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Lesage retrata los miedos del final de la infancia

EFE/Barcelona

Martes, 2 de mayo 2017, 19:40

El cineasta quebequés Philippe Lesage retrata los miedos de la infancia en Los demonios, su segundo largometraje de ficción, en el que ha volcado algunos de esos temores propios.

En una entrevista concedida a Efe, Lesage admite que Los demonios es “autobiográfico”: “Como documentalista siempre me interesé por un universo lo más alejado de mí, pero cuando comencé a hacer ficción giré la cámara hacia mí”.

El director sintió la necesidad de volver a aquel período de su vida, porque para él “la infancia fue un período oscuro y sentía como adulto vergüenza del niño que había sido”, y esa necesidad se tradujo en un guión que escribió de manera muy rápida, en apenas tres semanas.

Ambientada en Montreal, el filme, que se estrena en España el próximo viernes día 5, cuenta la historia de Félix, un niño de diez años imaginativo y sensible que ve con auténtico terror las malas relaciones de sus padres, la extraña (e intensa) amistad que tienen con la madre de su mejor amigo y las noticias que corren por su colegio de un maniaco que secuestra y mata a niños.

Pero algunos de los miedos de Félix (Édouard Tremblay-Grenier), que está empezando a averiguar ciertas cosas sobre el mundo de los adultos, no son del todo imaginarios, porque, de hecho, “hay un asesino que se mueve por pulsiones reales”.

El director juega con el espectador, lo lleva hasta el borde del precipicio, pero nunca llega a despeñarlo. “Quiero hacer un cine que deje mucha libertad al espectador, un cine que deje zonas inacabadas, en las que el espectador puede ser creativo y pueda ser actor, de alguna manera, de la película”, comenta.

Es también consciente de que juega con la estructura narrativa y, “sin coger al espectador de la mano -ha dicho- creo tensiones y expectativas que al final no se ven cumplidas”.

La subtrama del pedófilo es en sí “un secuestro de la película durante un tiempo, como el que pone una piedrecita en el zapato del espectador”.

A su juicio, los personajes del pedófilo y de Félix están vinculados de alguna manera: “Félix es un pequeño psicópata en potencia, porque se aburre y esta crueldad está muy presente en los niños, mientras que Ben es como un niño en un cuerpo de adulto”, y esta dualidad se traduce en “la culpabilidad naciente de Félix y la ausencia de culpa de Ben”.

El tema de la pedofilia estaba además muy presente en el universo de la infancia del director, confiesa Lesage, quien evoca “la ola de secuestros que hubo y que nunca se encontró ni al violador ni a los niños. Había un clima de paranoia. Quizá yo formo parte de la primera generación en la que ha desaparecido el tabú y se habla más de este tema, porque siempre ha habido pedofilia pero solo ahora sale a la luz”.

Combinar en la película músicas tan diferentes como Finlandia de Sibelius, la Pasión según San Mateo de Bach o la alegre Pata Pata de Miriam Makeba es “uno de los mayores placeres que tiene un director”.

Para Lesage, “la música no tiene que ser una guía, pues a veces en las películas la música cubre la película y guía y advierte de la emoción que debe sentir el espectador, y eso puede ser porque al director le falta confianza. La música puede ser anunciadora como en la primera escena, pero puede servir para que el espectador tome aire o una pausa, que se deje guiar y esté más contemplativo”.

“Una buena película es en la que la música crea una atmósfera”, resume el realizador quebequés.

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