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Fran Villalba
Las Palmas de Gran Canaria
Domingo, 4 de mayo 2025, 02:00
Resulta curioso que una actriz tan brillante y consagrada como Nathalie Poza (Madrid, 1972) sea al mismo tiempo extremadamente insegura. «Este trabajo mide constantemente tu capacidad de ser curiosa, de jugar. Lo que no hay que perder es eso, la aproximación casi infantil a lo que haces. Los niños nunca son inseguros cuando hacen teatro. Tú a ellos les dices: haz de elefante', y te hacen su elefante, sin pensar si es perfecto o no. A medida que avanzamos en la vida, los actores muchas veces vamos perdiendo esa inocencia y esa capacidad de juego y ahí es donde la inseguridad te atrapa. Y luego está la incertidumbre de si tienes o no tienes trabajo y el miedo a que no te vuelvan a llamar», explica.
En parte ese miedo viene dado por la edad, en una profesión que no trata muy bien a las mujeres maduras ni les brinda tantos papeles interesantes como sería deseable. Una situación, que en opinión de la actriz «está cambiando, pero sólo a medias. En el mismo año he vivido las dos caras de la moneda. Por una parte estoy en una serie de Félix Sabroso que me parece un acontecimiento extraordinario. Se llama 'Furia', la protagonizamos cinco mujeres de edad madura y además es una sátira contemporánea espectacular, cuando este tipo de personajes normalmente siempre ha estado reservado a los hombres. Entonces por un lado he vivido esta maravilla, pero por otro me han dado un bofetón de realidad ya que no he podido hacer una película porque decidieron bajar la edad de mi personaje. Que muchas veces te ponen otras excusas, pero la realidad es que cuando te enteras de quién la va a hacer finalmente, ves que le sacas 20 años».
Una situación injusta y que, con las cifras en la mano, tampoco parece tener mucho sentido. «Las películas se hacen como quieren los directores, los productores y las plataformas, eso es así, pero yo creo que la sociedad pide más que nunca que haya personajes que retraten a gente de edad madura. Pensemos que el sector de la población que más va al cine son precisamente las mujeres mayores de 50 años. Además en mi opinión no hay nada más interesante que una mujer que ya ha cumplido los 40, que es cuando realmente tenemos el empaque y la experiencia vital para contar cosas muy interesantes. Sinceramente prefiero a la Meryl Streep de ahora que a la que tenía 20 años. Porque como actriz nunca eres tan buena como cuando ya llevas varias décadas en esto, básicamente porque has tenido más vida», dice la actriz que participó en las Jornada del Oficio Cinematográfico del 24º Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.
El tema de la edad en el cine no afecta igual a los hombres que a las mujeres, ya que para los primeros no resulta un obstáculo insalvable. «Igual que Eduard Fernández me parece interesantísimo con la edad que tiene, pues las actrices de su edad también podemos serlo. Yo creo que tiene que haber muchísima más paridad en ese sentido», reclama.
En parte por todos estos miedos e inseguridades, y al contrario que algunos compañeros y compañeras de profesión que muchas veces reniegan de los premios, a Nathalie Poza, ganadora de dos Goya, sí que le hace ilusión recibirlos. «No es lo fundamental, pero es como si alguien te felicita por tu cumpleaños y tú dices 'no es tan importante'. Hay que agradecer, punto. Precisamente por la falta de trabajo, por los momentos de soledad y de miedo, cuando vienen esos momentos de celebración, sobre todo cuando la gente se pone tan contenta por ti, tu familia, tus amigos, tus compañeros, pues aunque sea por ellos hay que celebrarlo. Y a veces viene muy bien a nivel laboral. A mí el primer Goya me dio más trabajo, recibí ofertas que yo creo que en otro momento no me hubieran llegado», reconoce en la capital grancanaria.
Aunque Nathalie Poza trabaja regularmente tanto en la gran como en la pequeña pantalla, no oculta su relación especial con las tablas. «El teatro es un poco por lo que empecé en esto, por mi amor a los buenos textos. Tuve la fortuna de estudiar en un colegio donde había una profesora de literatura inglesa muy brillante que nos hacía leer a Shakespeare y ahí empezó mi enamoramiento con los autores, con la palabra, y la necesidad se convirtió en una forma de expresión que no se marchita. Pasan los años y el cine y el teatro se tienen que combinar, si no es que no me siento del todo completa como actriz».
Si le dan a elegir, admite que es mucho más feliz subiéndose a un escenario que en un set de rodaje. «En el cine la edición no es tuya y lo que queda, queda ahí para siempre, así que si fallas eso es definitivo. Por eso a mí no me gusta ver los trabajos que hago, porque no se pueden cambiar. Pero en el teatro tienes la oportunidad de volver cada día y lo que se te quedó pendiente el día anterior lo puedes volver a explorar y eso es fascinante. El problema es cuando intentas hacer una función cerrada desde el primer día y que no se mueva. Porque las obras van cogiendo un pulso, un ritmo interno, una musculatura a medida que las vas haciendo. Yo ahora mismo estoy con 'Un tranvía llamado deseo', hemos hecho 12 bolos de gira y la hemos dejado en un sitio muy hermoso y de repente ha habido que parar como casi dos meses, justo cuando necesitaba continuar precisamente porque estaba encontrándola, empezaba a habitar la criatura. La obra siempre va encarnándose a medida que se repite. Incluso hay ocasiones en las que durante meses y meses de trabajo no logras dar con algunas claves».
Se encuentra en un momento vital en el que lo primordial para ella es disfrutar de lo que hace. «Tengo una parte muy melancólica inevitable y me duele la vida como a todos y el mundo está en un momento frágil, pero precisamente me centro mucho en esto, en la conexión con el otro. Me refugio en la poesía, que es algo que me gustaría explorar más a través de recitales.Leer poesía hasta que nos aniquilen siempre será mi lema».
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