El poeta que pudo ser literato
Juan Horacio Díaz murió hace casi 80 años y probablemente no quede nadie vivo que lo conociera o leyera sus poemas. Su obra, salvo algún cuento, quedó inédita hasta que el historiador Octavio Rodríguez la ha rescatado y publicado. Juan Horacio Díaz participó en tertulias, hizo teatro y formó parte del grupo de artistas y escritores que luego se llamó la Generación del Bache.
Rosa Rodríguez y / Santa Cruz de Tenerife
Sábado, 9 de diciembre 2017, 08:00
Juan Horacio Díaz (1924-1950) podía haber sido alguien importante en el mundo de la literatura», pero murió con 26 años, de tuberculosis, «la enfermedad de la época». Apenas publicó en vida y su obra ni siquiera es prolija, pero sí permite atisbar a «un buen poeta y a un notable cuentista». Después de años con los poemas, los cuentos y hasta una novela en las manos, el investigador histórico Octavio Rodríguez Delgado ha conseguido publicarlos gracias a una campaña de micromecenazgo.
Los recopila en un volumen eminentemente biográfico al que incorpora la obra poética que se conserva, una obra de teatro en verso, seis cuentos y una pequeña novela, todo inédito salvo uno de los cuentos, titulado Una vez más..., que ganó el segundo premio de un certamen convocado por la revista , que se lo publicó en diciembre de 1949, poco antes de morir.
Pese a que solo logró publicar ese cuento, Juan Horacio Díaz tuvo cierta relevancia y prueba de ello es el homenaje póstumo que le rindieron con la publicación en Tenerife Gráfico de su poema póstumo Íntima.
El origen de Díaz es muy humilde, tanto que su primera escuela fue el Asilo Victoria para huérfanos de la capital tinerfeña, a donde su madre se trasladó desde Fasnia tras enviudar en 1927. Ya de adolescente, el destino hizo que un matrimonio adinerado y sin hijos, el exportador de frutas Virgilio Díaz-Llanos y la compositora Emma Martínez de la Torre, llegara a su vida. Con ellos adquirió conocimientos de música, aprendió inglés -Díaz-Llanos necesita a alguien que lo hablara en su negocio- y cultivó su afición a la lectura -tuvo una notable biblioteca-.
Gracias a esa casi adopción, se codeó con lo mejor de la sociedad tinerfeña de la época. Entre su círculo de amistadas estaban, entre otros, Luis Montelongo González, Manuel Castañeda González, Rafael Arozarena, Julián Herráiz Galdeano, Enrique Lite, Francisco González de Royo, Julio Tovar, Víctor Galtier, Carlos Pinto Grote o el periodista Francisco Pimentel a los que luego se conocería como la generación literaria de los niños de la guerra o del bache.
Cartas deliciosas y una novela de la que solo aparece el título
El doctor en Biología e investigador histórico Octavio Rodríguez Delgado no buscó a Juan Horacio Díaz, el poeta llegó hasta él de la mano de un sobrino suyo, el párroco Norberto García Díaz, que conservaba toda la obra de su tío, fotos y hasta las cartas que le enviaba a una enamorada y de las que guardaba copias mecanografiadas: seis «cartas deliciosas» que envió a Maribel y una séptima que se perdió pero que el propio Díaz menciona en otra misiva.
«Hay pocas cosas escritas a mano, todo lo pasaba a máquina», explica Rodríguez Delgado, que recuerda que Norberto García Díaz se puso en contacto con él a raíz de la publicación, en los años noventa, de una serie de biografías de personajes del sur de Tenerife en El Día [tiene casi un millar publicadas en el blog que lleva su nombre]. El párroco no solo le habló de su tío poeta, sino que le abrió su archivo -ahora denominado Fondo Juan Horacio Díaz y Díaz del Obispado Nivariense-.
En él, Rodríguez Delgado se encontró con una quincena de obras todas fechadas entre 1942 y 1949. Además de los poemas, los cuentos y la novela Renunciación (1945), que él mismo consideró su obra cumbre, hay otro libro, Instantáneas, «del que solo se conoce el título, porque no se ha hallado» y del que se sabe el soneto que para esa obra escribió Rafael Peña León.
