«En Canarias no habrá desarrollo sostenible si no se incorpora la cultura»

El proyecto del Aula Sostenible del Centro Atlántico de Arte Moderno, encabezado por Blanca de la Torre, abordó entre otras cuestiones las políticas culturales asociadas a la Agenda 2030 con la presencia de Martinell entre otros ponentes. El gerundense es colaborador de la Red Española de Desarrollo Sostenible y dio su visión del estado de la cultura.

-¿Es la Agenda 2030 sobre sostenibilidad el principal reto que afronta el mundo de la cultura en estos momentos?

-La agenda es un acuerdo de la comunidad internacional para trabajar en el desarrollo sostenible. Es un documento importante para que la cultura se incorpore a ella y muestre que sin la cultura no se pueden conseguir todos estos objetivos. Esto representa un esfuerzo para todo el sector cultural para sumarse a esta dinámica. Faltan nueve años. Son objetivos internacionales que tienen de bueno que sabes que estás trabajando en algo que la comunidad internacional está desarrollando, cada uno desde su ámbito.

-¿La pandemia ha evidenciado lo lejos que se está de conseguir ciertos objetivos en ese campo?

-La cultura no había previsto este escenario. Trabaja mucho mirando al pasado y no mira al futuro. La pandemia ha demostrado muchas cosas, buenas o malas, que traerán cambios importantes en el sector cultural. Pero, sobre todo, la cultura tiene que salir de esta esfera en la que se piensa que es prescindible. Cuando es algo que contribuye al bienestar de los ciudadanos. Por ejemplo, en Canarias no habrá desarrollo sostenible si no se incorpora la dimensión cultural.

-¿Quién tiene que tomar las riendas en ese reto, el artista o las instituciones?

-Las instituciones no se han actualizado como deberían haberlo hecho, no se han puesto al día. Están en modelos un poco antiguos, porque la cultura es reacia a los cambios. Ahora se tendrían que hacer unos procesos de adaptación a los cambios que hay. Si en su momento hubo una reconversión industrial, la conversión de un sector, la cultura debe reconvertirse. No quiere decir que todo tenga que cambiar, hay cosas que permanecerán. Pero sí que hay que adaptarse a formas distintas. Y hay un reto para lo institucional porque tiene que dar ejemplo, porque si no hay esa reconversión algunos sectores de la cultura lo van a pasar mal.

-Algo más que un epígrafe al final de los presupuestos...

-Lo ven más como un gasto y no como una inversión. Si quieres que la cultura genere un tanto por ciento del PIB o que genere empleo a través de sus empresas hay que invertir en ello. Esto tiene que ver como la aportación del Estado a la cultura como algo graciable y no como una inversión de futuro.

-¿Qué herramientas necesita el sector para hacer frente a esos cambios que se avecinan?

-Hay como un compromiso del Estado con la cultura. Varias iniciativas de las que se hablan, como la de establecer un porcentaje mínimo en los presupuestos de las comunidades autónomas. En Cataluña se habla de un 2% fijo cuando ahora estamos en 0,7%. Que proteja la cultura independientemente de un color político determinado. Otra cosa es la idea de aprobar como unos servicios mínimos de cultura, que los ayuntamientos o los cabildos tengan que garantizar un a Ley de Cultura que deje las cosas más ordenadas. Y, por último, reconocer que el ciudadano tiene un derecho a participar en la vida cultural. Y este derecho el Estado tiene que garantizarlo, que creo que es uno de los puntos más importantes.

-¿Fomentar que alcance a todos los públicos?

-A veces se fomentan cosas en la cultura que no están acordes a las nuevas realidades de la vida cultural contemporánea. A veces la cultura mira mucho al pasado y muy poco al presente. Habría que preguntarse ahora qué está pasando en la cultura canaria y cuáles son los artistas emergentes. Estas vanguardias no son reconocidas muchas veces. Si lo que hacen los jóvenes no es reconocido por las políticas culturales estos se desconectan de ellas.

-¿Encaja este Aula Sostenible del CAAM en ese tipo de conexión con lo que demanda el presente artístico?

-Sí porque se trata de actualizar. Situar la cultura en este compromiso para luchar contra el cambio climático y estas crisis que estamos viviendo. Asuntos en los que la cultura tiene que estar presente y no dar un convidado de piedra. Conectar con las nuevas generaciones y su lectura sobre esta realidad, porque no puede ser todo medido por modelos antiguos. Hay que saber que la cultura pertenece a ese aspecto. No mirar como un problema que atañe a otros, a los ecologistas. Es de todos y nos afecta a los hoteleros, a los artistas... No solo pertenece a un grupo reducido, falta una conciencia colectiva.

-Si la cultura ya va en el furgón de cola para las instituciones, ¿qué se puede esperar del desarrollo del sector para poder alcanzar esos desafíos que requieren los nuevos tiempos?

-Empieza la pandemia y a nadie se le ocurre que la cultura es un bien esencial. Esto demuestra que la institucionalidad no estaba preparada y no era consciente. ¿Cómo vamos a reflotar este sector? Seguro que se ha perdido mucho creador que se ha ido a buscar otro empleo para poder comer. La gente se arropó en la cultura y cuando hay actos culturales las entradas se agotan enseguida. Aunque esto ha generado una brecha digital que ha afectado a mucha gente que se ha quedado sin acceso a la cultura. Por eso creo que esta pandemia tendrá ciertas cosas positivas, porque ha obligado al sector cultural a salir de un cierto ensueño y ver la pura realidad. Que muchos creadores, intérpretes o actores se han quedado desprotegidos y empobrecidos.

-¿Se ha demostrado que no cuenta ni con la más elemental protección laboral?

-Claro, esto les tiene que hacer luchar por una protección social que no tienen. Toda la gente, la que hace de técnicos, tramoyistas... quedaron a cero.