Crítica de la Sección Oficial/ 'Deuses de pedra'

Un cineasta en medio de 'A Raia' Seca

El límite fronterizo entre Galicia y Portugal se denomina en esos lares como 'A Raia'. La parte más oriental, más alejada del río Miño la llaman 'A Raia Seca'. En las aldeas de esta zona montañosa se convirtió casi en un habitante más, durante unos diez años el cineasta Iván Castiñeiras Gallego. Con un equipo mínimo, ayudado por amigos, estuvo filmando a los habitantes de la zona y todo el enclave rural con una cámara de 16 milímetros. Cuando se cruzó en su camino el productor Ángel Santos, el proyecto comenzó a tener un vuelo más profesional, siempre a pequeña escala a nivel de producción. El resultado final es 'Deuses de pedra', largometraje que compite en la Sección Oficial del 24ª Festival Internacional de Cine de Las Palmas de Gran Canaria.

El filme tiene varias texturas, fruto de las distintas fases de rodaje. Toda la parte inicial, en blanco y negro y algunos pasajes a color corresponde al rodaje casi en solitario de Iván Castiñeiras. El cambio, mediado el metraje, es evidente. Aterriza en la pantalla lo que se rodó cuando ya entraron en el proyecto el productor gallego y los franceses y portugueses. Se produce un salto no solo visual sino de tono y narrativo, ya que a partir de ahí 'Deuses de pedra' aparca en gran medida su halo antropológico y retratista para 'jugar' con los personajes y romper de forma mucho más evidente la frontera entre la ficción y la no ficción.

Gana peso desde ese momento la vida de una familia, sobre todo una de las hijas a las que el espectador ve crecer hasta convertirse en una adolescente a punto de dar el salto a la Universidad. A la vez que asiste al devenir de este núcleo familiar disgregado y al de otros vecinos con apariciones más fugaces, el espectador va descubriendo cómo se vive en estos enclaves rurales. Por un lado, emerge la denominada España vaciada mientras cobran forma realidades negativas como la emigración en busca de trabajos mejor remunerados, la escasez de niños que obliga al cierre de escuelas de Primaria o la especulación de las grandes corporaciones mineras. Como contrapunto está la vida en plena naturaleza, donde prima el contacto humano directo, donde los niños juegan y se educan como en los años 80 y 90, sin que los avances tecnológicos marquen la pauta.

Con estos mimbres, Iván Castiñeiras se ha estrenado en el terreno del largometraje y lo ha hecho con un filme efectivo pero irregular, que en parte se queda en tierra de nadie cuando cambia de tono y se hace más narrativo y accesible. Eso no impidió que al final del pase matutino fuera despedido con unos tímidos aplausos por parte de algunos espectadores.

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