Davide Paiser rescata la contribución del colectivo 'Latitud 28' a la cultura en la época franquista
El músico y profesor presenta el día 30 de septiembre, en la Biblioteca del Estado, un libro editado por Tamaimos que recoge el trabajo de un notable grupo de intelectuales canarios durante los años sesenta
Francesc Zanetti
Las Palmas de Gran Canaria
Lunes, 29 de septiembre 2025, 11:23
Durante los primeros años 60 del pasado siglo surgió en la capital grancanaria un colectivo que sacudió el endeble panorama cultural de una ciudad que empezaba a articular su modernidad al amparo del progresivo desarrollo del puerto y la incipiente industria del turismo. Latitud 28 llegó a aunar los propósitos libertarios de unas doscientas personas que lidiaron en su juventud con la férrea dictadura franquista de la época, muchas de ellas indiscutibles protagonistas de la cultura de Canarias durante el siglo XX, como los artistas Tony Gallardo y Felo Monzón, los periodistas Nanino Díaz Cutillas o González Morera, los escritores Juan Jiménez, Pedro Lezcano, Manuel González Barrera, Agustín Millares y Francisco Lezcano, entre otros muchos.
El escritor, músico y profesor de Filosofía en Secundaria, Davide Paiser Ayala, presenta el este 30 de septiembre, a las 18.00 horas, en la Biblioteca del Estado, su libro 'Latitud 28 y la lucha cultural antifranquista', un título que publica la editorial Tamaimos en su colección Alongues, que su autor ha articulado a partir de diversas fuentes, principalmente, de testimonios directos de algunos de los protagonistas del citado colectivo recabados a partir de 2013, así como borradores de trabajos inéditos comenzados por otros investigadores, así como de libros y artículos que abordan la realidad de esa época.
Paiser cree que a Latitud 28 «no se le ha dado la visibilidad que merece. Este libro quiere sacar a la luz la memoria de un colectivo injustamente silenciado, aunque hay que decir que la actividad de Latitud 28 va más allá de lo meramente artístico. Precisamente, la hipótesis implícita en el trabajo es que Latitud formó parte de una poderosa corriente subterránea que propició, en la década siguiente, el triunfo de la UPC en las primeras elecciones democráticas a la alcaldía de Las Palmas tras la dictadura».
Su investigación, que surge a partir de una iniciativa impulsada en torno a un curso de crítica de la cultura capitalista organizado hace más de diez años en el centro social Café dEspacio que perseguía encontrar referentes del pasado que pudieran inspirar las luchas por la transformación social en el presente, se contextualiza en un periodo que Davide Paiser sitúa en un clima de represión en el que el poder del tardofranquismo muestra dos caras.
«Hay una tendencia conservadora, nacional-católica, y otra modernizante que quiere imponer la sociedad de consumo y tratar de homologarse con Europa. El turismo empezaba a llegar y la sociedad de la información iniciaba su despliegue, con la implantación progresiva de la televisión, por entonces aún muy minoritaria. En esa grieta se instala una propuesta cultural inclasificable como la de Latitud 28, que incorpora tanto referentes republicanos y de la cultura revolucionaria latinoamericana, como elementos de la cultura de masas anglosajona, con el twist y el rock como banda sonora. Se trata, en definitiva, de una época de grandes cambios y esperanzas», señala el escritor que, entre 2009 y 2011 trabajó en el Conservatorio Plurinacional de Música de Bolivia, en La Paz, investigando en torno al patrimonio barroco boliviano y la etnomusicología.
Clase media ilustrada
Según Davide Paiser «el núcleo fundador de Latitud 28 lo componen no tanto elementos de la burguesía liberal, sector verdaderamente insignificante en Canarias, como de cierta clase media ilustrada, personas que, sin poseer grandes medios económicos, sí disponen de un bagaje cultural amplio. El grueso del colectivo lo componen jóvenes trabajadores de ambos sexos, procedentes de las fábricas de Guanarteme y el Puerto», añade.
Varias entidades socio-culturales de la ciudad se convertirán en guarida de las actividades de Latitud 28, si bien el activismo político de muchas de sus iniciativas puestas en marcha provocará en todas ellas los recelos de sus respectivas directivas.
«Tanto la Escuela Luján Pérez como El Museo Canario eran instituciones en donde los intelectuales y artistas encontraban refugio. La Escuela Luján Pérez era el lugar donde se cocían las principales iniciativas contraculturales y en su directiva encontramos por estos años al pintor Felo Monzón, que era socialista. Lo que ocurre es que Latitud plantea una estrategia de confrontación directa con el régimen, difícilmente asumible por una institución que ya estaba marcada y vigilada por el franquismo insular. Es ahí donde se produce la ruptura», aclara Paiser Ayala.
Es entonces cuando el colectivo decide vincularse al Club Victoria en donde permanecería cuatro años. «El traslado al Victoria supuso un cambio de atmósfera hacia un ambiente más liberal. Era un centro vinculado al deporte y a la promoción turística, con una directiva que procedía de un sector empresarial ávido de novedades. Sus instalaciones sirvieron para dotar al colectivo de una base de operaciones con plena cobertura legal», agrega.
Pero en el seno del histórico club de Las Canteras el grupo tuvo que mantener una estrategia de máxima discreción y sutileza para no incomodar a sus socios más conservadores. «Evidentemente, el Victoria tampoco era una institución antifranquista. No se podían lanzar consignas abiertamente revolucionarias ni adoptar un lenguaje demasiado explícito. Se jugaba con la ambigüedad que permitían los actos culturales. Sin embargo, la intencionalidad política estaba clara para cualquiera que supiera entender. De hecho, la policía no tardó en poner al grupo bajo la mira».
«El objetivo de Latitud 28 era eminentemente político, dentro de una estrategia urdida por los cuadros dirigentes del Partido Comunista en el que figuraba Tony Gallardo como secretario general del Partido en Las Palmas. Ante ese movimiento hubo distintas reacciones, entre aquellos que se sintieron desplazados y otros a quienes les dio miedo, por razones comprensibles».
Después del año 1964 la dimensión cultural de Latitud 28 pasa a un segundo plano, centrándose la actividad del grupo en las actividades puramente políticas que se extienden hasta los años 70. «Incluso el nombre de Latitud 28 deja de ser referente para las actividades del grupo, que pasa a denominarse alternativamente Grupo de Teatro de la Rumbo-Fosforera, Grupo de Teatro de la COBALAPA o simplemente Grupo de Teatro del Real Club Victoria. Sin embargo, con frecuencia son las mismas personas las que alternan entre unos y otros elencos. El nombre pasa a ser un aspecto secundario. Pero la fecha que marca el fin del periodo es el 15 de septiembre de 1968, cuando se produce la caída de los principales cuadros del Partido Comunista en Sardina del Norte», señala el autor del libro.
Gente valiente
De la puntual relación con todos los entrevistados que figuran en el libro (algunos de ellos ya fallecidos) más allá de la valiosa información y colaboración que le prestaron, Paiser Ayala extrae una conclusión: «Se trata de gente extraordinariamente valiente, que se jugaba el pellejo para promover cambios sociales en un contexto muy hostil. Fueron auténticos pioneros cuyo ejemplo todavía puede servir de inspiración», asevera.
De proseguir existiendo a día de hoy Latitud 28 Davide Paiser está convencido de que el colectivo «se posicionaría del lado de quienes defienden el territorio canario contra la depredación urbanística, quienes luchan por el derecho a la vivienda, quienes se enfrentan al racismo hacia las personas migrantes, quienes se manifiestan para detener el genocidio en Palestina y quienes quieren proteger y mejorar unos servicios púbicos universales. Latitud 28 intentó ganar los imaginarios populares y articular un deseo de superación del régimen imperante, a través de una cuidadosa selección de obras artísticas y literarias, además de acciones de agitación y propaganda. Es lo que, desde Gramsci, se llamó ganar la hegemonía. Hoy en día esa lucha se da en buena medida en el territorio de internet y las redes sociales, desde donde deben canalizarse planteamientos, propuestas y análisis críticos capaces de interpelar y movilizar a la población. Estoy seguro de que Latitud 28 estaría en esa línea hoy en día».
El autor del libro que edita Tamaimos y que formó parte a finales de los años 90 del grupo universitario Calibán, dedicado al estudio y promoción de la cultura canaria en la ULPGC, antes de proseguir su formación en Holanda, Alemania y Cataluña, estima que «el capitalismo, como fundamento de un régimen político y económico depredador, sigue generando estragos sociales y medioambientales a un ritmo nunca visto, tanto en Canarias como a nivel global. Son muchos los motivos para estar activos y beligerantes en el tiempo que nos ha tocado», remarca el también autor del título 'Aquí nunca pasa nada', cuya principal línea de interés en sus aportaciones es el vínculo entre arte y política.