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Joaquina Dueñas
Sábado, 2 de diciembre 2023, 09:52
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Fue en noviembre de 2021, tras abandonar definitivamente los escenarios, cuando Concha Velasco, fallecida en la madrugada de este sábado, acudió al programa de televisión 'Lazos de sangre' y se autodefinió como «la malquerida». «Yo he amado mucho más de lo que me han amado», dijo. Y es que la vida de la vallisoletana ha estado perlada de grandes amores que, si bien no tuvieron finales felices, sí la llenaron de ilusión y de pasión. La actriz no dudó en ponerse el mundo por montera poniendo el amor por encima de las convenciones sociales. Romances con hombres casados, maternidad en soltería y un matrimonio de 30 años con idas y venidas protagonizado por las infidelidades y por los problemas económicos fueron parte de su historia vital.
Aunque a lo largo de su vida declaró haber tenido varios amores platónicos, como el de Manolo Escobar, la realidad es que la lista de sus conquistas se reducía a cuatro grandes amores. Conocida entonces como Conchita, se enamoró a principios de 1960 del director de cine José Luis Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera, casado, padre y 28 años mayor que ella. Una década duró aquel romance furtivo. Un tiempo durante el que la actriz llegó a pensar que él se separaría de su esposa para casarse con ella, algo que nunca sucedió.
De aquel desengaño, la de Valladolid se resarció con Juan Diego, el apuesto actor andaluz con quien protagonizaba la obra de Buero Vallejo 'Llegada de los dioses'. Él sí era soltero así que a su lado podía haber cumplido su sueño de casarse y tener hijos; sin embargo, al sevillano no le había llegado su momento así que después de unos meses de noviazgo comenzaron las desavenencias entre la pareja. Antes de que la relación terminara de enturbiarse, decidieron romper quedando como buenos amigos. «Maravilloso, amor de mi vida tremendo, pero cuando me dijo que no podía casarse ni tener hijos, pues ese día se acabó».
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En 1973 Concha Velasco participó en el largometraje 'El love feroz o Cuando los hijos juegan al amor' donde conoció al director de fotografía Fernando Arribas. «¡Cómo me gustaba ese señor!», recordaba la artista. De nuevo un hombre casado, de nuevo una decepción porque no apostara al cien por cien por ella. Sin embargo, esta relación marcaría su vida para siempre. Para empezar porque tal como ella confesó unos meses después de su muerte, «fue uno de los dos grandes amores de mi vida». Pero además, porque fruto de ese romance, el 4 de septiembre de 1976 nacía su primer hijo, Manuel Velasco. El nombre del padre de su hijo fue el gran secreto de la actriz hasta 2021, cuando lo hizo público tras su muerte.
Solo siete meses después, el 18 de abril de 1977, Concha Velasco se casaba con el otro gran amor de su vida, Francisco Marsó. Fue una ceremonia íntima aunque la celebración sí contó con un centenar de amigos para brindar por su unión. Paco fue el hombre más importante de los que estuvieron a su lado pero también el que más la hizo sufrir. «El día que me casé por la iglesia ya no vino a casa, llamé a mi suegra para decirle que iba a llamar a la policía y me dijo, 'ya te acostumbrarás, hija'». Tras una breve trayectoria como actor secundario, se retiró de la escena después de casarse con Concha que lo convirtió en productor teatral. Con él tuvo a su segundo hijo, Francisco, que nació el 5 de abril de 1979.
Las deslealtades y la mala gestión económica, junto a los problemas de adicciones hicieron que rompieran varias veces a lo largo de las tres décadas de matrimonio. En 2005 se separaron por última vez para firmar el divorcio definitivo en 2010. En bancarrota, resurgió una vez más de sus cenizas gracias a su tesón y trabajo, aunque no pudo perdonar a Marsó por dejarle en esa situación económica hasta después de su fallecimiento, en noviembre de 2010. «Estuve locamente enamorada», contaba. «Pienso mucho en él, sueño con él. No resucitaría a mi madre ni a mi padre, pero a él… Paco tenía muchas cosas buenas», decía. De hecho, después del almeriense, no volvió a enamorarse y sus dos hijos se convirtieron en los únicos hombres de su vida.
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