionaje ha ido creciendo en recursos, dice en su libro. Y ahora están en primera línea potencias que en las guerras mundiales apenas contaban.

–Ha crecido muchísimo. En EE UU, por ejemplo, hay unas treinta agencias de inteligencia con presupuestos secretos pero sin duda cuantiosos. El espionaje se ha disparado de forma exponencial, favorecido por la tecnología. Luego, junto a esas grandes potencias en las que está pensando, hay otras menores que no pueden seguir el avance tecnológico y están a expensas de lo que les dejan los peces grandes.

Perfiles y personalidades

-¿Cuál de los espías/agentes secretos famosos de la literatura y el cine se parece más a la realidad?

–Un personaje que me parece muy realista a ese respecto es Alec Leamas, el protagonista de 'El espía que surgió del frío' de John Le Carré. Es un agente que permanece fiel a sus orígenes pero ve que ambos bandos tienen motivaciones que a él no le convencen y por eso se mueve en un margen de duda. Creo que define bien los tiempos actuales.

–Repasando su libro se ve que buena parte de las espías han sido bellas y casi todas han usado el sexo para sus fines.

–No todas. No parece el caso de la que fue conocida como 'Fraülein Doktor', para muchos la mejor espía del mundo, que llevó una vida muy discreta. Esto es como todo. El sexo lo pueden usar las mujeres y los hombres. Hubo secretarias de altos cargos de la República Federal Alemana seducidas por espías de la RDA, hombres muy atractivos, que de esa forma consiguieron sacarles información.

Motivación

«Lo que mueve a alguien para hacerlo es el dinero, la ideología... o el chantaje»

–¿Y los espías dobles? ¿Hay algún trabajo más peligroso?

–Un agente doble termina siendo un esquizofrénico. Tiene que vivir tres vidas: la suya digamos normal, la del espía oficial y la del desleal. Su mente funciona en tres planos y eso es muy complicado de conseguir, sobre todo si se alarga en el tiempo. Algunos lo hicieron muchos años, como Kim Philby, que comenzó ya en su paso por Cambridge. Pero es una carga que pocos soportan, por eso acaban tocados. Para quienes se dedican a descubrir a los agentes dobles, lo más difícil es detectarlos por la parte ideológica. Seguir la pista del dinero es más fácil.

–En su libro cuenta casos de agentes perseguidos mucho después de su retiro, y de extrañas muertes de familiares y amigos que podían tener información sensible. ¿Ser agente supone estar amenazado hasta la muerte?

–En muchos casos, el enemigo te encuentra. Pero no siempre hay castigo. De los 'cinco de Cambridge', ninguno pasó por la cárcel porque las autoridades pensaron que era peor eso que dejar que vivieran una vida discreta. De todos modos, la venganza funciona igual en todos los servicios secretos. Acabar con una vida es fácil. A veces esperan años pero si se marca a alguien para ser eliminado, lo consiguen.

Vigilar al vigilante

«En este mundo hay mucha tendencia a la paranoia. La duda es quién controla al controlador»

–¿Y lo de los parientes o amigos? Suena como esos familiares de detenidos en las purgas estalinistas, que iban a la cárcel o al Gulag solo por ser familia.

–Las represalias pueden alcanzar incluso a parientes o amigos, por supuesto. Los servicios secretos son muy vengativos. Aquí entra en juego el factor personal y si sus responsables se sienten engañados la primera reacción es tratar de castigar al traidor.

–Usted habla de espías desastrosos como Mata Hari, o de alguien que no necesitaba hacerlo, como Coco Chanel. Y hay también un aventado que cuando nombraron a un nuevo director de la CIA le llevó una lista de agentes comunistas en la que estaban Harold Wilson, Brandt, Palme y hasta Kissinger. ¿Este es un campo fértil para buscadores de gloria y perseguidores de fantasmas?

–Es la paranoia de la que hablaba hace un rato y que termina por destruir las redes de informantes. La venganza a veces es de tipo moral, destruyendo vidas y reputaciones. Por eso en ocasiones la única forma de evitar represalias es conseguir que otro servicio secreto les apoye. Es el caso de Snowden. Hay represalias muy refinadas. A veces se destruye la imagen de alguien y se le conduce a la locura civil.

–En una película, a una joven judía que se va a infiltrar entre dirigentes nazis le dicen que se tiña de rubia y que no olvide hacerlo también con el vello púbico. ¿Los pequeños detalles son los que persiguen los agentes del contraespionaje? ¿O eso es solo ficción?

–Esos pequeños detalles son básicos. El contraespionaje se fija en eso porque hila muy fino. Primero surge la sospecha sobre alguien y luego se examinan cosas, detalles que antes se habían pasado por alto. Así se detecta a un infiltrado que puede llevar años haciendo ese trabajo. El contraespionaje debe aportar una prueba clara, mientras tanto queda la sombra de la duda. También hay etapas en las que se tira por elevación: con Stalin casi todo el mundo era sospechoso, pasaba igualmente en la RDA. Depende de las circunstancias. En las guerras todo es mucho menos riguroso.

–Napoleón dijo hace más de dos siglos que los espías son más importantes que armas y soldados. ¿Sigue siendo así?

–Sí, a menos que la desproporción en cuanto a armas y soldados sea abrumadora. Pero en condiciones de cierto equilibrio, el espionaje hace mucho. Un lema del Mossad es 'Harás la guerra con las armas del engaño'. Ya hace 2.500 años, Sun Tzu escribió: «El arte de la guerra está basado en el engaño».

–¿Cuáles son los mejores servicios de inteligencia?

–El británico consiguió grandes éxitos en la Segunda Guerra Mundial, y el soviético durante la Guerra Fría. El Mossad maneja muy bien los medios que tiene y en cambio el servicio alemán nunca ha destacado. La CIA es puntera, cierto, pero creo que en este momento es mejor la NSA (Agencia de Seguridad Nacional), que es aún más secreta en cuanto a su actividad. En Reino Unido tienen una equivalente, la GCHQ. Y no falta quien asegura que en esa lista debemos incluir al servicio del Vaticano. Pero creo que en este caso hablamos de otro tipo de información, más para un uso diplomático.

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