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Construcción de diez pisos con cuatro castellers por nivel apoyados por una triple base a cargo de la Colla Vella de los Xiquets de Valls, durante el XXV concurso de castells de Tarragona, en el Tarraco Arena Plaza. efe
Los taurinos de Cataluña se resisten a desaparecer

Los taurinos de Cataluña se resisten a desaparecer

Las corridas en tierras catalanas fueron prohibidas en 2012 y, aunque años después el Constitucional anuló la abolición, ya nadie programa festejos en la comunidad

CRISTIAN REINO

Sábado, 31 de diciembre 2022, 09:03

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Los toros no volverán a Cataluña. Casi todas las partes implicadas en este debate consultadas coinciden en que difícilmente podrá verse de nuevo una corrida en una plaza catalana. El Parlament abolió las corridas en 2010. La prohibición entró en vigor en 2012. Hace ya más de diez años desde que La Monumental de Barcelona cerró sus puertas a festejos taurinos. En la última corrida programada hasta la fecha, del 25 de septiembre de 2011, José Tomás, Juan Mora y el catalán Serafín Marín salieron a hombres del coso de la calle Marina de la capital catalana. Los que allí estuvieron aún se les escapa una lagrimilla y lo recuerdan con mucha nostalgia, pero conscientes de que cualquier tiempo pasado fue mejor, sobre todo en lo que a la tauromaquia se refiere en Barcelona, donde llegó a haber tres plazas en activo de manera simultánea a principios del siglo pasado.

«No hay ninguna posibilidad de que vuelvan los toros a Cataluña», afirma Anna Mulà, de la plataforma Procorrebous. Esta entidad ha cogido el testigo de Prou!, que fue la que impulsó la iniciativa legislativa popular que al final logró que la Cámara catalana prohibiera las corridas de toros en Cataluña. Hubo un intenso debate social y parlamentario. La abolición salió adelante en una votación muy ajustada: 68 votos a favor, 55 en contra y 9 abstenciones. Algunos partidos como CiU o el PSC no lograron mantener la unidad de voto en el grupo parlamentario. Se posicionaron partidarios de la prohibición CiU (no el 25% de su grupo), ERC e Iniciativa y en contra de abolir, PSC (menos 3 diputados), PP y Ciudadanos. Cataluña se convertía en la segunda comunidad autónoma de España que vetaba los festejos taurinos, después de Canarias, en 1991.

El regreso de las corridas, en cualquier caso, aún sería posible desde el punto de vista legal, toda vez que el Tribunal Constitucional anuló en 2016 la abolición aprobada por el Parlament. El argumento que adujo fue que Cataluña invadía competencias del Estado, pues el Gobierno del PP había declarado la fiesta nacional como patrimonio cultural. «No hay vuelta atrás», insiste no obstante Anna Mulà, «sería inconcebible», señala.

En Cataluña solo hay dos plazas que podrían albergar festejos: la Monumental de Barcelona y la de Olot (Girona). La primera es privada, pertenece a la familia Balañá, propietaria de cines y teatros en la ciudad condal. La segunda es municipal. Fuentes de la empresa titular de la Monumental confirman que «no va a haber toros». Son conscientes de que se armaría una buena en una ciudad que se declara animalista. «Aunque la empresa propietaria de la plaza quisiera programar una corrida, el Ayuntamiento no daría los permisos necesarios», señala Mulà. En Olot, más o menos lo mismo. «El alcalde ya nos ha dicho que no va a haber toros», afirma Pepe Amores, presidente de la peña taurina de la localidad gerundense. «Hoy por hoy la vuelta es difícil», coincide Bienvenido López, de la peña de El Prat de Llobregat (Barcelona). «La gente está resignada, nos hemos acostumbrado a no tener toros», señala Lorena Paricio, de la federación de entidades taurinas de Cataluña.

Paricio cree que el colectivo en Cataluña hizo lo que pudo, aunque también considera que el sector, en el resto de España, podía haberse movido mucho más para ayudarles. «Nos sentimos solos, abandonados», afirma. A su juicio, el mundo del toro no está unido y lo acaba pagando, a diferencia de los antitaurinos, que en su opinión van a una. «Alguien tenía que haberse plantado: entre la prohibición y la política, nos dejaron de la mano de dios», señala Bienvenido López. «Nos prohibieron porque los toros olían a España», señala. «No había nada de debate animalista», asegura.

Por cuestiones políticas

Esta posición la comparte casi todo el mundo taurino. «Los toros se fueron por cuestiones políticas», señala Pepe Amores. «Una parte del debate sí fue identitario: en Cataluña querían diferenciarse del resto de España», según opina Paricio, que también considera que influyó el lobby veganista. «Se ha creado el estereotipo falso de que el aficionado al toro en Cataluña es un facha españolista: me duele que me llamen facha por ser taurino», critica Pablo Miró, ganador de un premio sobre estudios taurinos. «Es una afición como el ballet o el teatro», defiende. Pablo tiene 18 años. Estudia ingeniería en la Universidad de Barcelona, donde no conoce a nadie al que le gusten los toros. «Alguno hasta se sorprende cuando le hablo de mi afición», señala. No intenta convencer a nadie porque, entre otras cosas, este tema ya ni se debate en los ambientes universitarios. «La sociedad ha pasado página», expone Anna Mulà, de la plataforma Procorrebous. «El sector del toro ha colapsado en Cataluña», dice. Vivió en primera persona el debate y la tramitación parlamentaria como miembro de la entidad animalista Prou! y niega que el trasfondo fuera identitario. «Es la excusa que ponen los taurinos», añade. Cree que «no tenían dónde agarrarse» y apelaron a lo identitario porque «no quisieron enfrentarse al auténtico debate», que a su entender es el que tiene que ver con la ética.

Serafín Marín sale a hombros de la Monumental, en la última corrida celebrada en Barcelona en 2011.
Serafín Marín sale a hombros de la Monumental, en la última corrida celebrada en Barcelona en 2011. efe

A pesar de que en Cataluña no hay corridas, sigue habiendo afición. Y los taurinos tratan de mantener viva la llama por si «algún día cambia el panorama político» y pueden volver a sentarse en la plaza. Se aferran al caso de Mallorca. El Parlamento balear no prohibió los toros, sino que los reguló, hasta casi abolirlos. El Constitucional, no obstante, anuló los artículos más restrictivos y este pasado verano, tras tres años de ausencia (también por culpa de la pandemia), los toros regresaron a Palma de Mallorca. «Con una corrida al año en Barcelona sería suficiente», se conforma Bienvenido López.

Mientras tanto, los aficionados tienen que buscarse la vida para matar el gusanillo, porque con ver vídeos no basta, señala Pablo Miró. Viajan a Castellón, Valencia, Zaragoza, Sevilla, Bilbao o Madrid. Y sobre todo a Ceret, en el sur de Francia, muy cerca de Perpiñán. Se ha convertido en la plaza del 'exilio' para los catalanes. Tiene un aforo de 4.000 localidades y más de la mitad de los asientos los ocupan aficionados de Cataluña, según el presidente de la peña de El Prat. Bienvenido viaja a todas las plazas con pancartas reivindicativas. Dice que hace años, le aplaudían. Los de la resistencia catalana eran reconocidos en todas las plazas españolas. Ya no. «Hemos caído en el olvido», se lamenta. En la peña son 34 socios. Desde hace 55 años. Mantienen, eso sí, una tradición en las fiestas de El Prat. Cortan la calle y organizan sesiones de toreo de salón. «Viene mucha gente», afirma.

Se pierde afición

La federación de entidades taurinas y las peñas (hay siete) conservan la escuela como la joya de la corona del sector en Cataluña, donde forman a futuros toreros, a los que siguen con pasión de hincha futbolero. También organizan conferencias, cenas, cursos, clases y salidas al campo. Actividades con las que tratan de que el mundillo no desaparezca para siempre. «Se está perdiendo afición», según Pablo Miró. «Hay una generación que no ha ido nunca a los toros en Barcelona; yo por ejemplo, nunca he visto una corrida en Cataluña», señala. Pablo está en contra de las prohibiciones por una cuestión de «convicciones democráticas». Si los toros desaparecen en Cataluña, dice, que sea por su propio peso, pero no por una abolición. «Porque seamos una minoría, no debería dejar de haber toros», remata.

Los animalistas catalanes están satisfechos con el trabajo conseguido. Se consideran la «punta de lanza» de una corriente antitaurina que se ha extendido por toda España y también por Latinoamérica. Si bien admiten que la prohibición en toda España está aún lejos. «Es un tema tabú», afirma Anna Mulà, que apunta sobre todo contra el PSOE, al que acusa de no haberse atrevido. «Si desaparecen los toros, será de manera natural, porque hay muchas plazas medio vacías», mantiene. Sus críticas van contra las administraciones públicas, pues a su juicio inyectan muchos millones en el sector a través de las ayudas comunitarias al campo.

El siguiente objetivo de las plataformas antitaurinas es abolir los 'correbous' (suelta de toros, vaquillas, toros embolados…). Aunque ahí lo tendrán mucho más complicado que con las corridas porque hay arraigo popular, sobre todo en el sur de Tarragona, en las Tierras del Ebro. «Pero hay ciudades como Olot, Roses o Badalona que programaban 'correbous' y ya no lo hacen», avisa.

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