

Secciones
Servicios
Destacamos
La actriz Ángela Molina (Madrid, 1955) protagoniza este viernes, a partir de las 19.00 horas, en los Cinesa El Muelle, un encuentro con la periodista Elena Sánchez. La ganadora del Goya de Honor y Premio Nacional de Cinematografía, entre otros muchos reconocimientos, es parte de la memoria colectiva cinematográfica de este país.
-¿Con ganas de venir a Las Palmas de Gran Canaria?
-Con muchas. Siempre me gusta volver, porque guardo un recuerdo gratísimo de su gente. Es un lugar que amo muchísimo, pero sobre todo me encuentro siempre con una sensación de gratitud enorme hacia su gente.
-Viene a protagonizar una de las actividades de las Jornadas sobre el oficio cinematográfico. ¿Cómo lo entiende, más allá de ser el medio con el que se gana la vida?
-Es mi vida. No sé dónde empieza mi vida y dónde empieza mi trabajo. Tampoco tengo claro cuándo se unen, porque siempre he conocido este oficio, a través de mi padre. El primer trabajo que hice fue con él, en una película donde hacíamos de sus hijos. Éramos ya cuatro o cinco hermanos y teníamos que salir en un patio andaluz y se suponía que éramos en la historia lo que ya éramos, los hijos de mi padre. Allí teníamos que darle un beso y yo tenía cinco o seis añitos. Yo esperaba en la cola con mis hermanos, con mis dos trenzas y de espaldas a la cámara. Mis hermanos, que eran mayores que yo, le daban el beso, se daban la vuelta y se ponían a jugar, con la pureza propia de no saber bien ni lo que estábamos haciendo. Ni siquiera éramos conscientes de que había una cámara filmando. Cuando vimos la película, yo era a la única a la que no se le veía la cara, solo una cabeza con dos trenzas. ¡Mis hermanos siempre se reían de mí porque no se veía mi cara! [Risas de la actriz]. Te cuento esta anécdota desde el corazón, porque es muy preciada. ¡Quién me habría dicho a mí entonces que mi oficio iba a ser dar la cara y el alma ante la cámara!
-Ese momento tan espontáneo de ponerse junto a su padre para darle un beso se convirtió años después algo también tan natural para usted como ha sido ponerse delante de una cámara...
-No sabría decirte qué palabra le corresponde, porque se trata de un oficio. Lo vas aprendiendo con tus compañeros, con los directores y mediante esa unión que se crea y que responde a algo que hacemos juntos. Nos consagramos a ello. He aprendido de los mayores y de las personas que confiaron en mí. Después ya vas perfeccionando el oficio poco a poco. En verdad, se trata de olvidar todo y ser ese sueño que estás provocando.
-¿Qué le lleva a seguir en activo?
-Lo mismo que siempre me ha motivado. Buenos proyectos en los que me siento implicada desde la primera lectura. Y el desarrollo de los mismos. Es siempre muy ilusionante partir de la pureza de lo desconocido, porque es un mundo a descubrir juntos dentro de nuestro mundo. Es una llama vida que nos va dejando ver lo que somos.
-Siempre se ha caracterizado por ser atrevida y osada a la hora de ponerse a las órdenes de cineastas que empiezan. ¿Por qué?
-En el amor no se compara. A los proyectos se los ama. Cuando trabajo con algún cineasta que está con su primera película, algo que me ha pasado muchas veces, lo disfruto muchísimo. Confío en él. Sé ver en él lo que espera de mí y sé ver ese arrojo que tiene y su necesidad de crear en sus primeras obras. En lo pequeño y en lo grande está todo contenido. No porque estén empezando son menos grandes. Ya son grandes por lograr cumplir ese sueño. Aprendo mucho con esas primeras obras. Veo esa pureza propia de lo que es fresco y vivo.
-En el fondo, es lo mismo que le pasaría a los cineastas consagrados cuando apostaban por usted cuando daba sus primeros pasos como actriz. Por ejemplo, Luis Buñuel durante 'Ese oscuro objeto del deseo' (1977)...
-Ahora que lo dices, es cierto. En el caso de Buñuel, era consciente de que yo estaba sedienta por aprender. Estaba entregada al máximo con una alegría que me provocaba realmente él. Sentía el compromiso de que tenía que enseñarme. Recuerdo aquel rodaje como uno de los de mayor felicidad de mi carrera. También recuerdo que se rodaba durante pocas horas, porque era ya mayor y se le cuidaba mucho. A lo mejor terminábamos a las cuatro de la tarde y siempre me quedaba con unas ganas locas de seguir trabajando.
-Encima aquella película fue un punto de inflexión en su carrera profesional.
-Sí, porque a Buñuel lo esperaban en cualquier lugar del mundo. Lo veneraban. De alguna manera se hizo necesitar por esa libertad que nos ha otorgado. Fue tan inteligente que ha trascendido a partir de la sencillez con la que trabajaba. No tenía límites. Era siempre sorprendente y tenía esa genialidad. El que su trabajo traspasara fronteras hizo que también se abrieran para mí esos mundos del cine que estaban fuera de España.
-Otro cineasta clave en su carrera ha sido Manuel Gutiérrez Aragón. ¿Lo considera así?
-Sí, mi carrera no habría sido la misma sin Manolo. Me ha dado unos personajes que son, de alguna manera, nuestras madres y nuestras abuelas. Son del lugar del que venimos desde lo más próximo. Realmente yo lo sentía así. Él lo que siempre me decía era que con quien realmente quería trabajar era con mi madre, pero como no podía... [Risas de la actriz] Me hacía rabiar con esas cosas, porque Manolo es muy sarcástico y brillante. Tiene un amor bien preciso en ese sarcasmo que tanto quiero. Hemos hecho juntos películas muy mágicas, que están ahí. Las he vuelto a ver alguna vez y siguen siendo igual de mágicas.
-Corríjame si me equivoco, pero creo que la única vez que ha rodado en Canarias fue con motivo de 'La caja', película dirigida por el grancanario Juan Carlos Falcón. ¿Es así?
-Sí, con mi amigo Juan Carlos, que hizo una peli bien diferente. Es un autor que no se parece a nadie y logró una peli con una contundencia y una belleza que pertenece a ese lugar... a las Canarias. El lugar era un tercer personaje, un personaje-madre donde habitaban esos seres, con esas vidas de sentimientos e impotencia. Eran unos personajes absolutamente divertidos y a su vez terribles y ancestrales. Estaban muy lejos en el tiempo pero también fuera de los cánones desde la más austera simplicidad. Juan Carlos tenía una gran audacia y por eso me encanta esa película. Es extraña, extravagante y sencilla al mismo tiempo. Pero me encanta,
-¿No le han llegado más propuestas para rodar de nuevo en Canarias, ahora que existe una política de incentivos fiscales que hace que estén llegando a las islas muchos proyectos nacionales e internacionales?
-Basta que tú lo digas para que venga algo dentro de nada. No hay nada como llamar a la suerte [Risas].
-¿Puede avanzarnos algo sobre lo que está rodando actualmente en Barcelona?
-No es que no me dejen, porque la que me tengo que dejar soy yo. Y resulta que soy súper cauta y solo me gusta hablar de lo que estoy haciendo en el presente, aunque tengo trabajo sin parar hasta diciembre. Estoy rodando en este momento con María Ripoll en Barcelona. Salvo una película que voy a hacer, 'The Return' (El retorno) en Roma este verano, todo lo demás que tengo este año es en Barcelona. Y hacía mucho tiempo que no rodaba aquí. Así que ahora me dices eso de Canarias... cuando empiezas a sentir esa especie de nostalgia o necesidad de volver a aquello, la vida te suele dar esa oportunidad de nuevo. Con Cataluña me ha pasado. Si me sale la película en Canarias, te la voy a dedicar [Risas].
-¿Cómo vivió el parón de la pandemia?
-La verdad es que ya no me acuerdo. Solo recuerdo aquella sensación surrealista, imprevista y terrible de que nos tuvieran a todos aislados en casa. No me parecía posible que aquello pudiera darse como se dio. Creo que en general se vivió como algo creativo y se apreció mucho lo que tenemos cada día, en nuestro hogar y en nuestra vida. Se parieron muchas cosas interesantes entre todos, a pesar de no poder vernos en la calle. Creo que salió algo constructivo de aquella situación tan terrorífica.
-¿Cómo lleva lo de ser abuela? ¿El trabajo le permite disfrutar de sus nietos?
-Me lo nombras y se me pone una sonrisa de oreja a oreja solo de pensar en ellos. Es la cosa más dulce y más bella que puede pasarte cuando eres madre, que tus hijos te hagan ese regalo de una dimensión que no imaginas que pueda existir. Es muy hermoso ser abuela. Que te adoren tus hijos es normal, pero los nietos... es un regalo de tu sangre. Estoy francamente muy sorprendida y feliz de los cuatro tesoros que tengo como nietos.
-Imagino que se lo habrán dicho muchas veces, pero es que usted es parte de la memoria colectiva de este país, sobre todo para las generaciones que han superado la treintena. ¿Se ha planteado lo que significa usted para tantas generaciones de espectadores?
-Me imagino que lo mismo que significan para mí las personas a las que he amado y han formado parte de mí desde la inocencia. Es una memoria que compartimos todo. Una memoria colectiva que crea el arte. Estamos en la memoria y unidos por la memoria. Ese es el mayor sentido y gozo más dulce que puede darnos este trabajo.
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.