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«Mantengo una mirada atenta a las cosas que me rodean»

El cine se convirtió en su refugio. Imanol Uribe (San Salvador, 1950) era solitario y su acento latino en aquellas fechas era el centro de alguna burla por parte de sus compañeros de internado en Tudela. Las historias que veía en la gran pantalla se convirtieron en una vía de escape que, con los años, acabó transformándose en su oficio.

Sábado, 6 de julio 2019, 17:00

Hoy, con 15 películas sobre sus espaldas, Imanol Uribe suelta una carcajada cuando se le cuestiona por teléfono sobre lo que queda de aquel pequeñajo con difícil encaje social. «Queda la esencia de aquel niño. Una curiosidad por ver... una mirada atenta sobre las cosas que me rodean. Quiero creer que hoy sigo teniendo esa mirada», confiesa este cineasta vasco, esencial para entender la evolución y los caminos por los que ha transitado el séptimo arte en España desde principios de los años ochenta y, sobre todo, durante la década de los noventa.

El director de El proceso de Burgos (1979) ha visitado esta semana Tenerife y Gran Canaria, donde ha protagonizado una Merienda de cine, organizada por el Clúster Audiovisual de Canarias y la Fundación de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE). El objeto de estos dos encuentros, para los que se agotaron las plazas, era que Uribe desgranara las claves de su trayectoria como cineasta y como productor.

Cuando mira hacia su exitoso pasado asegura que no siente «nostalgia» y cuando su mirada se fija en el presente hace una distinción, ante de entrar en materia, que resulta fundamental. «Hay que distinguir el cine de lo audiovisual, aunque el cine forme parte de todo lo audiovisual», aclara sin ambages.

«En estos momentos, en España, el audiovisual está pletórico. Dentro de la profesión, todo el mundo está trabajando. Hace unos días estuve con un amigo que es montador y que tiene un pequeño estudio. Me dijo que llevaba unos años en los que sobrevivía a trancas y barrancas, pero que ahora tenía todo cubierto hasta dentro de dos años y que se veía obligado a rechazar nuevos proyectos. En general, hay un exceso de trabajo, por las series y por los proyectos de las plataformas digitales», señala.

La otra cara de la moneda es el cine, al menos como el autor de La fuga de Segovia (1981) y Adiós pequeña (1986) entiende este arte. «Lo que es específicamente el cine está fatal, al menos desde mi punto de vista. Te pongo mi propio ejemplo. Los tiempos entre una película y otra se han ido alargando. Antes, hacía una película cada dos años. Después pasé a hacerlas cada tres y últimamente ya voy por cuatro años... Llevo tres años preparando un proyecto, que se supone que a finales de diciembre o principios del próximo año estará listo para intentar rodarlo en la primavera de 2020», confiesa.

Sobre ese proyecto, que es un nuevo largometraje de ficción, no tiene inconveniente en desvelar algunos detalles significativos. «Es la historia de la único testigo que presenció la matanza de los jesuitas españoles, el 16 de noviembre de 1989, en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), en El Salvador [fallecieron ocho personas, cinco religiosos españoles, el fundador salvadoreño de la universidad y dos empleadas domésticas]. Es una historia terrible, vio lo que sucedió de casualidad y casi le cuesta la vida. Tuvo que salir escondida del país y en Miami fue torturada por la CIA, ya que Estados Unidos colaboraba en aquel momento con el gobierno salvadoreño. No ha podido volver a El Salvador y ahora vive con su hija a 150 millas de San Francisco, en Estados Unidos. Ella pudo ver la farsa que se montó para culpar a la guerrilla de una matanza que protagonizó el ejército», desvela el cineasta.

La película, que producirá Gerardo Herrero y cuyos exteriores tienen previsto rodar en Colombia –«en El Salvador es imposible, la situación del país es tremenda», reconoce Imanol Uribe–, se titulará La casa 15/16.

«Esa mujer hacía labores de limpieza en la UCA y en plena ofensiva de la guerrilla, que ya estaba muy cerca de la capital, ya en los estertores de la guerra civil de los años ochenta, le pidió a los jesuitas si podía quedarse a dormir en las instalaciones de la Universidad, con su marido e hija. Los jesuitas tenían allí varias casas y a ella le tocó la 15/16. El ejército llegó el día anterior a la masacre para acabar con los testigos, pero no contaban con que ellos estaban en esa casa. Ella pudo ver cómo el día anterior hicieron las pintadas para que pareciera un acto de la guerrilla», apunta este cineasta que nació y vivió unos cuantos años de su infancia en ese país, porque hasta allí se trasladó su padre para seguir con la producción y venta de zapatos, «el negocio tradicional de mi familia», puntualiza.

La actriz Juana Acosta, dice el cineasta vasco, será la protagonista de este largometraje, siempre y cuando el proyecto salga adelante, ya que «la producción y la exhibición son en estos momentos muy problemáticos en España». «Si produces y la película no es rentable, no vuelves a producir otra. Es la pescadilla que se muerde la cola. La asistencia a las salas de cine cada ves está más difícil, aunque hay excepciones. Hay pocas películas con mucho éxito y muchas con muy poco éxito. Triunfa la comedia, pero en cuanto te apartas un poco, todo se complica...», subraya este cineasta que se ha labrado su prestigio con dramas tan laureados y taquilleros como El rey pasmado (1991) y Días contados (1994), entre otros.

El presente no le entristece ni le hace añorar el pasado, porque se declara «realista» y capaz de «adaptarse a la realidad y a las nuevas circunstancias». «Los ochenta y los noventa fueron una época estupenda. Las disfruté muchísimo. Fue fantástico cómo hacíamos cine. Ahora es de otra manera. Es diferente. De todas formas, creo que la época más complicada fue durante los años 60 y 70», explica.

En sus años dorados formó un sólido dúo con el productor grancanario Andrés Santana, que les hizo reinar en varias ocasiones en la gala de los premios Goya. «Siempre estoy abierto a trabajar con Andrés. De hecho, nos vemos de vez en cuando. La última vez hablamos de un proyecto, pero al final no cuajó. Fue una asociación muy fructífera y no hay que descartarla», dice.

Con Santana recaló como coproductor en Lanzarote, durante el rodaje de Mararía (1998), dirigida por Antonio Betancor, y como codirector de Ciudadano Negrín (2010), junto a Carlos Álvarez y Sigfrid Monleón. «Quien llevaba más la dirección fue Carlos, yo fui de comando de apoyo al principio. Tengo un recuerdo muy agradable, igual que con Mararía, donde sí que estuve más tiempo, aunque no durante todo el rodaje», rememora.

La situación político y social en el País Vasco, durante los años duros de la banda terrorista ETA, ha sido un apartado esencial en su filmografía, con títulos como El proceso de Burgos, La muerte de Mikel, Días contados y, en 2015, Lejos del mar. ¿Cerró esa temática o aún le quedan cosas por contar? «No puedes decir que de esta agua no beberé o que este cura no es mi padre, como dice el chiste. En principio, es un tema que he abordado mucho. Había dicho que no lo volvería a tocar cuando me vino la idea de Lejos del mar. No sé si lo volveré a tocar...».

La novela Patria, de Fernando Aramburu, ha sido uno de los mayores fenómenos literarios de este país en los últimos años. El canal norteamericano HBO rueda en la actualidad una adaptación. «La novela me fascinó, pero cuando terminé de leerla me dije: ¡Qué complicada para hacerla! Por supuesto que me hubiese gustado dirigirla, pero me parece una historia muy difícil de rodar», confiesa.

No descarta que en un futuro su nombre aparezca asociado a una producción televisiva o capitular para una de las nuevas plataformas digitales. Ya lo ha intentado. «Me veo rodando una serie si me resulta atractiva. Algunas vez hemos planteado una serie, pero no les ha resultado atractiva a las televisiones», apunta con pesar.

No demoniza las series como hacen otros colegas cineastas, aunque deja claro que significa trabajar «con otro formato muy distinto al cine». «La industria norteamericana lo marcó hace unos años. Lo más interesante y vanguardista se hacía en las televisiones, en HBO, sobre todo. Ahora está pasando en España. No todas, pero sí que hay determinadas series que son muy atractivas. Hablar de series no es peyorativo, en cuanto a calidad, aunque sí que es algo muy distinto. Como en todo, hay cosas fantásticas y otras que no me lo parecen». Aunque tiene claro que nada es comparable a «la liturgia de ver una película en una sala oscura, todos respirando en silencio y fascinados con lo que vemos en la pantalla». «Por desgracia, eso está a punto de morir», apunta.

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